Capítulo 25

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Unos días después, mientras estábamos recostados en el sillón de la sala mirando una entretenida serie de televisión, mi móvil sonó. Extendí mi mano para tomarlo y era una llamada de Emilie. Me incorporé nerviosa y bajamos el volumen del televisor.

—Jo... ya está. Ya firmé, está todo listo.

—Qué bueno Emilie... que alegría. —tragué nerviosa.

—¿Podrás venir así terminamos de hacer todo?

—¿Qué es todo?

—Bueno... sólo firmé el boleto de venta y me entregaron una parte del dinero, quisiera entregarte lo tuyo y ponernos de acuerdo para lo de la escritura.

—Claro, entiendo. Pasado mañana estaré por allí.

—Ok.

Terminamos la llamada y miré a Nate con una mezcla de sensaciones, la satisfacción de que todo iba según lo planeado, y tristeza de saber que mi vida volvería a su cauce en dos días. Eso significaba alejarme de ese hombre que me miraba pensando exactamente lo mismo. Ninguno dijo nada, guardamos silencio, pensamientos y sentimientos. Yo los encadené para que no se movieran si quiera, que no agitaran aún más mi corazón que apenas se sostenía.

Esa noche me metí rápidamente bajo las colchas de su cama, hacía mucho frío, sobretodo dentro de mí. Me abracé a él y no dijimos nada, nos sostuvimos y nos aferramos el uno al otro. Me dijo cosas bonitas sobre mis ojos y mi cabello, sobre una receta que iba a darme para que me alimentara como debía y no comiera tantas porquerías, todo tipo de temas banales. Yo reía para disimular, pero por dentro moría de sólo sentir su respiración sobre mi rostro y su sonrisa tierna. Deseé que esa noche fuera eterna y que no se acabara nunca.

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Aquella mañana luego de que bebimos el café, tomé mi mochila y mis bolsos, los cargamos en el auto y me detuve frente a Nate, nos miramos muy cerquita, en silencio, sólo se oía nuestra respiración y el tic tac del reloj de pared

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Aquella mañana luego de que bebimos el café, tomé mi mochila y mis bolsos, los cargamos en el auto y me detuve frente a Nate, nos miramos muy cerquita, en silencio, sólo se oía nuestra respiración y el tic tac del reloj de pared. Acarició mi rostro y yo el suyo, nos estudiamos y nos repasamos, memorizamos nuestras facciones y nuestras maneras.

—Necesito preguntártelo Jo... —supe lo que iba a decirme, y no lo detuve, necesitaba pasar por esa prueba. —¿Quieres quedarte?... Voy a cuidarte, a cocinarte, a regañarte y controlar tus locuras, abrazarte todo el tiempo... te lo juro... es la verdad.

La Desgracia que Enderezó el Eje de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora