Capítulo 9 segunda parte

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Pasado algún tiempo...

Akira y Charlie no volvieron a dirigirse la palabra, ambos siguieron su camino por separado, creían que, al estar así separados, las cosas podrían mejorar ligeramente, pero no... las cosas no podían ir peor:

*Charlie no dejaba para nada su cuartucho, estaba empeñado a pasar allí el tiempo que fuese necesario, pero con el paso de los días, las cosas para él no mejoraban, cada día estaba peor, empezó a tomar más seguido y ser más descuidado con él mismo, al punto que sólo salía a ir al baño y fuera de ello, no le importaba nada más. Ni siquiera comía. Los novatos de vez en cuando le dejaban una bandeja de comida afuera de su puerta, él la recogía para no ser un maleducado, pero jamás comía, de hecho, Charlie cada día iba más en decadencia: perdió mucha masa muscular y estaba pálido y delgado, estaba fuera de sí y eso empezó a preocupar a los demás superiores y a Guile, quien ya empezaba a preocuparse seriamente por su amigo.

*Akira tampoco la estaba pasando muy bien que digamos: desde el día en que Dégel decidió separarla de su pequeña, Akira no ha ido sino en decadencia: nuevamente cayó en la fatal trampa del alcoholismo, no había día en el que no tomara alguna bebida alcohólica que estuviera a su mano. Por súplicas del capitán de SAINTS, Akira reapareció nuevamente en la jefatura para trabajar con sus amados novatos, pero el rato de felicidad le duraría poco, pues debido a sus constantes estados etílicos, en una redada meridiana, un grupo de jóvenes se le puso muy espeso a nuestra querida rubia y ella no hizo más que actuar con violencia y brutalidad y tanto fue el embrollo, que terminó siendo suspendida por abuso de autoridad, lo cual parecía no importarle en absoluto, sabía que eso significaba tiempo libre para ella, pero más sufrimiento al estar sola. Ese tiempo libre dio paso para que Akira cayera aún más hondo.

Algunas semanas después, en la base de las fuerzas aéreas...

Era un día magnifico, bastante maravilloso, y desde que iniciaron las claras del día, Guile había amanecido bastante decidido a hacer que su amigo Charlie saliera de su encierro para que disfrutara las maravillas de la vida, necesitaba hacerlo sentir el aire fresco y ver cómo podía hacerlo entrar en razón. Antes de todo eso, los superiores llamaron al teniente para presentarle a un nuevo miembro de las fuerzas aéreas: su nombre era Daidalos Albiore Elgueta, un joven alto, corpulento, de cabello rubio y largo y ojos azules, provenía de Argentina y estaba allí por un intercambio entre la fuerza americana y la argentina.

-Ché, buenos días... me llamo Daidalos Albiore, pero prefiero más que me llamen Albiore, es un gustazo conocerlo, ¿y vos sos?

*¿Por qué a mí? Qué odioso y qué situación en la que he caído* se decía el teniente de peinado extraño para sus adentros - Me llamo Guile y estaré a tu cargo, es un gusto conocerte

Hasta el mismo Guile vio que Albiore despedía de todo su ser su esencia nacional, sabía que la vería difícil y más sin el apoyo de su amigo. Albiore no tardó en ver que el teniente tenía una cara de pocas pulgas y preocupado, y creyó que, como era su primer día en la base aérea de la nación nipona, su deber era ayudarle.

-Ché, machito, ¿tenés problemas? - preguntó el argentino en secreto a Guile

-Tranquilo muchacho, estoy bien

-Vos no estás bien, tenés una cara del ojete y no es normal... decime, ¿necesitás ayuda? Yo puedo ayudarte, si vos querés.

Parecía ser que el nuevo miembro de las fuerzas aéreas estaba dispuesto ayudar al viejo teniente, lo cual fue como una luz de esperanza para Guile, sabía que ya contaba con la ayuda de un buen amigo.

-Está bien novato, tú ganas esta vez. Necesito tu ayuda- tomándolo del brazo, Guile se llevó a Albiore hasta el cuartucho donde pasaba encerrado Charlie.

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