━ XXI: Adiós

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AVISO: Este capítulo contiene DEMASIADOS factores que pueden hacer que os explote la cabeza y/o el corazón.

Suerte. Contadme luego cómo estáis, que me quedo preocupada.

AVISTARON DORNE DOS DÍAS MÁS TARDE, INMERSOS EN UNA AGRADABLE TRAVESÍA. Lyarra y Jaime, después de aquella noche de poesía, decidieron no guardarse más rencor; por primera vez desde que se conocieron no tuvieron ni una sola discusión. En la medida de lo posible trataban de ayudar a Bronn y a los otros dos marineros, pero a veces, el mercenario escupía al mar y les pedía que se marcharan, pues eran demasiado... ¿empalagosos, decía?

—¿Sigue igual que cómo lo recordabas?

El amanecer besaba las tierras de Dorne con cariño, y Lyarra, experta en el sur, sabía que era un espectáculo digno de ser visto. Se había levantado pronto para asomarse a la baranda y observar el paisaje seco. Jaime llegó poco después.

—Es complicado... —dijo, ladeando la cabeza—. La primera vez que lo vi también estaba en un barco. Varios hombres norteños me acompañaban; cruzamos el mar Angosto y llegamos a esta misma costa. —Los recuerdos aún eran nítidos. Ella todavía era una niña que no había conocido ni la traición, ni la pérdida, ni el dolor—. Yo estaba muy nerviosa y hablaba con mis doncellas acerca del vestido que me pondría en mi boda. Eso era lo más relevante por aquel entonces. Ni si quiera me molesté en admirar el paisaje. —Negó con la cabeza, algo aturdida—. A veces me gustaría volver a ser esa niña inocente, preocupada por vestidos y peinados.

—No imaginaba que hubieras sido así.

—Oh, desde luego que sí. Tampoco era tonta, pero llegué a Dorne buscando mi historia de amor, ¿sabes? Al final, lo único que encontré fue calor, escorpiones, y un esposo que aunque me amaba... o eso decía, solo acudía a mí por las noches, cuando el sol se escondía y yo estaba desnuda en la bañera. Dorne me volvió bastante irascible.

—Aun así... —Sin necesidad de girarse, Lyarra supo que Jaime la estaba observando con detenimiento, analizándola—. Parece que admiras esta tierra.

—Supongo que sí. —Suspiró, algo conmocionada—. Antes de llegar tenía miedo a no ser aceptada por extranjera... Pero era la señora del lugar y todos me trataron como tal: con respeto. Me admiraban y me alababan, y los bardos componían canciones sobre mi pelo rojo y las niñas trataban de pintárselo del mismo color.

Jaime sonrió, y apartó la mirada esmeralda de la joven para clavarla en el paisaje. Se había recuperado de la enfermedad y su piel había recuperado el tono tostado por el sol.

—¿Tienes ganas de volver?

—Más o menos. —Lyarra se encogió de hombros—. Depende de lo que me encuentre.

Al fin y al cabo, su pueblo había sido repudiado por la culpa de Belyas. Temía ver a sus antiguos súbditos famélicos y sedientos, haraposos y enfermos.

Echaron el ancla abajo cuando el sol presidía el cielo y, en una barca, Bronn, Jaime y ella remaron hasta la playa de Dorne, vestidos de sureños. Lyarra guardaba entre sus ropas una daga y la cadena de Myrcella, pues el Lannister le había explicado el valor que poseía y estaba seguro de que cerca de la loba estaría mejor, más segura. Lyarra no tenía mucha esperanza en el plan de Jaime, pero no se lo dijo. Le parecía absurdo que quisieran entrar en Lanza del Sol sin más y llevarse a la joven princesa; los dornienses eran grandes luchadores.

La mayor parte del tiempo caminaron en silencio, tratando de no llamar la atención aunque, a primera vista, no había nadie a quien temer en aquellas desérticas tierras. Bronn, de vez en cuando, soltaba algún comentario indebido que era rápidamente acallado por Jaime o por Lyarra.

DESERT WOLF ━ Jaime Lannister.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora