Capítulo 14

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Perdón por la tardanza... no me dan los tiempos para nada... no sé si podré actualizar mañana, si no es así, tengan paciencia, el finde me pongo al día. Los quiero y gracias por estar. 

Aún estaba llorando afectada del todo, mis manos temblaban y apretaba ambas al volante del auto mientras veía a Nate abstraído por completo en sus asuntos

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Aún estaba llorando afectada del todo, mis manos temblaban y apretaba ambas al volante del auto mientras veía a Nate abstraído por completo en sus asuntos. Inspiré hondo y me sequé las lágrimas con la manga de mi campera, abrí la puerta y crucé la calle sin quitar mis ojos de su pecho que al notar que iba hacia él abrió sus ojos sorprendido, tal vez por el estado en que estaba, o por mi cara deformada de tanto llorar, no lo sé, pero caminé decidida y rápidamente hacia él y rodeé su cuello con mis brazos, rozando su mejilla apenas con la mía. No podía hablar, no podía decirle nada, sólo me abracé con todas mis fuerzas mientras él respondía a mi abrazo rodeando mi espalda y hablando casi como un susurro.

—Jo... ¿qué sucede? Dime por favor...

No podía hablar, tenía todo atravesado en mi garganta como una piedra que no me permitía siquiera respirar.

—Jo... —me abrazó tan fuerte, me rodeó por completo y cubrió mi espalda, quise quedarme allí para siempre.

Mi madre no se había ido, mi madre no se habría ido sin llevarse sus documentos, algo le había pasado, algo le habían hecho y mi padre había ocultado aquello.

—La mataron Nate... —fue lo único que pude pronunciar, mientras hacía palabras aquel pensamiento catastrófico y triste, doloroso y a la vez consolador, pues no me había abandonado. No había sido falta de amor ni desidia o apatía, era algo ajeno a ella, era otra cosa y esa mezcla de sensaciones opuestas, distantes y egoístas que salían de este corazón me hicieron gemir mientras sentí mis piernas aflojarse.

—Shh... tranquila...

Nate me sostuvo y me llevó dentro de la casa, nos sentamos en el sillón y me trajo agua.

Tomé aquel vaso entre mis manos aún temblorosas, lo acerqué a mis labios y apenas los humedecí pues sabía que no pasaría absolutamente nada por mi garganta. Me dolían todos los músculos de mi cuello por el esfuerzo para calmar mi llanto.

—¿Qué sucedió Jo? —dejé el vaso sobre la mesa baja y metí mi mano dentro de mi campera, tomé el sobre y se lo entregué.

Lo vi sacar de dentro aquellos documentos y mirarlos, recorrerlos con su ceño fruncido mientras yo apretaba una mano contra la otra. Extendió su mano y tomó la mía apretándola y me hizo mirarlo a los ojos.

—¿De dónde sacaste esto? —tragué nerviosa pues temía decirle de dónde y que sacara las mismas conclusiones que yo había sacado, pero necesitaba calma y una mente fresca que me ayudara a ordenar todos los pensamientos y me diera esa tranquilidad que yo anhelaba.

—De mi casa.

—¿De tu casa? ¿De dónde?

—Estaba oculto en el armario de mi padre, en su habitación... Nate... —comencé a llorar nuevamente. —Dime por favor que no significa lo que estoy pensando.

La Desgracia que Enderezó el Eje de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora