3. Bañera

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No hay excusas que valga por tanta demora... Pero aquí esta un nuevo capítulo... 😅💕

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Minho se sentía como un prisionero de guerra en campo enemigo. El único y gran problema era que no podía escapar. Y el comandante del campo era un demonio.
Desde su celda que era aquel sofá, observaba a Taemin moviéndose por la casa con eficacia militar, limpiando, arreglando cosas para darle cierta semblanza de orden.
Sus uniformes podrían pasar cualquier inspección, pero cuando había que limpiar el polvo, Minho tenía sus prioridades.
Después de lanzar aquella última e incomprensible frase, Taemin se había movido como si él no estuviera allí, de modo que se deleitaba el simple placer de mirarlo. Tenía gracia, era algo afeminado. Tenía una preciosa figura, como una estrella de K-pop, y sabía que cuando lo abrazaba, abrazaba a un joven, suave y de dulce aroma.
Su cuerpo se puso en alerta de inmediato, lo cual no lo sorprendía. Con su bello chico, había tenido una erección permanente. Pero ya no era su esposo.
En los papeles de separación decía eso, al menos. Minho arrugó el ceño al recordar esa llamada de teléfono, cuando le dijo que lo mejor era separarse. Él no le había rogado que volviera, aunque habría querido hacerlo, habría querido suplicarle. Pero si ya había hablado con un abogado, pensó, si había tomado una decisión sería imposible hacer que se echara atrás. El antiguo resentimiento, la rabia por lo que había pasado le llenó el corazón y, aunque deseaba sentarlo sobre sus rodillas cada vez que pasaba a su lado, se distrajo cambiando de canal para buscar algo interesante.

Imposible.

-Minho, eso es molesto. Detente en un canal y déjalo ahí -lo regañó Taemin.

Minho recordó los buenos tiempos, cuánto lo había querido y lo fácilmente que él lo había dejado. A su matrimonio no le pasaba nada, excepto que Taemin siempre había querido que le dijera lo que sentía. Minho no era ese tipo de hombre, a menos que estuviera furioso con alguien. Le habían educado para no hablar de esas cosas. Había crecido en varias casas de acogidas y, después, con un tío nada simpático que le dijo que se acostumbrara porque eso era lo único que había. Y así lo hizo. Vivir solo, sin contar sus penas a nadie. Había bajado la guardia una vez, y la fría recepción fue suficiente para que no volviese a intentarlo nunca más. Consideraba que los sentimientos eran una terrible debilidad y no tenía necesidad de contarle los suyos a nadie. Sabía la clase de hombre que era y estaba contento de solucionar las cosas a su modo.

¿Por qué Taemin no podía entender eso?

¿Por qué no entendía que no quería hacerlo pasar lo que él había pasado, la crueldad de su vida?

Minho volvió a recordar entonces el comentario que había hecho, pensativo, se levantó del sofá y fue a la cocina. Taemin estaba llenando el lavavajillas con toda la loza sucia que él había ido dejando en el fregadero. No quería que limpiara la casa, no quería que cuidase de él. Quería que se fuera, que lo dejara solo.

-¿Qué has querido decir con eso?

Taemin miró por encima de su hombro, sorprendido.

-¿Qué?

-Lo que has dicho antes.

-Que no confundas el sexo con necesitar a alguien.

-Siempre te he necesitado.

A Taemin se le apretó el corazón.

-Me has necesitado. En tu cama, en tu casa -empezó a contar con los dedos-. Pero no me necesitabas de verdad en tu vida.

-¿Qué quieres decir con eso?

Taemin tiró el paño que utilizaba en ese momento sobre la encimera, enojado.

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