Parte 5: En la boca del lobo

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La espalda de Bucky golpeó los azulejos de aquel cubículo del baño.
Steve no había sido precisamente cuidadoso pero, como ocurría cada vez que tenían sus encuentros sexuales, la rudeza formaba parte de su proceder.

Lo aprisionó contra la pared, pegando su pecho al del castaño, sus narices casi rozándose mientras sus miradas intensas protagonizaban un duelo que ninguno estaba dispuesto a perder.

—¿Te apetece un poco de polla?—preguntó Rogers, lamiéndole la punta de la nariz.
—Me lo tengo que pensar—vaciló el otro.

Tanteó con la mano, primero deslizándola contra la camisa naranja del mayor, notando su pecho musculado justo debajo, y bajando hasta la entrepierna.
Estrujó levemente el bulto emergente bajo el pantalón, cuya erección hinchada palpitaba en busca de atenciones.

—Vaya...—murmuró Bucky, excitándose mientras la amasaba—. Creo que ya lo he decidido.

Hincó las rodillas en el frío suelo del baño. Sus manos se aferraron al elástico de los pantalones del otro recluso, asegurándose de agarrar también la goma de los calzoncillos y tirando de ambas prendas hacia abajo, deslizándolas por las piernas de Steve.
Liberó una potente erección que experimentaba leves sacudidas involuntarias debido a la excitación que la cercanía de la boca de James le procuraba. Steve se mordió el labio inferior mientras se deleitaba con la imagen de aquella boca tan sexy a tan sólo unos centímetros de su miembro.

—Vamos... Hazlo ya—exigió, apoyando las manos contra la pared y moviéndose un poco hacia delante.

Bucky esquivó el glande, echando la cabeza hacia atrás y sonriendo.
Steve sabía que se estaba burlando de él, y eso era algo que le impacientaba y calentaba a partes iguales.
Al muy cabrón le gustaba hacerse de rogar.

—¿No decías que querías un poco?—le preguntó. Despegó una de sus manos de la pared y le agarró un manojo de cabello, inmovilizándole la cabeza—. Come.

Y empujó contra él, haciendo que todo el bello rostro de su pareja se frotara contra sus genitales.

—Come—insistió.

Aquel juego de dominación entre ambos los encendía sobremanera, y a pesar de repetirlo constantemente no había manera de cansarse. Para Bucky, no podía haber nada más placentero que escuchar la ronca voz de Steve ordenando hacerle cosas sucias, y Rogers amaba la rebeldía de su chico a la hora de desacatar, buscando intencionadamente una respuesta violenta y ruda por su parte.

Barnes terminó por abrir la boca, y Steve empujó la pelvis contra ella hasta llenársela al completo con su polla. Una arcada, acto reflejo producido al sentir el glande demasiado adentro, trajo consigo una segregación excesiva de saliva, que bañó por completo el miembro y le goteó por las comisuras de la boca.

Steve no necesitó hacer nada más. Bucky sabía perfectamente lo que tocaba y, obediente, comenzó un placentero vaivén que le hacía engullir y soltar su miembro una y otra vez, succionando y repasándolo con la lengua.
El rubio comenzó a jadear, volviendo a apoyar las dos manos en la pared y acompañando la danza de Bucky con pequeñas estocadas de cadera.

—Eso es... Cómetela toda...—jadeó, dejando los ojos en blanco cuando Bucky comenzó a masturbársela con la mano a la par que succionaba con devoción la punta.

Le hizo levantarse a los pocos minutos, dándole la vuelta y pegándole a la pared mientras le bajaba los pantalones. Su miembro, untado con generosidad de la saliva del castaño, no tardó en abrirse paso entre sus nalgas, provocando esta vez un gemido del otro que se propagó por todo el baño.
Se lo follaba con fuerza, de tal manera que su propia pelvis le dolía con cada golpe que arremetía contra las redondeadas nalgas del castaño, quien no dejaba de gemir y dejarse hacer, prisionero entre el pecho de Steve y la pared del cubículo.

Entre rejas (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora