Capítulo 6

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Dicen que cuando te enamoras tu estómago se llena de mariposas,  pero yo creo que no. Es algo diferente, es un fenómeno mucho más intenso, es como una bomba de relojería que si explotara soltaría plumas, las mismas plumas que te hacen unas cosquillas inagotables en la barriga.

Cuando llegué a casa mi padre estaba en el comedor con un vaso de ron en la mano. Tenía un aspecto lamentable y  había dejado el comedor y la cocina hechos un desastre.

-¿Dónde has estado?-me preguntó aunque me costó entenderlo porque no vocalizaba de lo ebrio que iba.

-He ido al correfoc con unos amigos. Creo que me voy a dormir, estoy muy cansada-dije. Había sido una noche memorable y no quería que él la hiciera añicos.

-Nada de eso señorita-continuó-¿dónde has estado? Tú no tienes amigos, te pasas todo el día leyendo esas tonterías tuyas. Además, ¡¿Se puede saber que llevas puesto?!  ¡No toques las cosas de Elisabeth!- dijo mientras se desabrochaba el cinturón.- Te vas a enterar niñata.

-Si me tocas iré a la policía, te arrestarán y por fin saldrás de mi vida así que no te atrevas a ponerme una mano encima-le dije amenazante, aunque en realidad tenía miedo. Cuando estaba borracho no tenía límites.

-¿De qué coño vas hablándole así a tu padre? Me debes un respeto-dijo-después de lo mucho que he hecho por ti-acabó diciendo mientras le daba un trago al ron y apretaba con su puño todavía más el cinturón.

-¡Mi padre murió!-al final grité.- Murió junto a mi madre, murió en aquel maldito accidente de coche. Se lo llevó todo de ti el accidente,  mamá te arrastró con ella, no eres más que un maldito muerto que sigue respirando e hinchándose a alcohol. No eres el padre de nadie, solo eres un muerto esperando a que su cuerpo acabe de completar el proceso.

Cerré la puerta con un portazo y nada más salir fui a una cabina telefónica:

-Iaia, ¿puedes venirme a buscar?

Mi abuela no tardó mucho en llegar y esa noche dormí en su casa. Por la mañana le conté todo lo de mi padre y decidió que había que poner fin a eso.  Me ofreció quedarme con ella pero no podía hacerlo, ahora que había conocido a Guillem no podía.  Todavía no sabía si lo quería pero lo que sí que sabía era que quería conocerlo más, quería aliviar esas plumas que sentía al pensar o hablar con él. Al final decidí que acabaría la ESO en mi pueblo y que después mi abuela me pagaría una habitación de estudiantes en la ciudad donde decidiera estudiar. Me dijo que si cualquier día pasaba algo con mi padre que la llamara sin dudarlo y que ella iría a visitarme cada semana para ver cómo estaba.

Al cabo de unos días volví, me había saltado un par de días de clase pero tampoco me había perdido mucho. Cuando me tocó mates, antes de que la clase empezara me disculpé ante el profesor García y le prometí no volver a leer un libro en su clase durante lo que me quedaba de Eso y por muy extraño que fuera me quitó el castigo. A duras penas me pude concentrar en su clase pero al final pude prestar un  poco de atención.

A la hora de optativa los de la otra clase no venían así que Elías se sentó a mi lado. Nunca hacíamos nada durante esa hora. Saqué un libro y me puse leer. Aún no había visto a Guillem desde que me besó y estaba nerviosa por eso. ¿Se suponía que estábamos saliendo?

Elías sacó una libreta pequeña con las hojas blancas y empezó a dibujar. Las líneas se juntaban perfectamente creando bellos dibujos realísticos de unos pájaros en un nido. Parecía otra persona mientras dibujaba. Con solo mirarle la cara podías notar en sus ojos que él ya no estaba allí, simplemente estaba en su mundo, recorriéndolo y plasmándolo en papel.

Entre el té y sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora