1.- Destierro.

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Hace muchos años, cuando las montañas eran menos altas, el agua fluía a través de los montes con prisa, en dónde en las noches se podían ver todas las estrellas brillando con luz propia como fantasmas en el cielo contando miles de historias sin ser leídas aún. Se encontraba un pueblo muy antiguo, muchos dirían que era un pueblo "divino" ,ya que, se rumoreaba que era el hogar de deidades antiguas.

— ¿Esta seguro de esto, mi Lord? — La joven sirvienta miró a su amo mientras hacía una reverencia completa.

— Así debe ser, el destino lo ha dicho así. —El amo de la sirviente miró la esfera de cristal que se encontraba en la mesa delante de él y a su lado el cuerpo del muchacho de cabellos negros y piel nacida de la luna. Este reposaba en un almohadón de algodón, mientras que sus ojos se encontraban cerrados ilusionando a la muerte.- Solo veamos cómo van las cosas...Y ellos sabrán que hacer.

Caminó a pasos lentos por las calles de Busan con tranquilidad

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Caminó a pasos lentos por las calles de Busan con tranquilidad.

Miró a cada persona que se le cruzó por frente con detalle.

Cada una de ellas caminaba con sus rostros apenados, cada uno escondiendo sus historias de forma misteriosa, escondiéndo sus almas de los dioses que les observaban.

A medida que avanzaba hacia su objetivo, escuchaba conversaciones ajenas que no tenían sentido y eran totalmente ridículas. El ruido de la ciudad retumbaba en su oído avisando que todo seguía su curso y que, a pesar de todos los problemas personales, ambientales u emocionales, la vida tenía que seguir andando. 

Al llegar a la calle principal, se detuvo con suavidad y buscó a su objetivo con elocuencia. Sonrió para sí mismo y con un pequeño chasquido, un gran arco de color dorado apareció ante él.

Era un arma, que sin duda alguna, era hermosa. Esta se encontraba forjada en oro, hecha a mano completamente por los dioses, imponiendo respeto con tan solo mirarla.

Claro que era algo pesada, pero eso no significaba que no fuera cómoda.

No era nada que él no pueda manejar correctamente, ya que desde que tenia memoria, su arco había sido lo único que tenia.

Que le pertenecía.

Al fijar su objetivo con la mirada, se colocó de tal manera que el arco no fuera una molestia. Lo levantó con fuerza y colocó la flecha en posición de ser lanzada, acercando el extremo de esta a su mejilla y nariz. Era pan comido, después de todo, ese siempre ha sido su trabajo. Con un movimiento delicado, llevó su mano hacia su espalda en dirección hacia su nuca, acariciándola en el proceso. Una impotente flecha, también dorada, apareció entre sus manos.

Se fijó en lo blanquecina de la punta y asintió con felicidad al ver qué era la correcta.

— ¡Alto ahí! — Se detuvo un momento al escuchar una estruendosa voz gritar con gran energía. Obviamente no se dirigía a él, así que le restó importancia.

Estúpido cupido [KookGi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora