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Mis piernas temblaban, Ethan aún no baja del auto porque yo no se lo permitía; aun sostenía su mano con fuerza, no quería comenzar todo esto tan pronto. Había una parte de mí que quería realizar todo esto y acabar con ellos tan pronto como fuese posible, pero estaba la otra parte que tenía miedo a fallar en el intento y eso era lo que más temía, no quería fallarme a mí misma.

—Al fin hemos llegado —chilló mi madre bajando del auto.

Observé cada mínimo detalle del edificio mientras bajaba del auto. El lugar se veía mucho mejor que en internet, su aspecto era antiguo y era lo que había llamado mi atención desde el inicio, el espacio del campus era inmenso haciéndome sentir intimidada; no quería perderme caminando por estos lugares, no quería sentirme estúpida preguntando en donde se encontraba cada lugar, siendo sincera no quería relacionarme con nadie que pudiese dañarme, suficiente había tenido en la secundaria como para continuar con la misma tortura de siempre.

Esperaba que en unas cuantas semanas comenzara a sentirme cómoda aquí y comenzara a ver este lugar como mi nuevo hogar, aunque me costara un poco aceptarlo, aunque en el fondo supiera que este lugar nunca sería mi hogar.

Sin soltar la mano de Ethan comencé a caminar hacia el lugar donde se encontraba la oficina, varios chicos ya comenzaban a caminar por los pasillos; muchos de ellos comenzaban a observarme con intriga y otras chicas simplemente fijaban su mirada coqueta sobre mi hermano.

—Debo entrar sola —le mencioné a mi madre y a Ethan.

—Te esperamos acá —respondió mi hermano.

Asentí y dejé que el aire que estaba reteniendo abandonara mis pulmones para entrar a aquella oficina y dar inicio a todo esto.

La oficina era pequeña pero acogedora, se podía observar claramente que aquel pequeño lugar era administrado por alguien avanzado en edad, los colores con los que las paredes habían sido pintadas eran oscuros, pero aquello dejaba en claro que la persona era alguien bastante elegante.

Me senté en una de las sillas sola, ese era mi fuerte estar siempre sola y lejos de las demás personas, odiaba socializar con la gente, la timidez la mayoría de las veces o, mejor dicho, siempre me ganaba y me hacía quedar en ridículo.

Una señora de cabello oscuro y gafas grandes apareció frente al mostrador y enseguida me acerque a ella, solamente tuve que decir mi nombre para recibir la llave de la que sería de hoy en adelante mi nueva habitación, una habitación que compartiría quien sabe con quién, me entregó de igual manera mi horario y enseguida se despidió de mi como si tuviera alguna precisa.

Observé aquella llave entre mis manos y nunca en mis dieciocho años me había sentido con tanta libertad como la tenía ahora, mi madre a pesar de tener un segundo hijo siempre había sido sobreprotectora conmigo de ahí provenía mi timidez y mi forma antisocial de ser, gracias a ella nunca de niña lograba tener amigos e incluso en la secundaria eso me había afectado bastante.

Pequeña Diosa |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora