Capítulo 17

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Nos detuvimos frente a un hermoso restaurante, era elegante y estaba repleto de mesas con delicados manteles negros y color champagne, no recordaba si alguna vez en la vida había ido a un lugar tan bonito. Sonreí de primeras, apenas Nate me abrió la puerta y más aún cuando tomó mi mano nuevamente como si yo le perteneciera. Vacilé nerviosa ante el escrutinio de las miradas del lugar, pero ya lo sabía yo que en La Villa todas las noticias corrían como reguero de pólvora, y supuse que llamaba la atención que un hombre como Nate esté con una mujer como yo... es que ni yo me lo creía.

Cenamos algo extraño que él me recomendó y la verdad es que estaba delicioso, insistió que bebiera algo de vino, pero lo mío era la cerveza, tanto perseveró que finalmente bebí una copa, era dulce y dejaba a ese sabor especial en la boca cuando se combinaba con la carne.

—¿Qué esperas de todo esto Jo?—dijo mirándome con atención.

—No lo sé... no quiero hablar de eso ahora, son tantas cosas y es tu noche.

—Todo lo que tiene que ver contigo me interesa.—Hay Diosito... me mataba su manera de decirlo y como sus palabras entraban atravesando todas mis corazas y prejuicios para clavarse en mi corazón que cada instante estaba más débil.

—Gracias... —dije tímidamente y el sonrió.

—Vamos... dime... ¿crees que podrás alcanzar la verdad de tu madre? ¿Crees que es necesario hacerlo, revolver tantas cosas que ya fueron enterradas hace tanto?... ¿No te da miedo?

—Me da mucho miedo... —dije con seriedad. —... ese miedo que te pide saber más. Fueron tantos años creyendo una afirmación que ahora hace desmoronar tantas cosas que creí... es difícil. Walt, antes de que subiera a ese bus que me traía, me dijo que esa adolescente que se fue de aquí es el comienzo de lo que soy hoy... alguien que se creyó despreciada y con poco valor para alguien tan importante como lo es una madre. Eso me marcó para siempre. Y ahora... ahora trato de recomponer eso para poder enderezar mi vida, creo que ese es el fin de mis intentos por entender algo más. —me miró atentamente mientras hablaba y guardó silencio.

—¿Y qué vas hacer cuando todo termine...? Porque no faltan tantos días... y quiero saber qué...

—Voy a irme. —lo interrumpí y se quedo un minuto en silencio, como procesando mis palabras tan firmes y terminantes. Me hubiera gustado poder decirle algo más, pero no podía, no iba a quedarme en la villa.

—Claro... ya me lo habías dicho. —sonreí levemente.

Terminamos la comida hablando de su familia y de la mía, de como nos habíamos adaptado y el camino que había seguido cada uno luego de la escuela. Pagó la cena y luego de caminar juntos por la avenida y mirar un buen rato el lago, bajo la hermosa luz plateada de una luna enorme que parecía mirarnos, condujo hacia el puente donde había dejado el auto aparcado.

Se detuvo y nos quedamos silenciosos mirando la nada, pasaron algunos segundos o minutos, no lo sé, porque el tiempo a su lado no me pesaba ni necesitaba medirlo, y hasta los momentos silenciosos como ese, podía disfrutarlos infinitamente. Baje mi mirada hacia sus dedos y vi que acariciaba el llavero del coche, estaba nervioso y yo también lo estaba, no podría decir exactamente por qué, pero quería quedarme allí para siempre, y al mismo tiempo salir corriendo, estar en silencio y gritar. Yo no sé qué era todo eso, pero se sentía como un nudo atorado en mi estómago, que dolía.

Bajó del auto y lo vi dar la vuelta para abrirme la puerta, acompañarme hasta mi auto y cuando me acerque para besar su mejilla, vi su ceño fruncido y su rostro apagado.

—¿Estas molesto Nate?

—No... —se sorprendió de que se lo preguntara, pero más le debe haber sorprendido que me diera cuenta.

La Desgracia que Enderezó el Eje de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora