Capitulo XIV

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Todos se quedaron mirando hacia la entrada del castillo. Un hombre pequeño y envejecido se apoyaba en el brazo de un corpulento sirviente.

—Parece que el el señor Duraham ha llegado —dijo la doctora Kelly—. ¿Me disculpan?
Dijo apresurándose a dar la bienvenida al recién llegado.

Arthur ya estaba allí. Candy miró a Elisa con lástima, —estaba de pie, perfectamente quieta sobre la hierba cortada, mirando a su marido.

—Ahí está mi encantadora esposa. —La voz del anciano aún era enérgica, pero tenía cierto temblor que Candy no había oído antes—. Me he perdido nuestra cita del jueves anoche, ¿verdad, querida?

Elisa comenzó a caminar lentamente hacia el anciano.. —La expresión era indescifrable.

—Buenas tardes, David —dijo la pelirroja con voz fría y seca.

El anciano la agarró de la muñeca, tiró con fuerza hacia él y le plantó un sonoro beso en la boca.

Elisa se zafó de él con brusquedad. —Tenía las mejillas levemente sonrojadas pero de rabia.

—Dios, ¿no son encantadoras cuando actúan con esa brusquedad? El anciano se dirigió a Arthur.

Arthur no respondió. —La doctora Kelly le puso la mano en el hombro. —Enviaré un sirviente a la casa para que le prepare una habitación, señor Duraham...

—No se moleste. Compartiré la habitación con mi esposa. —el anciano rió y le hizo un guiño. —Elisa se estremeció al sentir como la agarraba con fuerza de la cintura—. Y su cama, naturalmente. —Aún necesitamos un heredero.

Arthur movía el cuerpo con brusquedad, pero no decía nada.

La doctora Kelly sonrió débilmente. —Creo que debería ver si puedo ayudarlos a que estén cómodos.

—Tengo mi carruaje aquí, naturalmente. —dijo el anciano—. Me llevaré a mi esposa ahora y me pondré a trabajar. —Es mejor no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy...dicho esto último, agarró a Elisa del brazo—. Vamos, querida. Ver tu joven y encantador cuerpo me hace sentir como un pervertido cualquiera. —Volvió a reír—. Creo que comprobaré si el carruaje realmente da buenos brincos.

Elisa fingió una mueca de sonrisa y se despidió murmurando un adiós.

—Pobre Elisa. —Candy nunca pensó que sentiría lástima por Elisa, pero ahora lo hacía.

Estar casada con ese zoquete... no soportaba pensar en ello—. Aun cuando sea un hombre adinerado, pero por encima de todo es un idiota. Pensó en voz alta.

—No sea tan cruel, señorita Ardley. —El señor Duraham estaba tan rebosante de alegría por volver a encontrarse con el objeto de su afecto que se ha visto superado por un sentimiento de felicidad conyugal.

Candy bufó . —¿Afecto, señor Smith? no creo que sea eso. Lujuria, más bien.

—Bueno, la lujuria es un sentimiento placentero. —Espero tener tanta lujuria como
él cuando tenga cuarenta años a mis espaldas..resoplo Niel. obviamente no le agradó en lo absoluto la manera como aquel vejete había humillado a su hermana menor frente a todos, se encargaría de ese asunto después, por el momento se le apetecía más, vengarse de la huérfana...—ofreció una vez más el brazo a Candy.— ¿Continuamos hacia la cima de la torre?

—Ahora que el señor Duraham se ha marchado, creo que la doctora Kelly y el señor Hathaway nos pueden acompañar.

—Creo que tienen otros asuntos que exigen su atención.

Para desgracia de Candy, Niel estaba en lo cierto. La doctora Kelly se había llevado aparte a Arthur y hablaba con él muy seriamente, mientras que el señor Hathaway acompañaba a la señora Collins y a Beatrice donde no pudieran oírles. —la señora Collins como la consumada chismosa de sociedad que era, tenía el cuerpo inclinado hacia atrás para tratar de escuchar la conversación de su anfitrión y de su anfitriona.

Locura de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora