Peter no debería estar en prisión. ¡No fue su culpa! ¡Era inocente! Sin embargo sabía que, hasta el día del juicio, debía permanecer entre rejas rodeado de peligrosos delincuentes.
Por su parte otro recluso, Tony Stark, sintió que era su deber ayuda...
Peter aún tenía las gachas removiéndose dentro de su estómago cuando uno de los funcionarios fue en su búsqueda, hallándole junto con Tony y James en el patio exterior.
—Tienes visita de tu abogado—le informó.
¡El abogado! Desde que había entrado allí, había estado tan ocupado con todas las desdichas que habían ido sucediendo que había olvidado por completo el juicio. Si no recordaba mal, se celebraría en más o menos dos semanas. Miró a Tony y Bucky, dubitativo. Quería ir a hablar con el letrado y planear lo que iban a decir en el juicio, pero al mismo tiempo deseaba ayudar a sus amigos a buscar el dinero de Loki.
—Ve, Underoos—le dijo Stark, leyéndole el pensamiento—. Nosotros nos encargamos de todo.
El chico se marchó, dejando a los dos presos sentados en los bancos. Tony le robó a Bucky el cigarrillo encendido que se iba a llevar a los labios, dándole una profunda calada y exhalando el humo por la boca y la nariz simultáneamente.
—No sé ni por dónde empezar. —Propongo que sigamos buscando en la celda—le dijo Bucky, recuperando su cigarro. —¿Estará libre? —Si vamos ahora, sí—Señaló a tres presos que jugaban al baloncesto, uno a uno—. ¿Ves a esos de ahí? Son los compañeros de celda de Loki. Es el momento.
Entraron en las instalaciones y subieron hasta la celda de Loki. Bucky decidió quedarse vigilando fuera mientras Tony rebuscaba entre las pertenencias del preso.
—Sólo hay libros—decía mientras revisaba los cajones—. Libros y más libros—se desesperó—. ¿Desde cuándo lee este tío? —Vete a saber—respondió James, en voz baja, a pocos metros de la entrada y de brazos cruzados.
Como última opción, Stark decidió levantar el colchón de su cama. Era un secreto a voces que todos los presos abrían un agujero en el mismo para guardar cualquier cosa que no quisiera que los funcionarios encontrasen, ya que estos desconocían por completo esa práctica habitual.
El agujero estaba allí, sin duda, pero al meter la mano para tantear la sacó sosteniendo otro libro más.
—¿Otro libro?—se sorprendió Bucky. —Es increíble que tenga tantos—observó, incorporándose y guardándoselo bajo la chaqueta—. Esto no puede ser casualidad. Vámonos. —¿Te lo vas a llevar? —Loki no lo echará de menos. Lo devolveré antes de que lo saquen de aislamiento.
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—Eres hombre muerto, Rogers. —¿Piensas seguir diciéndomelo a todas horas como un disco rayado?
El rubio se puso de pie, levantándose de la incómoda cama de metal. Si es que se le podía llamar cama a esa superficie desnuda.
—Sólo te recuerdo lo que va a pasar cuando nos saquen de aquí—le explicó el preso, a quien no podía oír pero sí escuchar al otro lado del muro. —Pues odio los spoilers, así que cállate la boca. —Y tu novio...—Soltó una risita—. Lo que voy a disfrutar con él cuando me saquen. —No vas a llegar ni a olerle el pelo, porque antes de que le pongas un dedo encima te los habré roto todos—le amenazó con los dientes apretados. —No creo que mis matones permitan que llegues siquiera a mirarme a los ojos. —No tendrás matones, porque cuando salgamos de aquí habrás perdido tu sucio dinero.
