Me acomodé los lentes por enésima vez mientras miraba la pantalla del computador. La foto que debía editar me aguardaba en la ventana del Photoshop y nada que empezaba. Llevé mis rodillas al pecho y rodeé la taza de café caliente para transmitir un poco de calor a mis manos que entre todo lo que bullía en mi cabeza y las dos noches que llevaba sin dormir me tenían a mal traer, estaban heladas del todo y por momentos me parecía que temblaban. Me puse de pie y caminé hacia la ventana del edificio, trastabillé en la alfombra y fui a volcar el café en el sofá, maldije por lo bajo, pues definitivamente necesitaba dormir un poco. Las ojeras me llegaban al ala de la nariz, mis ojos tenían los párpados hinchados y la esclerótica rojo sangre, llevé mis dedos mayor y pulgar y los apreté refregándolos como si de alguna manera fuera posible darles algo de alivio, pues estaba agotada del todo y había llorado angustiada las últimas dos noches. Apoyé el repasador sobre el desastre de café, mientras recogía mi cabello despeinado y enmarañado en una coleta apurada. Me miré objetivamente y era un desastre, siempre lo había sido, pero desde que había recibido aquella llamada, lo que yo podía llamar “mi zona de control y confort” se había perdido del todo. Ahora me encontraba en medio de una encrucijada de la que no podía escurrirme de ninguna manera.
Miré a través del cristal de mi departamento hacia la calle, la noche estaba tan oscura que apenas resaltaban las lucecitas pequeñas de algunos edificios, calculé que de algún noctámbulo como yo, la luna brillaba por su ausencia y el silencio era devastador. ¿Qué podía ser peor que la soledad, de noche, y repleta de recuerdos horrorosos que amenazaban con aparecer de un momento a otro?
Puse la cafetera de nuevo y fruncí el ceño mientras recordaba en mi mente las palabras de Emilie, que con aquella voz dulce y melodiosa había anunciado con bombos y platillos aquella desgracia, que a mis oídos y mi vida había sonado como el sonido estrepitoso de un cataclismo. Es que no había por donde escabullirse, la idea de tener que volver a como dé lugar a la que en algún corto tiempo de mi espantosa vida adolescente había considerado mi casa, en un pequeño pueblo perdido donde había odiado a cada uno de sus habitantes; reencontrarme con mi padre enfermo con el que apenas hablaba y con mi dulce hermana perfecta, que para variar se casaba, y no con un hombre cualquiera, no señor, se casaba con el hombre que yo había amado los últimos diez años de mi vida. ¿No es eso acaso una catástrofe?
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La Desgracia que Enderezó el Eje de mi Vida
RomanceCOMPLETA Jo es fotógrafa de deportes y prestigiosa dentro de su trabajo, pero su vida es un desastre, al menos en la parte personal. La llamada de su hermana anunciando su casamiento y la necesidad de que vuelva a su pueblo donde ha dejado desde la...