Capítulo 12

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Nos despedimos en la casilla, habíamos caminado en silencio desde ese momento incómodo y hasta que vi su espalda alejarse de mí. Que loca es la vida que de un momento a otro te sorprende con una persona así. Lo vi sonreírme por el cristal de su coche y algo se estrujó dentro, ¿cómo podía ser posible que no le hubiera dicho algo? Estaba repleta de miedos y de terribles angustias.

Suspire y me subí al auto, estaba triste o arrepentida... no lo tenía  claro, mi corazón parecía un novato del todo, pues no se animaba a lanzarse a nada, definitivamente me dolía, pero supuse que en unos días todo quedaría en el pasado, como una bonita e incipiente amistad con alguien espectacular, divertido, guapo y que cocinaba a las mil maravillas... y.... que vivía en la Villa, que amaba la Villa y tenía todo allí. Eso lo complicaba todo.

Arranque el auto y volví a la posada, cuando llegué había gente que se estaba acomodando, dos familias que Emilie indicaba para el primer piso, papá estaba en el comedor como todos los benditos días desde que yo había llegado, con el periódico en su mano.

—Vaya, vaya... al fin apareciste... —¿No piensas ayudarme? Y explícame por favor por qué hoy estás al extremo desastrosa...

—No tengo idea del manejo de la posada Em... y... estuve en el lago.

—¿Qué es eso que tienes allí? —señaló mi cabello y mire la flor que Nate me había puesto, la había olvidado del todo. Me la quité y la tomé en mis manos.

—Eh... estuve tomando unas fotografías y la olvide allí... —hizo una mueca desagradable y yo decidí ignorarla.

—Por cierto, definamos de una vez lo de la sesión de fotos antes que se acerque el fin de semana.

—Está bien... para mañana si te parece.

—Supongo que sí... ¿Podría contar contigo para algo más?

—¿Qué necesitas?

—Quisiera que por favor llegues por la florería de la señora Poe y encargues las docenas de rosas que necesito para decorar el frente.

—¿La señora Poe todavía vive?

—Creo que terminará enterrándonos a todos... —reí.

Mire a mi alrededor y noté lo que Nate me había dicho, realmente la posada se estaba viniendo abajo.

—Emilie, sería bueno que invirtiéramos un poco en restaurar la posada, creo que más allá de restaurar el frente para la boda, necesita arreglos profundos, sino la perderemos, mira las humedades... yo podría ayudar con algo de dinero.

—¿Qué?

—Eso... que debemos arreglar la posada.

—Olvídalo Jo... estoy por casarme y lo que menos quiero es gastar un centavo y menos tirarlo aquí... no pienso quedarme toda la vida recibiendo personas ni atendiéndolas.

—¿Y que será de la Alameda? —pregunté incrédula y con el ceño fruncido.

—Pienso que lo mejor es venderla ¿no crees?

—¡¿Qué?! Estás loca... olvídalo. Es la posada de mamá... de los abuelos.

—¿Cuál mamá ? ¿Cuáles abuelos? Por Dios Jo... a ellos no los conociste y a mamá... mejor ni la nombremos. No le importaste ni tu ni yo, mucho menos la posada.

—No puedo... no podría... Aquí pasamos casi toda nuestra vida...

—Sí... como quieras... eres sentimentalista. O la vendemos o se perderá arruinada.

Me quedé pensativa mientras subía las escaleras y seguía notando el deterioro general que tenía.

Entendía las razones de ella y también defendía las mías... supe que tendríamos que tomar la decisión antes de que me fuera.

La Desgracia que Enderezó el Eje de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora