Parte 6: En aislamiento

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El director del centro penitenciario permanecía sentado ante la mesa de su despacho, con los codos sobre los reposabrazos y las manos entrelazadas.
Peter entró, escoltado por dos vigilantes de seguridad, que lo sentaron frente a él y permanecieron de pie con los brazos cruzados.

—Peter Parker—pronunció su nombre lentamente, recreándose en cada sílaba—. Acabas de ingresar y ya estás en problemas.

Y tanto que lo estaba.

Había solicitado el vis a vis, y se le había concedido para dos días más tarde. Peter no tenía ni idea de quién era esa persona cuyo nombre y apellido le había facilitado Loki, mas sí que tenía clara su misión: meterse la droga por el culo y entregársela durante el encuentro.
Hubiera sido fácil, de no ser porque le habían cacheado previamente. No había sido agradable para Peter sentir la mano del vigilante, enfundada en un guante de látex, introduciéndose en su cavidad rectal y extrayendo el paquete.

Y ahí se encontraba, en el despacho del mismísimo director de la cárcel, mancillando su casi impecable expediente, si no se tuviera en cuenta que estaba preso por un motivo de peso.

—¿No piensas decir nada?—le espetó el director, acomodándose en su silla—. Mira... Yo sé que no eres así. Acabas de llegar, no habías causado ningún problema, y de repente te pillan pasando droga al exterior. Estoy completamente seguro de que no ha sido idea tuya.

El chico se mantuvo en silencio, con la cabeza semi gacha y sus dedos jugueteando entre sí con nerviosismo.
El director alzó una ceja, presionando su espalda contra el alto respaldo del sillón, y se cruzó de brazos.

—Vamos, chico. Sólo necesito un nombre.
—No...—titubeó. Se humedeció el labio reseco con la lengua—. No puedo decirlo, señor. En la cárcel no están bien vistos los chivatos.
—Si no me das un nombre, no me quedará otro remedio que enviarte a aislamiento.

Oh, sí. Había oído hablar del famoso aislamiento. No resultaba agradable para nadie, pero Peter estaba seguro de que iba a ser menos agradable la reacción de Loki si le delataba.

—Lo siento, señor—insistió.

El director tomó aire y lo expulsó fuertemente por la nariz.

—Yo sí que lo siento, Parker, porque sé que has hecho esto posiblemente amenazado por otro recluso, pero si no me dices su nombre tendré que actuar como si esta idea hubiera salido de ti—Ante el silencio del muchacho, el hombre volvió a resoplar y miró a los vigilantes—. Enviadle a aislamiento.

Un largo pasillo lúgubre, de paredes descuidadas y resquebrajadas, con una hilera de puertas paralelas que no dejaban ver nada al otro lado

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Un largo pasillo lúgubre, de paredes descuidadas y resquebrajadas, con una hilera de puertas paralelas que no dejaban ver nada al otro lado.

Esa era la zona de aislamiento. Un lugar donde ni siquiera entraba la luz solar, ya que carecía de ventanas. Nada salvo algunas ventanillas, en el techo, que conformaban los conductos de ventilación.

Entre rejas (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora