XXXIII

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Era una promesa entre él y yo...

Siempre... siempre... siempre nos esperaríamos...

No importaba la hora, ni el lugar, yo sabía que él vendría por mí, porque siempre fue así...

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MYTHICAL BUTTERFLY

XXXIII

—¡No puedo creer que tarde se hizo! —la pequeña lo suficientemente mayor como para correr sola colina abajo hacia su hogar, luego de la entrega diaria, se sostenía el sombrero de paja contra la cabeza, mientras su larga trenza oscura, saltaba sobre su espalda con el vaivén de sus pies contra la grama.

La cabaña se avistaba hermosa desde donde se encontraba. Las ventas de los bollos horneados de su madre, habían salido muy bien, no le quedaba uno solo y ya quería entregarle todo lo que había ganado con ellos, aunque sabía que todo el monto era para la comida familiar y la manutención de la casa, pensar que tal vez la recompensaría con una moneda de las que llevaba la emocionaba. Había estado juntando varias al día con día, para hacerse con la tela blanca que vieron el otro día en la mercería del pueblo, ya se veía con un vestido fresco como el mismo verano.

—¡No corras así niña! —el grito anciano, la descolocó deteniéndose de improvisto y reverenciando varias veces se disculpó.

—Mil disculpas... pero... —miró en la dirección de su casa con el rabillo del ojo.

—Tu padre no se irá a ningún lado Yvaine... bien puedes esperar a mañana para verlo... —en anciano empezó a caminar a paso, para su paciencia demasiado lento, al punto de suspirar, pensando que ya era caso perdido, aunque intentara correr cual caballo a trote no lo lograría, por lo que sonrió, y se dispuso a escuchar al hombre.

—Dígame señor...

—¿Ya no tienes pan?

—Ah... —comprendió y evidenciando que se le había terminado, le mostró la canasta que llevaba en la mano izquierda. —Lo lamento...

—¿Qué no le alcanzó con el que le traje?... —desde dentro de la casa, la conocida voz que ansiaba escuchar se hizo presente.

—¡Papá! —lo reconoció al verlo asomarse por la puerta. El alto hombre de cabellos oscuros como los suyos e inconfundibles perlas por ojos, los que había obtenido cual calca.

—Aish... Ali... me echaste la sorpresa a perder... muchacho mal educado... —le pegó un bastonazo en la parte trasera de la rodilla derecha, doblegándole.

—¡Ey! ¿Esa es forma de pagarme que venga a partirte la leña?

—¿Partirme la leña? Eso no fue más que una ramita... los niños de ahora son unos lentos, malagradecidos... —se regresó hacia su casa.

Ambos lo miraron con una sonrisa, entendiendo que la vejez era un paso más en la vida.

—Pensé que ya no te vería... —elevó su mirada a la de su padre.

—Sabes que no me iría sin despedirme primero Yui —le colocó la mano sobre la cabeza, hundiéndole el sombrero y despeinándola.

—¡Yvaine! Es ¡Yvaine! Mooo... —se compuso el sombrero y arregló la trenza, pasándola sobre su hombro.

—Sí... bueno, no estaré mucho tiempo fuera, solo iré al... pueblo... por unos encargos de tu madre... espero volver hoy mismo, y si no, mañana. Por favor, no te separes de tu madre, regresa a la casa en este momento.

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