Capitulo 7 - Premeditado

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Estoy inmóvil.

Porque no tengo la menor idea de cómo pasamos de una cosa a otra.

No hubo ni una sola señal, ni un indicio.

Simplemente pasó.

Hunter mueve sus labios lentamente entre los míos, con cuidado, como si temiera romperme.

Y sujeta mi rostro con ambas manos.

No era la primera vez que besaba a un hombre.

No era eso lo que me tenía petrificado.

Había crecido en una sociedad demasiado Open Mind.

Cuando salía de fiesta con mis amigos, siempre terminábamos besándonos con alguien.

Hombres, mujeres... no importaba.

Era parte de la diversión.

Pero esos momentos eran de esperarse.

Esto no.

No era el hecho de besar a un hombre.

Era el hecho de que ese hombre era Hunter.

Hunter, con su rostro perfecto de facciones marcadas.

Con su barba poblada, sus ojos azul grisáceo, sus labios carnosos.

El silencioso Hunter.

Estaba besándome.

-Lo siento –repite cuando se separa de mi-. Hace un tiempo prometí que no me quedaría con las ganas de nada. Aun y cuando esto implique mi despido; y probablemente una demanda. Y una amonestación.

Tardo más de diez segundos en encontrar mi voz.

-¿Valió la pena? –logro decir.

-Lo valió completamente –responde.

La sangre palpita por mis venas tan fuerte que mi visión se comprime en cada latido.

-Hay un coche en los portones –me dice-. Viene por ti. También es Escolta Privada, te llevará a casa.

-¿Por qué está ahí?

-Lo llamé. Lo llamé cuando supe que no podría resistirlo más.

-¿Qué cosa?

Coloca su dedo pulgar sobre mi labio inferior durante un segundo, y lo retira al tiempo que desvía la mirada de mi.

-Besarte –susurra.

Mi respiración comienza a agitarse.

Entonces no fue una acción espontanea.

Fue premeditada.

-¿Quieres que me vaya?

-No –responde rápidamente -. Pero entiendo que quieras hacerlo.

"Te besé. Y lo hice sin tu consentimiento. Sin pedir tu opinión. Lo hice meramente por mí. Y para mí. Aun sabiendo los riesgos.

-¿Cuáles riesgos? –inquiero.

-Soy tu Escolta Privada. Violé mi código de ética. Violé tu libertad. Violé mi juramento.

-¿Juraste no besarme?

-Juré protegerte.

-Y no veo que hayas fallado.

Voltea para mirarme.

Sus ojos curiosos recorren todo mi cuerpo, como si estuviera evaluándome.

-¿Quieres que me vaya? –repito.

-No –contesta, sin despegar sus ojos de mí.

-Yo tampoco quiero irme.

Sus labios se entre abren y suspira.

-¿Por qué? –me pregunta.

-Porque me siento bien aquí –respondo-. Me siento... me siento seguro contigo.

Asiente y fija su vista en los arboles que tenemos al frente.

-Gracias –dice. Pero su tono de voz ha cambiado.

Se pone de pie y me mira a los ojos.

-Le prometo que no volverá a suceder, señor –dice secamente.

Y se marcha.

Me quedo mirando sus espaldas hasta que desaparece al adentrarse en la casa.

Aun siento sus labios carnosos entre los míos.

¿Y si quiero que vuelva a suceder?

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