Parte 10: El delito de Peter

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—Vaya, Peter—comentó Loki, mirando al chico detenido bajo el marco de la puerta de la lavandería—. ¿Cómo es que nos honras con tu presencia?
—No le toquéis un pelo—gruñó el chico.

Estaba muerto de miedo. Luchaba contra los pequeños temblores que intentaban sacudir su cuerpo.
Tenía que hacerlo. Tony había dado la cara por él, lo que le había llevado a estar en esos momentos allí, maniatado y semidesnudo, a punto de ser mutilado.

Como bien le había dicho Tony los primeros días, los favores en la cárcel se devolvían.

Y ya le tocaba devolverle el suyo.

—Creo que llegas un poco tarde—le dijo Loki, señalando las heridas del rostro de Tony, así como las señales que tenía en el resto del cuerpo por la golpiza.
—Deja esa navaja—le dijo el chico al preso que la sostenía—. Ni se te ocurra hacer lo que ibas a hacer.
—¿Me lo mandas tú?—le espetó el hombre, mirándole con suficiencia.
—Estás siendo muy valiente, Parker—Loki se alejó de Tony y caminó lentamente hacia él—. No te reconozco. ¿Quiere decir eso que estás dispuesto a impedir que convirtamos a tu amiguito en un eunuco?

Tony balbuceó algo, ininteligible debido a la mordaza pero que obviamente iba dirigido a Peter, seguramente pidiéndole que se largara.
Pero el chico hizo caso omiso. ¿Irse? ¿Huir como un cobarde? Estaba harto de agachar la cabeza.

—Antes tendréis que cortarme la mía.
—No es necesario llegar a eso—le indicó el preso—. ¿Sabes? Esto es demasiado divertido como para que acabe en tragedia. ¿Te apetece jugar a un juego, ahora que estamos todos reunidos?

Peter se mordió la cara interna de las mejillas y apretó los puños. Su instinto le estaba pidiendo que se diera a la fuga, que pusiera pies en polvorosa y huyera de aquella situación. Las sienes le palpitaban con fuerza y sentía varias gotas de sudor resbalando por su frente.
Pero en cuanto desviaba la mirada del rostro de psicópata de Loki y la centraba en el malherido Stark, una potente sensación de valentía, nacida de la nada, le atrapaba y le dejaba donde estaba. Aunque siguiera teniendo miedo, a su vez su orgullo y las ganas de proteger a ese hombre le daban la fuerza necesaria para hacer frente al preso más peligroso de todo el centro penitenciario.

—Soy todo oídos.
—Verás, estos señores—Señaló a sus matones—hace días estaban dispuestos a pagarme cincuenta dólares por cabeza a cambio de tu boca. Si accedes, aquí y ahora, a comérsela a todos hasta que se te corran encima, ellos me pagarán, menguará la enorme deuda de Stark y ambos podréis volver a vuestra celda.

Tony volvió a gritar, su voz amortiguada contra la tela mancillada de su propia sangre, y se revolvió en el asiento sin conseguir liberarse.

A Peter no le pareció mal trato. Teniendo en cuenta todo lo que se le podría haber pasado a Loki por la cabeza, había salido bien parado.
Era obvio que no quería meterse los desagradables miembros de aquellos hombres en la boca, y sabía que le iba a costar, pero pensar en que Tony podría salir entero de allí hacía que el trabajo no fuera tan cargante.

Asintió, acercándose a los cuatro hombres. Tomó aire, cerrando un momento los ojos para decirse a sí mismo que pasaría pronto, y que se esmeraría en hacer que aquello durase lo menos posible.
Sus rodillas tocaron el suelo y quedó a merced de ellos, que no tardaron en bajarse los pantalones y acercarse a su boca por turnos.

Tony no paraba de hablar, intentando vocalizar, insultando a aquellos hombres mientras contemplaba, impotente, cómo hacían perder sus respectivos miembros dentro de la boca del muchacho, que tenía los ojos cerrados y simplemente dejaba que sucediese.

Tras unos agónicos minutos, el último de ellos terminó de descargarse en el rostro del chico, que no disimulaba su cara de asco al ser mancillado una y otra vez por sus fluidos.

Entre rejas (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora