━ II: Reencuentros

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EL DÍA EN EL QUE AVISTARON DESEMBARCO DEL REY Lyarra vestía ropas de auténtica dorniense. En la capital el frío era más intenso, así que una capa de seda fina y azulada se escurría sobre sus hombros, sujetada por un broche de oro con el símbolo de la casa Fowler; un halcón, uno grande y con garras afiladas.

Lyarra no buscó a su familia y su familia no la buscó a ella. Junto a Belyas, se instaló en una habitación de la Fortaleza Roja; sus siete torres rojizas eran altas y tan imponentes que la respiración se le quebró.

Sin embargo, mientras observaba el paisaje por la ventana de su alcoba, decidió que el resto de la ciudad carecía de atractivo.

—Este sitio es un pozo de mierda —La loba del desierto se sentía decepcionada; los libros de la dinastía Targaryen describían la capital con ardua pasión, mas aquello que se hallaba frente a sus ojos no era más que bullicio y suciedad.

La mano de Belyas Fowler se posó en su hombro, consoladora. Él parecía más entusiasmado por la visita y la oportunidad de codearse con señores de casas mayores.

—Seguro que conseguiremos divertirnos.

Cuando los ojos de Lyarra se posaron en su esposo adquirieron un brillo pícaro e inusual.

—Seguro que sí.

La joven necesitaba liberar tensiones. Necesitaba olvidar el hecho de que nadie había ido a buscarla. Necesitaba olvidar que era la loba apartada, marginada. Que ni si quiera era una loba.

Ahora soy un halcón.

Cogió la mano callosa y morena de Belyas con cuidado, y con una sonrisa en los labios, Lyarra le condujo hasta el lecho donde se mezclaron sus pieles y crearon esa sensación, ese olor y ese espacio que solo ellos sabían hacer. La noche les atrapó y ellos siguieron moviéndose bajo las sábanas, entre suspiros, roces y placer.

(...)

Sansa y Arya Stark eran polos opuestos, y Lyarra lo supo desde que con tan solo unas horas de vida, la más joven abrió los ojos; esa mirada tosca y desafiante distaba mucho de la dulzura de Sansa. Jamás se llevaron bien, por supuesto, y para instalar algo de armonía entre ellas Lyarra Stark se vio obligada a convertirse en el punto intermedio de sus personalidades.

Dama hecha y derecha, perfectos modales, observadora, hábil en cualquier tarea propia de una señora, pero con un punto salvaje y muy suyo, con un alma lista para el combate verbal y las adversidades. Lyarra Stark había sido delicadeza y ferocidad mientras se mantuvo entre los muros de Invernalia.

Aquello provocó que se convirtiera en el único factor que unía a las pequeñas y que hacía que se soportaran y olvidaran sus diferencias. Cuando Lyarra aparecía, las tres se convertían en una sola persona. En una sola loba.

La mañana después de su llegada Lyarra se dirigió hasta la Torre de la Mano. Entró en un salón exageradamente luminoso con vistas a la ciudad y decorado por flores verdes, azules y rosas. La septa Mordane, esa que tan orgullosa seguía de ella, acompañaba a una Arya y a una Sansa ceñudas y con caras largas. Caras y ceños que, por supuesto, desaparecieron en cuanto vieron a la mayor.

Sansa y Arya corrieron hacia Lyarra como si no la hubieran visto en una vida. Ella no tuvo que agacharse demasiado para abrazarlas y dejar besos sobre sus cabezas pequeñas y mejillas sudadas.

—Os he echado de menos.

—¡Y yo más! —Arya se tiró a los brazos de la loba del desierto con mucha fuerza. Lyarra casi cayó al suelo.

DESERT WOLF ━ Jaime Lannister.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora