Desde que llegó a Invernalia, Lyarra había intentado no pensar en él. Por suerte, la mayoría de los días había triunfado: estaba demasiado ocupada para preocuparse por los asuntos del corazón, y si por algún casual encontraba ratos libres, se obligaba a sí misma a buscar algo con lo que distraerse. Si quería ganar, recuperar lo que le pertenecía, debía mantener la mente limpia, fría y sin ningún león.
Pero la carta lo cambió todo.
Lyarra pasó aquella semana sumida en una sosa y pesada tristeza. Hacía mucho tiempo que no se sentía así, pequeña y ridícula. Quizá, al fin y al cabo, era lo que siempre había sido, y la joven que había caminado por Poniente durante los últimos años tan solo se trataba de una fantasía.
La loba del desierto se recordó a sí misma con quince años, en Invernalia: una cara redonda e inocente, la piel fina y llena de nieve cristalina, los ojos puros, curiosos, y una educación y modales maravillosos. Cuando dejó el Norte y a sus escasos dieciocho llegó a Dorne, su carácter se hizo más hostil e irritante: su cara se afiló y su piel fina se hizo de piedra áspera. Luego, las traiciones, los secuestros, la muerte de los suyos y el confinamiento en Desembarco del Rey le hicieron perder la cabeza. Convencida de que no había salvación para ella, Lyarra se enfrentaba a sus superiores y no se mordía la lengua. Si no fuera por su condición de primogénita, Tywin Lannister se hubiera deshecho de la loba en el primer alzamiento de voz. No obstante, el carácter de Lyarra comenzó a cambiar cuando, después de tantos años, vio cierta luz al final del túnel: lord Jaime Lannister. No porque le quisiese a él o él la quisiese a ella, sino porque fue la primera persona con cierta bondad y humanidad que encontró. Tras ayudarla a escapar, tras desligarse de las ataduras de los leones, Lyarra pudo tomar sus propias decisiones. Aquello la cambió. Pudo poner en práctica, por fin, todo lo que su padre le había enseñado, y así dejó atrás aquella mujer dolida y testaruda para convertirse en una líder. Se preocupó por su honor, por su pueblo, fundó la casa Fowstark y no le importó contraer matrimonio si así conseguía vencer y recuperar su hogar en el Norte.
Pero había vuelto a convertirse en la joven sin voz que abandonó Invernalia por primera vez. Y viéndose a ella misma sola ante sus pensamientos, no quiso luchar. Estaba cansada de pelear por nada, de no hallar ni una sola recompensa ni un solo agradecimiento. Por ello, pasaba los días entre las sábanas pálidas de su lecho, con la chimenea encendida y un camisón blanco que contrastaba con los bucles de fuego. Nadie la visitó durante días.
Lyarra comía, bebía, miraba el bosque nevado por la ventana y leía la carta de Jaime, posada en una mesa de madera peligrosamente cerca del fuego.
Y que pienso en ti, Lyarra. Siempre pienso en ti.
«Debería haberme quedado con él. —Los pensamientos intrusivos le atacaban a diario—. Deberíamos habernos quedado en Dorne. Él y yo. Sin familia y sin estandartes».
La noche en la que Sansa la visitó, apenas había probado bocado. La oscuridad inundaba la habitación, que olía a cerrado y a sopa de pescado. Lyarra leía poesía sobre un sillón, cerca del fuego, y su hermana se quedó en el umbral de la puerta con la cara seria y apagada.
—Lyarra, no te he visto en los últimos... ¿cinco días?
Cerró el libro de los poemas.
—No lo sé. He perdido la cuenta.
—Te dije que quería hablar contigo.
—No me he movido de aquí: de haber querido podrías haberme encontrado. —Con la mano, Lyarra señaló un sillón que se alzaba frente a ella. Ambos eran de color verde oscuro, y varias figuras plateadas los decoraban. Entre ellas se alzaba la mesa de madera—. Siéntante.
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DESERT WOLF ━ Jaime Lannister.
FanfictionLa conocida como Lyarra Stark, loba del desierto, descubrirá lo que siempre ha ansiado: aquello que se esconde bajo la piel de la sociedad que rige Poniente; el poder, las traiciones, la mentira y el amor. Una vez dentro del juego de tronos, no podr...