~ Preocupación (D2) ~

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B-bueno, el caso es que... - la voz del más bajo temblaba al hablar -. Hace mucho tiempo yo... ¿cómo decirlo? ¿Besé a alguien sin realmente quererlo? Ni idea. A lo que voy, esa persona ha vuelto a aparecer en mi vida y... no sé qué hacer. Creo que sigo gustándole pero no lo sé...

- No hables más - dijo el rubio tras unir todos los puntos de la historia -. Si te soy sincero, ya sé quien es y te juro que, si te llega a tocar un pelo, me lo cargo.

- ¿¡Cómo que sabes quien es!?

Woosung se levantó sobresaltado del banco, envolviéndose a sí mismo en un abrazo. Su boquita estaba ligeramente abierta, pues preso de su asombro era incapaz de creer que el mayor ya lo supiera. No había sido tan obvio durante su explicación, ¿o sí?

- Matthew - murmuró Jae tras clavar la mirada sobre los ojos oscuros del menor. Se tomó unos segundos para seguir hablando -. Y repito, si se atreve a tocarte, lo mato.

- ¿Por qué tan protector, Jae? Él no me gusta...

- Me importas demasiado como para verte mal, ¿entiendes? - murmuró el mayor, bajando la mirada casi sin quererlo.

El más bajito se sentó junto a él y lo abrazó de lado. Por alguna razón, ambos se sintieron protegidos por los finos brazos del más joven.

- Ahora que yo te confesé algo - dijo Woosung tras separarse un poco del abrazo, mirando el definido perfil del rubio -, ¿por qué no me cuentas algo? Tú también estás raro.

Jae dudó sobre si contarle lo que había pasado con Jinjin. Lo pensó unos segundos, dejando la mirada fija en ninguna parte. Negó para sí mismo cuando se dio cuenta de todo lo que podría llegar a significar el hecho de decírselo. Sonrió mientras volvía su rostro hacia el de Woosung.

- Yo estoy bien, realmente no estoy raro, ¿o sí? - dijo haciéndose el despistado para quitarle hierro al tema.

- Sí estás raro, Jae, no mientas. ¡Mentir es malo! - Woosung sabía hacer el papel de niño pequeño muy bien, esta era una de esas veces -. Tienes que decirme qué pasa.

Ahí estaba, aquel puchero maldito que siempre utilizaba el menor para conseguir lo que quería. Jae lo conocía, no por vivencia propia, sino por lo mucho que se dedicaba a observar a los demás. Por alguna razón, sabía los patrones de todos sus compañeros: sus acciones y reacciones, lo sabía todo. Aunque poca que gente se había dado cuenta de ello. Y los que lo sabían... bueno, ellos ya no están.

- No tengo que decirte qué pasa, porque no pasa nada - respondió el rubio con seriedad -. No te preocupes.

Y, tras decir aquello, Jae se levantó del banco. Woosung siguió sus acciones y aceleró el paso para ponerse a la altura del mayor. En un momento de curiosidad, alzó la mirada hacia el gran reloj de la facultad junto a ellos. Eran las 21:38.

Tenía algo más que decir. Woosung tenía algo más que decir. Realmente tenía miedo de que Jaehyung lo pasara mal, pero tenía algo más que decir. Y, aun así, se lo calló.
No quería hacer sufrir a una de las personas más importantes para él. No le importó el castigo, solamente guardó silencio.

Caminaron juntos hasta el hotel por las amplias calles de la ciudad. Era precioso ver como, poco a poco, la luz natural desaparecía para ser la artificial la que tomara su lugar.

Woosung se sentía como un niño pequeño que salía por primera vez en la noche junto a sus padres. En cambio, Jae seguía serio, pareciendo un hombre de negocios en mitad de una reunión. Vistos así, no era difícil equivocarse a la hora de adivinar quién había visitado la zona inferior otras veces.

De alguna forma, se las arreglaron para no volver a dirigirse la palabra hasta llegar al hotel. La mecanizada y transparente puerta de cristal del lugar se abrió nada más se acercaron. Hacía las cosas más fáciles, a decir verdad, pero a Jaehyung no hacía más que recordarle a las de la zona superior.
Ahí supo que las aborrecía con toda su alma.

Silencio. Si hubieran estado en una habitación completamente insonorizada en vez de en un ascensor, probablemente hubieran escuchado sus corazones latir y sus respiraciones fluir de fuera hacia dentro y viceversa.
¿Qué había sido de ellos?

Eran dos niños pequeños realmente. Se escondían tras una máscara de indiferencia para no dejar ver su lado más sensible. Todos lo hemos hecho alguna vez. En realidad se preocupaban el uno por el otro, pero les daba miedo admitir algo así. Sentían como que estaban en desventaja si lo hacían.
Porque en la zona superior, aquel era espíritu. O ganas, o te ganan.
¿Pero a qué había que ganar?

Llegaron frente a la puerta de madera con el número "113" tallado en una placa dorada. Aquella imagen probablemente se quedaría grabada en la memoria de ambos.

Woosung era quien llevaba la llave, pues había sido el último en salir y, por lo tanto, quien abriría. Un asco eso de tener una única llave, ya que, si Jae salía y Woosung se iba tiempo después, la llave se la llevaba el último que se fuera y, en caso de llegar antes el primero que se fue, se quedaría tirado en el pasillo esperando al otro. Un lío.

La vista de aquella habitación se había hecho habitual también. Cuando te acostumbrabas a ella, podías decir sin miedo a equivocarte que era acogedora. Pero poco más podías decir de ella.

Woosung saltó a la cama, tal y como había hecho otras veces, cayendo desplomado sobre el colchón. Jae estaba dispuesto a hacer lo mismo, cuando el menor se alzó sobre su colchón con ayuda de sus delgados brazos, girando la cabeza hacia el más alto.

- Jae, realmente me preocupa que te encuentres mal y no me dejes ayudarte - reflexionó el más joven de los dos en alto -. Después de todo, estoy aquí para eso, ayudarte.

De nuevo aquel puchero se hizo presente en el rostro del de cabellos blancos. Su pelo estaba despeinado por culpa de la caída sobre el colchón, haciéndole ver más adorable.
Jae cedió, no podía decirle que no. Después de todo, Woosung había bajado sólo para vigilarle y el pobre era quien peor lo estaba pasando.
Merecía saber, ¿no?

El rubio se dejó caer sobre el colchón, sentándose segundos después como un indio. Apoyó sus manos en sus rodillas y buscó las palabras exactas para expresarse, ya que no iba a ser fácil explicar todo lo que había pasado.

Tomó aire. Suspiró hondo. Y justo cuando fue a abrir la boca para empezar a relatar, alguien llamó a la puerta. El mayor tuvo que morderse la lengua para no soltar ningún insulto dirigido a la persona tras la superficie de madera. Mientras el rubio se contenía, Woosung se había levantado de la cama y dirigido a la puerta para abrir.
De todas las personas que esperaba, quien estaba allí era la que menos.

Jinjin.

El chico de cabellos anaranjados estaba en la puerta, pero no venía solo. No estaba acompañado de otro ser de procedencia terrícola, sino por dos máquinas de tamaño mediano. Tenían forma de limón enorme: eran más pequeñas y finas por los extremos que por el centro. Flotaban en el aire gracias a dos propulsores situados en la parte de atrás de los aparatos y contaban con un cañón que estaba iluminado con una luz de color azul eléctrico. Jinwoo ladeó la cabeza nada más ver a Woosung en la entrada a la habitación. Los ojos del acompañado por máquinas se tornaron azules, del mismo color que la luz que adornaba los cañones de la maquinaria.

- ¿Jaehyung? - preguntó casi en un tono robótico.

Y el menor sintió su sangre helarse aconpañada de un escalofrío que recorrió su columna vertebral por completo.

S E L E C T I O N ┊𝘫𝘢𝘦𝘩𝘺𝘶𝘯𝘨𝘱𝘢𝘳𝘬𝘪𝘢𝘯 || PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora