Capítulo 10.

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YoonGi adelantó rápidamente lo poco que le faltaba del corredor para llegar a la cruceta y se introdujo en el pasillo de la izquierda, desde donde había escuchado las voces. Cuando llegó no había nadie y se preguntó cómo demonios se habían marchado tan rápido dos mujeres chismosas y viejas.

Cerró sus manos en puño y se dirigió a la biblioteca con paso enojado, ¿cómo se atrevían a decir eso de JiMin? ¿era eso de lo que hablaban JiYong y DongHae? ¿por qué demonios decían aquello tan despreciable del mayordomo? ¿cómo se habían originado esas ideas repulsivas?

Sin darse cuenta, abrió las puertas de la biblioteca tan bruscamente que las hizo chirriar con fuerza en los goznes, sobresaltado al pobre JiMin, que había estado leyendo tranquilamente.

—¡Alteza! —Exclamó Minnie en cuanto vió al príncipe y se puso de pie— ¿Sucede algo? ¿Requiere de mí?

El peliazul suspiró, de verdad, ¿cómo podían pensar que este ser adorable y fiero al mismo tiempo se rebajaría a intercambiar su cuerpo para obtener favores? Con esos ojos curiosos pero firmes, dispuesto a morir por las peticiones de su príncipe y siempre preocupado por hacer las cosas bien, YoonGi sacudió la cabeza, había pensado en preguntarle a Park acerca todas las habladurías sobre él, pero no quería arruinar el buen humor que parecía tener, así que en su lugar, respondió.

—No, no requiero nada, perdona por interrumpir tu lectura.

—Me parece que usted tiene ese derecho.

—No importa, ¿quieres dar un paseo por el jardín? Estoy terriblemente hastiado de letras justo ahora.

Min decidió que podría cuestionar después al mayordomo en jefe o al Sanador sobre todo lo que había escuchado.

(...)

Caminaron en silencio por los senderos hechos de piedras de río, YoonGi pensaba en todo y nada a la vez, los jardines del Palacio eran tan hermosos y calmos que le permitían relajarse y disfrutar de su paseo, JiMin caminaba tras él como su sombra, pero a diferencia del príncipe, en el que se notaba una postura relajada, Park caminaba con la espalda recta, los hombros rígidos y las manos empuñadas tras su espalda, dándole como toque final una mirada seria e intimidante.

Lo cierto era que parecía más un soldado de la Guardia Real haciendo de su escolta.

YoonGi se frustró un poco, él había pedido a JiMin que le acompañase para que también disfrutase de la vista que ofrecía el verde pasto, las preciosas flores y los maravillosos reflejos del sol que se retiraba por esa hora de la tarde, pero era increíblemente evidente que el rubio creía que debía acompañarlo para servirle en todo momento.

Y claro, en general, así era.

Pero en aquellos instantes, YoonGi sólo quería una conversación, una historia, un pedazo de la vida de JiMin que éste quisiera entregarle, no quería a su serio y totalmente callado mayordomo, quería al joven que había visto con JiYong y SeungHyun, incluso con DongHae, el Sanador, ése que se había reído, sonreído y que también hizo pucheros, que se había casi comportado como un niño cuando ellos se habían preocupado por él. Sin embargo, YoonGi no tenía ni idea de cómo podía lograr eso.

Así que hizo lo que sabía.

Preguntar.

—Dime, JiMinnie —¿JiMinnie? ¿De dónde salió eso? Se cuestionó YoonGi, pero no dejó de hablar—, ¿alguna vez te imaginas en otro lugar?

—¿Otro lugar? —Repitió Minnie con curiosidad, si el sobrenombre le pareció extraño, no lo dió a notar.

—Sí, en otro lugar, con un oficio honorable, tal vez como herrero, carpintero... Eh... —YoonGi se rió un poco de sí mismo— Creo que son los únicos oficios que conozco, eso no habla muy bien de mí.

El menos esperado -YoonMin-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora