El espantoso sonido de su alarma le obligó a despertar. Se pasó las manos por la cara tratando de avisparse¹, pero el cansancio que llevaba encima no lograba salir de su cuerpo. Se levantó del sofá algo adolorido. Definitivamente los cojines no eran lo suficientemente cómodos como lo eran los de su cama, pero no tenía otra opción.
Se encaminó hasta su habitación y ahí encontró la razón de su dolor corporal.
YoonGi se encontraba acostado de lado con la manta hasta sus caderas, con la camisa subida hasta un poco más arriba de su ombligo, mostrando cómo su piel brillaba como porcelana ante los pequeños rayos de luz solar. Su cabello se encontraba desparramado en su frente decorando aquellas mejillas que se veían totalmente rojas debido al calor de la noche. Sus labios se encontraban entre abiertos, mientras que sus ojos se mantenían cerrados disfrutando de un profundo sueño, uno que seguramente no había tenido en días.
Jeongguk se sintió como un completo pervertido al darse cuenta que se había quedado mirando al ángel dormir por más de un minuto. Se dio una palmada mentalmente y se dio media vuelta con sus mejillas totalmente rojas sin que el ángel despertara. Definitivamente necesitaría una ducha fría para relajarse, el dormir en el sofá le arruinaba la cabeza.
Aunque tenía que admitirlo, YoonGi era muy bonito, demasiado bonito para él.
YoonGi se despertó unos minutos después gracias a que un olor exquisito entró por sus fosas nasales. Se levantó un poco desorientado, mirando a su alrededor. Frunció el ceño al no reconocer dónde se encontraba y caminó con cuidado, siguiendo el dulce olor, hasta llegar al salón principal en donde se combinaba la cocina y la sala de estar.
Dirigió su mirada hasta la cocina y observó cómo el cuerpo de un hombre se encontraba frente a la estufa, los músculos de su espalda resaltaban a través de la tela de su traje color azul. Era fascinante como cada músculo se movía de manera individual con cada movimiento que hacía su brazo.
- ¿Qué estás haciendo? - Una vez que recordó en donde se encontraba, caminó hasta la isla y se sentó mientras miraba a Jeongguk estar de espaldas. Había algo en él que le llamaba mucho la atención, era como si no pudiera quitar sus ojos de él.
- Estoy haciendo hotcakes. - La ronca voz de Jeongguk sorprendió a YoonGi, provocando que saltara en su sitio como un gatito asustado. El policía se dio media vuelta con un plato con masas de color dorado. El olor era dulce, y de alguna manera el aspecto era sin duda deseable. Sin embargo, esto fue lo que más le llamó la atención.
Sino que había sido Jeongguk quien le había sorprendido.
Su apariencia se encontraba completamente diferente, si bien su uniforme normal y corriente era ya algo formal. La ropa que llevaba puesta era mucho más elegante que la otra, si es que las comparaba una al lado de la otra.
El uniforme que traía puesto traía un chaquetón con unas cuantas estrellas y banderitas puestas en su bolsillo superior. YoonGi no tenía ni idea del por qué estaban ahí. El revoltoso cabello que antes tenía, ahora se encontraba pulcramente hacia un lado.
YoonGi observó con mucha atención al policía que tenía en frente.
- YoonGi, la isla no es para sentarse. - El pelirrubio gruñó en respuesta y se sentó en el taburete. Jungkook dejo el platillo frente a él con un cuchillo y un tenedor para luego sentarse frente a él.
- ¿Se comen? - Dijo YoonGi tomando su tenedor y enterrándolo en el Hotcakes. Jungkook rio divertido mientras apoyaba su cabeza en su mano sin quitar la mirada del ángel que tenía en frente.
- Sí, tienes que verter la miel.-Tomó una botella de su refrigerador y corrió un poco del líquido viscoso de un color dorado transparente. - Así queda más dulce. - YoonGi miró con anhelo como la "miel" caía por los Hotcakes debido a que esta se veía demasiado apetecible y su estómago gruñó en modo de deseo. - ¿Tú no comerás?
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Estúpido cupido [KookGi]
Roman d'amour- Entonces esperas que me crea toda esa mierda de que eres un Angel del amor y que tú única intención era enamorar a la gente. El chico de cabellos blancos asintió con total seguridad de sus palabras. - No me vengas con cuentos, dime tu nombre angel...