Capítulo 1: Emily.

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Me desperté sobresaltada al sentir un brusco tirón en mi hombro izquierdo. No había dormido nada la noche anterior, por lo que decidí tomar una pequeña siesta vespertina luego del almuerzo. Al alzar la mirada divisé una silueta que conocía bastante bien.

—¿Qué pasa contigo, Mary? —pregunté a mi hermana menor, malhumorada, mientras me daba la vuelta en la cama dándole la espalda con el objetivo de seguir durmiendo —¿No ves que estoy intentando dormir?

Mi hermana me quitó la manta violentamente para que la mirara. Se cruzó de brazos y me miró indignada. Solté un grito de frustración, y luego ella hizo lo mismo. Ella es bajita, de pelo largo y oscuro, y unos hermosos ojos cafés. Es muy linda, pero a la vez inmadura. Tiene 16 años.

—¡Por Dios, Emily! ¡Tienes 19 años y actúas como si tuvieras 50! Será mejor que te levantes si no quieres llegar tarde a la audición.

Mierda, la audición. Lo había olvidado por completo.

A la mención de esta, me paré de la cama inmediatamente frotándome los ojos para terminar de despertarme mientras le preguntaba la hora a mi hermana, y buscaba la toalla para irme a bañar.

—2:40 —dijo tranquilamente. La fulminé con la mirada.

—¿Y no se te ocurrió despertarme antes? ¡El casting es a las 3 y la plaza queda a 15 minutos de aquí! ¡Tengo que ducharme y prepararme! —grité indignada.

—¡Primero me regañas porque te vine a despertar y ahora lo haces porque no lo hice más temprano! ¿Quién te entiende? ¡Agradéceme que vine a despertarte y no seas tan gruñona!— me reprochó.

Tenía razón, pero no le contesté, no me tragaría mi orgullo aceptándolo. Me dirigí al baño a tomar una ducha rápida, dejando a Mary sola en mi habitación. Al salir, me puse unos jeans ajustados y un blusón azul intenso, pero una música horrenda salía de la habitación de mi hermana.

—¡Apaga esa maldita cosa! —le grité a mi hermana desde la puerta de habitación—.Esa música me tiene harta. No deja de sonar en todos lados. No se como puedes escucharla si es tan horrible al igual que su intérprete.

Mary salió bailando desde su habitación, descalza, en shorts y me empezó a gritar.

—¡Estás loca si crees que algún día dejaré de escuchar la música de Royce solo porque a ti no te gusta! —dijo colocándose ambas manos alrededor de la boca mientras gritaba—. ¡SOY ORGULLOSAMENTE ROYCENATICA, BITCH*S, LE DUELA A QUIEN LE DUELA Y ESO JAMÁS CAMBIARÁ! —empezó a bailar y a cantar— Y EL CORAZÓN, NO TIENE CARA.... Y TE PROMETO QUE LO NUESTRO NUNCA VA A TERMINAR...

Consecuencias de tener una hermana Roycista, o como sea que se diga. Sí, lo se, totalmente patético. Mis gustos musicales son muy variados, desde Juan Luis Guerra hasta Ariana Grande, pero en ningún lado entra ese tal Prince Royce. Realmente no entiendo como tiene tantas fans.

—¡Ustedes no tienen remedio! —gritó mi madre desesperada desde la parte baja de la casa. Reí ante su comentario.

Preparé mi bulto con todo los necesario. Me coloqué frente al espejo para peinarme, tenía el pelo todo alocado, como siempre, y decidí recogerlo en una cola de caballo. Fue cuando me di cuenta que estaba andando de un lado para otro en mi habitación aún sin ningún calzado. Fui corriendo al armario y saqué mis converse. Me las puse, segura de que me las había atado mal pero sin que me importase y miré el reloj.

2:49 pm.

Salí de mi habitación rápidamente mientras golpeé fuerte la puerta al cerrarla.

—¡Rompe la puerta! ¡Como tú fuiste quien la compró! —gritó Doña Esmeralda con sarcasmo, todavía desde la parte baja, específicamente la cocina. Mi madre prácticamente no salía de allí.

Bajé las escaleras apresuradamente, tropezándome en el penúltimo escalón y casi terminando con boca rota en el suelo. Eso por no llevarme de mi madre cuando me dice que baje las escaleras despacio. La encontré lavando los platos en la cocina.

—Lo siento mamá, fue el viento que la cerró así de fuerte —mentí mientras me acercaba a ella para abrazarla por detrás. Amaba estrellar la puerta.

—Sí, y yo nací ayer —dijo sin dejar de lavar los platos.

—Se me hace tarde para la audición. Me tengo que ir —dije ignorando su comentario sarcástico.

De repente mi madre dejó de lavar los platos y se giró para mirarme directamente a los ojos. Mi madre tenía 40 y tantos años. Me tomé unos segundos para observarla detenidamente. Unas arrugas le salían de los bordes de los ojos dándole un aspecto más demacrado. Llevaba un vestido de flores y un delantal verde, así como una pañoleta azul en la cabeza. Era de estatura media.

—Hija, ya sé con que artista bailarás en caso de que te escojan —dijo en un tono de... ¿Preocupación?

—¡No tengo tiempo mamá, se me hace tarde! ¡Te amo! —le dije dándole un beso en la mejilla.

—Pero hija, ¿que clase de persona eres? ¿no tienes curiosidad? —dijo preocupada mientras se acercó a tocarme el rostro en un gesto amoroso.

Lo pensé un momento antes de contestarle.

—No mamá, de todas formas es mejor si es sorpresa. ¡Hasta más tarde!

Salí apresurada de la casa. Estrellando la puerta.

—¡Lo siento! —grité, realmente sin sentirlo. Esa sensación de estrellar la puerta descargando mis energías era simplemente indescriptible.

Al salir a la calle miré a ambos lados pensando en la forma más rápida de llegar a la plaza. El bus tardará mucho en llegar. Opté por irme caminando, ¿dije "caminando"? quise decir "¡volando por tierra!" —Maldición, eso me pasa por ser tan despreocupada total, sé que soy así y no hago nada para cambiarlo.

Y así fui corriendo, rogando a Dios poder llegar a tiempo.

Todo Cambió [Prince Royce] [TC 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora