Cap. 9 Cuarta parte

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Desde el día en que fue anunciado que Akira podría no sobrevivir, todos los que escucharon la noticia estaban devastados, sobretodo Charlie, quien quería ver a su amada princesa y pedirle perdón por no creerle y por ser tan estúpido de creer una mentira, pero ahora no podría hacer eso, Akira jamás le escucharía y tenía miedo de que ella muriera y de quedarse solo por su poca malicia y falta de beneficio de la duda.

A las pocas horas de estar en sala de espera, Law llamó a Charlie a su consultorio y le pidió que no se acercara a ver a Akira, ya que, si ella sobrevivía y volvía en sí, podría tener alguna consecuencia física o psicológica debido a que intentó matarse con una letal sobredosis de droga y el sólo verle podría empeorar el estado de salud de la rubia. Charlie estaba impactado de saber que su princesa había caído en drogas, pero no estaba ni enojado ni decepcionado de ella, lo estaba de él mismo, él, quien juró protegerla y amarla sobre todas las cosas, la había lastimado y eso la condujo a caer en ese mundo oscuro. Charlie, a pesar de que estaba molesto por el hecho de que Law no le permitiera estar junto a ella, aceptó a regañadientes el no acercarse, pero... ¿Hasta creen que él lo hará?... Nooo... obviamente él buscaría la manera de estar cerca de ella lo más posible, buscaría maneras de burlar a Law para estar al lado de su amada princesa, él estaba dispuesto a darlo todo por ayudarla a salir de ese profundo hoyo y aunque el amor que él profesaba por ella no sería suficiente, su esfuerzo y su paciencia para estar a su lado sí.

Al salir del consultorio, vio que no quedaba nadie de los que estaban afuera en sala de espera, eso le dio tranquilidad para llorar un poco en silencio, no quería que ninguno de sus amigos lo viera así, pero es inevitable saber que estaba sufriendo mucho porque se negaba a perder a su princesa, la princesa de quien se había enamorado hacía 15 años atrás y por quien lo daría todo con tal de estar junto a ella siempre. Antes de marcharse, una joven enfermera, amiga de Shana, se acercó a él y le regaló unas ropas de enfermero para que pudiese ver a Akira las veces que él quisiera. La joven enfermera había escuchado la conversación entre él y Law sin querer y le pareció injusta la medida y por eso le había hecho el obsequio al teniente. Éste, con una cálida sonrisa, le agradece y se marcha del hospital. Desde ese momento, y gracias a esa ayuda, Charlie pasaba desapercibido en los pasillos y podía accesar a la habitación donde estaba Akira. La primera vez que fue a verla quedó impactado, al verla conectada a un montón de tubos y respiradores que le ayudaban a sobrevivir. Charlie vio la gravedad del asunto y se sentía responsable de ello, pero eso le dio más fortaleza que nunca para seguir al lado de ella. Cada día le llevaba un ramo de claveles blancos, una de las flores favoritas de Akira, y se quedaba largas horas haciéndole compañía, aunque ésta no se diera cuenta. Law a veces entraba a la habitación a revisar el estado de salud de su amiga, a veces tenía la desdicha de ver al nuevo enfermero estar tanto tiempo allí, le molestaba, pero no sabía por qué, porque ni ápice de sospecha tenía que ese enfermero era Charlie en realidad. Cuando Law se marchaba, Charlie tomaba la mano de Akira y acariciaba el cabello de su princesa y le daba tiernos besos en la frente, adoraba hacer eso, y se prometió a sí mismo que si Akira despertaba algún día, cuando ya ellos pudiesen hablar y reconciliarse, él le acariciaría el cabello y le daría muchos besos, no sólo en la frente, todos los días, fuese o no necesario. Un día de tantos, por consejo de Guile, fue en busca de Shina, quizás ella pudiese darle algún consejo de qué llevarle a Akira para cuando despertase, ya que, si ella había perdido la memoria, tal vez algo de su vida le recordase algo. Charlie fue a buscar a la susodicha a WPC, el otro imperio de su princesa y la encontró en la oficina central, una oficina que, a pesar de pertenecer a un gran imperio, era bastante humilde: escritorios sencillos y acoplados con una laptop y a excepción de la silla acolchada de Akira, tenía asientos sencillos pero bonitos. Charlie entró saludando amablemente y con una sonrisa cálida.

-Buen día, busco a la señorita Shina Divella, ¿es usted de casualidad?

-Sí señor- respondió la italiana- soy ella, ¿en qué puedo ayudar?

No Hay Nadie MasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora