Una vez más, las sonoras campanadas del blanco campanario anunciaban la salida del sol humano, aunque, para los que vivían en la zona superior, este ya hubiese salido. Es más, el sol nunca se escondía para ellos.
En la zona superior era siempre de día.Jae despertó en su blanca y espaciosa habitación, observando el vacío de esta.
En su habitación sólo había una enorme cama, un bonito armario, lleno de ropa blanca, una ventana que dejaba ver ese sol que nunca desaparecía, y la puerta que conducía al frío pasillo que llevaba a las distintas estancias de los demás habitantes de la zona superior.
Ni siquiera un espejo o un escritorio, pero él ya había asimilado el hecho de que no hubiese prácticamente nada en las amplias habitaciones de aquel lugar.
En la zona superior, todo era espacioso pero no había casi nada.Se levantó de la gran cama, de la que disponía todos los días de la semana a todas las horas para dormir, dirigiéndose al armario y abriéndolo con pesadez.
Sacó una simple camiseta blanca y unos pantalones del mismo color, lanzándolos a la cama. Sacó también unos zapatos, del color que todo tenía en aquel lugar, y comenzó a cambiarse de ropa.
Se quitó la camiseta que utilizaba para dormir y la dobló, dejándola sobre la cama justo después. Repitió la misma acción con el pantalón de su pijama, dejándolo encima de su camiseta.
Se vistió sin prisa, no había una razón concreta para tenerla, puesto que su "jornada laboral" no empezaba hasta dentro de una hora.
Jae no pudo ver cómo iba, ni siquiera si estaba bien peinado, por culpa de la falta de un espejo.
En la zona superior, las apariencias nunca importaban.Salió de su vacía habitación y caminó por el pasillo hacia la enorme cafetería, donde la única alma que había era la suya. Nadie más había asistido esa mañana.
Jae suspiró, sentándose en una mesa.
Se había acostumbrado a la soledad más rápido de lo que esperaba.El robot encargado de atender a los clientes de la cafetería se acercó a tomarle nota.
Sin que tuviese que articular palabra, Jae le dijo lo que quería, con una voz más grave de lo normal porque acababa de despertarse.- Un café con leche.
El robot se retiró al momento y, después de que la cafetera sonase por unos minutos causando un molesto ruido, la máquina volvió a aparecer, sirviéndole al solitario chico su orden.
Jae, tomó la taza con ambas manos, llevándola a su boca y dando un corto sorbo que le supo a gloria.
El café le estaba recargando la poca energía que sus escasas horas de sueño no le permitieron recuperar.Se escuchó un leve suspiro, que resonó en la vacía sala.
Minutos después, Jae pudo escuchar como la puerta se abría, dando paso a otro de los inquilinos de la zona superior.
Kim Woosung.
Un chico más joven que él y de aspecto más sano, que llamaba la atención de todo el mundo.
Jae no se hablaba con nadie demasiado, sólo las típicas frases de "Buenos días" o "Buenas noches", gestos cuando se cruzaban en los pasillos y alguna que otra pregunta momentánea, que no daba pie a ninguna conversación.
El rubio no era antisocial, jamás lo había sido y jamás lo sería, simplemente no era muy bueno hablando y, para hacer el ridículo, prefería mantenerse callado.El menor caminó hasta el chico de rubios cabellos y saludó con energía.
- ¡Buenos días Jae! - saludó el de cabellos blancos, sentándose junto al mayor.
- Buenos días, Woosung. - contestó el rubio con desgana, para, justo después, dar un sorbo a su café.
Después de esto, aquellas dos almas no se volvieron a dirigir la palabra.
A Jae le apenaba no poder relacionarse con facilidad como lo hacían el resto de habitantes de la zona superior.
Pero terminó acostumbrándose a pasar las 24 horas del día en completa soledad.El rubio se levantó e hizo una perfecta reverencia, como despedida para el menor.
Acto seguido, se dirigió a la puerta, la abrió y desapareció por ella, dejando la cafetería con una sola persona en su interior, Woosung.
Caminó hacia la única habitación en la que pasaba más tiempo que en la suya propia.
Abrió la puerta, rezando porque no hubiese nadie. No le gustaba ser visto mientras estaba allí aunque ni él mismo entendiese la razón.
Al hallar la habitación vacía, soltó un profundo suspiro de tranquilidad y entró, cerrando la puerta justo después de hacerlo.
Era una habitación enorme, como todas en la zona superior, sin nada más que un monitor incrustado en la pared y un suelo que nunca verías en ningún otro sitio.
Aquella habitación, por extraño que pareciese, tenía el suelo de cristal.Jae se dirigió al monitor y, tras un veloz reconocimiento facial, seleccionó la zona que hoy observaría a través de aquel suelo transparente.
Se tumbó en el suelo con curiosidad, ¿a qué humanos vería hoy? Aquello se había vuelto un hobby.
Había descubierto que los humanos de la zona inferior tenían todo tipo de comportamientos diferentes, algunos eran más callados y prudentes, otros tiraban más por el camino de los ruidosos y alegres, había otros que sonreían a pesar de estar mal y, por último, estaban aquellos que se dedicaban a hacer a la gente sufrir.
Jae había descubierto que estos últimos eran los más molestos, sucios y rastreros. Le producían desprecio hacia los humanos de la zona inferior, pero los que no eran de esta forma compensaban la balanza.
Mirar a la zona inferior se había vuelto una tarea obligatoria en el día a día de Jae.Las fuertes campanadas despertaron a Jae del trance en el que él mismo había entrado, a base de mirar a través de aquel suelo.
Se levantó con pesadez y limpió su blanca ropa, que no se había ensuciado casi nada, puesto que seguía blanca como las paredes de su habitación y, en general, de toda la zona superior.El rubio salió de la habitación de transparente suelo, dirigiéndose a su "lugar de trabajo", una cabina de aspecto futurista, repleta de pantallas y en la que había unas gafas colgadas.
En la zona superior, todos los habitantes eran los encargados de algo. El rubio era el encargado de, a través de una compleja maquinaria, elegir las parejas que se originarían en la zona inferior, así como algunas de la zona superior.
Jae detestaba aquel lugar, a pesar de tener que presentarse ahí todos los días del año.El de cabellos rubios entró en la cabina.
Un pequeño compartimento, situado en la pared, se abrió, tras el reconocimiento facial que la maquinaria hizo al tener a Jae sentado. Este compartimiento contenía una pequeña píldora, que Jae tomó en su mano y observó por varios segundos.
Después, introdujo la pequeña píldora en su boca, poniéndose las futuristas gafas sobre los ojos.
Aquella píldora obligaba a su organismo a olvidar todo lo que pasase desde ese instante hasta el fin de jornada.Varias horas después, las gafas que llevaba el rubio se apagaron, indicándole que su jornada había terminado.
Jae se quitó las gafas y observó el pasillo desde el interior de la cabina. Todavía había luz natural, como si fuesen las 12:00, pero el reloj marcaba las 20:30.
Se levantó con cuidado de la cabina y salió de esta, con la misma sensación de pesadez con la que había entrado."Necesito ir a descansar" se dijo, mientras andaba por el solitario pasillo.
Estuvo andando sin rumbo un largo rato y, cuando las campanadas anunciaron que eran las 21:00, se encontró a sí mismo enfrente de la puerta de la habitación de suelo transparente.
"¿Qué puede salir mal?" se preguntó mientras entraba por la gran puerta que conducía a la habitación.
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S E L E C T I O N ┊𝘫𝘢𝘦𝘩𝘺𝘶𝘯𝘨𝘱𝘢𝘳𝘬𝘪𝘢𝘯 || PAUSADA
FanfikceUna sociedad dividida en dos, la zona inferior de la Tierra, donde los humanos normales conviven, y la zona superior, que no está al alcance de los humanos y en la que viven los pocos que llevan el mundo entero a través de una gran red de máquinas...