Entre rejas (Starker)

Parte 16: Camino hacia el fin

Bucky dormitaba profundamente en la cama mientras Peter daba vueltas al plan desesperado de Tony.

Finalmente, James había aceptado a jugársela al completo, esperando a que sacaran de Loki de aislamiento para vigilarle y saber qué sucedía una vez dentro de la biblioteca.
Sólo tenía diez dólares en su haber, escondidos bajo el colchón en el libro que le habían sustraído y posteriormente devuelto. No había peligro de represalias. No hasta que consiguiera el dinero para pagar a sus matones, y para entonces esperaban haber descubierto algo.

Estaba empezando a rendirse al sueño cuando oyó movimiento en la cama de arriba.
Los muelles chirriaron, y al girarse hacia el lado contrario que daba a la pared descubrió los pies descalzos de Tony tanteando hasta apoyarse en la mesilla de noche, bajando de la litera.

Sin que ninguno dijera una sola palabra, el mayor se introdujo en la cama del más joven, cubriéndose bajo las sábanas y aferrándose a su cuerpo antes de depositar un pequeño beso en el cuello.

Peter sonrió, y le hizo hueco en su cama, a pesar de que ambos permanecían bastante apretujados.
Si Steve y Bucky podían dormir a menudo en la cama individual, ellos no iban a ser menos.

Todo habría terminado ahí, de no ser porque Tony no se estaba contentando con un solo beso. Sus labios necesitaban de la piel de su cuello, y por esa razón no dejaba de tocarla por todas partes, succionando levemente y regalándole otros tantos besos más que, poco a poco, iban aumentando su intensidad.
Las risitas de Peter pronto se transformaron en jadeos, y los labios que tiernamente lo tocaban dejaron salir a unos incisivos hambrientos que arrasaron lo que encontraban a su paso, ya fuera cuello, mandíbula o boca.

En cuestión de pocos minutos, ambos se devoraban mutuamente, casi arañándose la piel.

—Dios, Tony...—gimió el chico, completamente excitado. Sus cuerpos estaban prácticamente adheridos el uno al otro, con el estorbo molesto de sus respectivos uniformes naranjas—. Házmelo.
—¿Estás seguro?

Iba a ser la primera vez del chico, y Stark no creía que una mugrienta cárcel, sobre un colchón mullido y con la única higiene de sus propios cuerpos duchados aquel día constituyeran el lugar idóneo para llevar a cabo la experiencia.

—Quiero que me lo hagas—El chico le sujetó las mejillas, acariciándole la barba cuidadosamente afeitada—. No quiero irme sin tener sexo contigo al completo.
—Peter, no... No puedo hacer eso—negó.
—Pero confío en ti.
—Lo sé, y te prometo que haría todo para que te doliera lo menos posible, pero no es seguro, ¿entiendes?—Suspiró, acariciando también la suave mejilla del muchacho, imberbe a pesar de su edad—. Me han follado varios presos cuyos hábitos de higiene dejan mucho que desear, y nunca con protección. Podría tener alguna ETS, y no quiero que tu regalo de despedida cuando te dejen en libertad sea eso.

A pesar de las ganas que tenía de ser poseído por él, Peter entendió las palabras de Tony, y agradeció la sinceridad. Que el mayor rechazara tener sexo con él, a pesar de que ambos se morían de ganas, y que lo estuviera haciendo únicamente por cuidar de su salud, significaba mucho.

Se tumbó encima de él, sintiendo aún su erección presionando contra la propia, y continuó besándole mientras se frotaba desesperadamente por encima de la ropa.

—Está bien...—accedió—. Gracias por... por pensar en mí.

Las manos de Tony se introdujeron dentro de los pantalones del chico, acariciando sus nalgas y dejando que sus falanges se hundieran en la piel hasta escucharle gemir.

—Muévete, Underoos—le pidió—. Frótate todo lo que quieras. No usaremos la penetración, pero podemos hacer otras cosas igual de interesantes...