Parte 3: Tony Stark

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Al regresar a la celda, recién duchado y relajado, Peter se encontró con un preso que no conocía.
Por los comentarios de la noche anterior de Steve y Bucky, supuso que era el tal Tony que mencionaron.

Era un hombre que aparentaba unos cuarenta y tantos años. Debía de medir metro setenta, casi como él, de cabello corto y castaño, ojos marrones y una barba candado cuidadosamente recortada.
Peter pensó que rezumaba demasiado estilo para llevar aquel uniforme cutre y naranja.

—Eh... Hola—le dijo, tímidamente.

El mayor se encontraba subido sobre la mesilla de noche y hacía su propia cama, ya que desde el suelo no alcanzaba bien.
Giró la cabeza, serio, para mirar a Peter y saludarle con un gesto de cabeza, guardando silencio.

—Yo soy Peter Parker. Tú debes de ser Tony, ¿no? Tony...
—Stark. Tony Stark—respondió sin mirarle, estirando las sábanas para eliminar las arrugas.
—Encantado. Yo llegué ayer, pero no me quedaré por mucho tiempo.
—Ya. Eso decimos todos al principio.

Colocó la almohada en el cabecero, y saltó al suelo desde lo alto de la mesilla para posteriormente caminar hacia Peter.
El chico retrocedió levemente, pero decidió no hacerlo de nuevo para no parecer muy cobarde. Por lo que estaba viendo en el poco tiempo que llevaba allí, debía mostrarse más atrevido y valiente si quería salir de entre rejas de una pieza.

Stark lo miraba directamente a los ojos, quieto, a pocos centímetros de él, poniéndole nervioso.

—¿Qué pasa?—le preguntó.
—Estás en medio. Si no te apartas, no puedo pasar para ir a desayunar.

¡Había olvidado el desayuno!

—Oh, sí, claro—Se apartó, y el muy serio Tony Stark continuó caminando hacia la puerta—. Oye.

Le llamó antes de que saliera. No le había agradado aquella hostil presentación.

—¿Cómo es que no te he visto hasta ahora?—le preguntó—. Ayer no estabas, y hace un rato tampoco.
—Estuve en aislamiento—le dijo desde la puerta.
—¿Por qué?
—No es de tu incumbencia.
—¿Puedo saber por qué te metieron en la cárcel?
—No.
—Pero...
—Vamos a ver, muchacho...—El preso se llevó una mano a la frente, rascándosela con molestia—. A ver cómo te lo digo... Me importa una mierda que estés aquí, cómo te llames o por qué te hayan enchironado, y debería preocuparte lo mismo que a mí el por qué los otros presos lo están. Haciendo tantas preguntas te pareces a la pasma y créeme: a los presos no nos gusta que nos sometan al tercer grado otra vez. Y ahora te aconsejo que vayas a desayunar, porque el comedor cierra en un rato y te vas a quedar sin comer hasta el almuerzo.

Fue lo último que le dijo antes de proseguir su camino y dejarle solo.
Hacer amigos en la cárcel iba a ser complicado, pensó. Suerte que por el momento tenía al simpático dios nórdico.

—No es la gran cosa, pero es lo que hay—le dijo Loki.

Ambos sostenían una bandeja con la comida del desayuno, que consistía en café solo y un par de tostadas para Loki, mientras que Peter se había decantado por leche a secas y una delgada y simple tortilla de huevo.

Ocuparon una de las mesas del comedor, muy parecido al de la universidad donde Peter estudiaba antes de convertirse en preso.
Se empezaba a dar cuenta de que buscaba similitudes en todas las instalaciones, vinculándolas con recuerdos familiares. Debía de ser una respuesta de su cabeza para poder tolerar aquella violenta situación.

—No me puedo creer que no hagan gofres—se quejó el chico, llevándose el vaso a la boca.

Su compañero se rió.

Entre rejas (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora