Capítulo 15

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La casa de Vic era grande. Angela trabajaba en una empresa importante de una ciudad próxima por lo que tenían suficiente dinero para permitirse una casa buena. Tampoco era muy lujosa pero sí que tenía mucho espacio y un gran jardín.

Mi habitación era amplia con mucha iluminación natural proveniente de una gran ventana que daba al patio trasero. Las paredes estaban pintadas en diferentes tonos de lila, la cama era muy cómoda, tenía un escritorio con un ordenador y un par de estanterías que pronto llenaría con todos los libros que estaban metidos en las cajas.

Cuando lo desempaqueté todo me tumbé en la cama y llamé a Guillem:

-¿Vamos a tomar algo?-le pregunté.

-En el lugar de siempre a la hora de siempre-dijo.

-Perfecto.

 Cuando bajaba las escaleras para salir de casa me encontré a Angela en la entrada.

-¿Vas a una cita?-preguntó sonriendo.

-Se podría considerar así-dije.

Se rió.

-Hablas de una manera muy peculiar. ¿Nunca te pones maquillaje?

-No, tengo un talento catastrófico para pintarme la cara- me reí.

-Bueno, diviértete.

-Lo haré.

Cuando llegué al bar Guillem ya me esperaba en la puerta con un paraguas rojo en el brazo. Habían unas nubes grises muy gruñonas en el cielo por lo que era probable que fuera a llover.

- Una excusa para estar a mi lado, eh-dijo cuando me vio.

-¿Qué?-dije.

-Eso de no llevar paraguas aun viendo el cielo que hay.

Me reí. La verdad es que no había pensado en el paraguas.

 -Puedo tenerte a mi lado sin usar esa excusa-dije.

-¿Ah, sí? Demuéstralo-dijo poniendo una voz muy sexy.

Me acerqué a él hasta que nuestros cuerpos se rozaban. Miré hacia arriba. Él me sacaba una cabeza entera. Nuestros ojos se volvieron a encontrar como tantas veces había pasado, esa electricidad, aquel egoísmo descarado volvieron a recorrer mi cuerpo.

 Guillem se agachó un poco y me susurró al oído:

 -¿No deberíamos entrar?

Toda la conexión se rompió con las palabras. Aquella sensación era tan potente como delicada y las palabras no eran bienvenidas una vez se iniciaba.

Entramos justo cuando la primera gota de agua caía al suelo.

Cuando nos acabamos las bebidas decidí invitarle a casa para enseñársela. Caminamos los dos juntos bajo el mismo paraguas. Era el paraguas que me había dejado aquel día de Setiembre lluvioso. Desde entonces había pasado de caminar sola a tenerlo a él a mi lado.

Las gotas se estrellaban contra el suelo gris lleno de chicles ya pegados para siempre en él. La lluvia parecía no querer acabar nunca. Cuando llegamos a mi casa lo primero que hice fue subirlo a mi habitación. Nos sentamos encima de la cama.

 -Parece que cada vez tengas más libros-dijo.

-Me han regalado unos por reyes- dije.

-Eso explica muchas cosas-dijo aburrido- pero yo no quiero hablar de libros.

-¿De qué quieres hablar entonces?

-Quizá no quiero hablar-dijo.

-Entonces, ¿qué quieres hacer?

-Algo que siempre me apetece hacer y de lo que nunca me puedo saciar- dijo con un tono de voz bajo.

Me puso la mano en la barbilla y me besó. Tampoco podía yo saciarme de sus besos, de su aroma, de su tacto. Enredé mis dedos entre su pelo y lo acerqué todavía más a mí. Puso su mano en mi cintura y me presionó contra su cuerpo.

-Te quiero-murmuré.

-Te quiero-dijo él.

Nos fundimos en más besos.

De repente alguien llamó a la puerta, lo maldije interiormente. Guillem se arreglo un poco el pelo con la mano y se separó de mí rápidamente. Mi hermano abrió la puerta.

 -Tú debes de ser Guillem-dijo.

-Sí-respondió.

-Yo soy Vic, el hermano mayor de Iris. ¿Por qué no bajáis los dos nos conocemos mejor?

Bajamos a la cocina. Angela nos dio un zumo a cada uno y unas galletas. Me costaría acostumbrarme a vivir con alguien, de cierto modo vivir “sola” tampoco estaba tan mal y Vic tenía la pinta de ser un poco sobre protector algo que, acostumbrada a mi independencia, costaría de aguantar. 

Guillem y Vic se pusieron a conversar sobre datos inútiles de los dos y yo me perdí en mis pensamientos.  

Entre el té y sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora