CAPÍTULO 4

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|Capítulo 4| Doctor Keefer

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—¿Daniela? —La mencionó, muy seguro de que yo la conocía.

Conozco a varias de nombre Daniela; pero él, no habla de ninguna de ellas.

—¿Qué Daniela? —En sus ojos brilló la burla. Y sus labios, se curvaron con simple sorpresa.

—Vaya, en serio no la recuerdas. —Parecía complacido por eso. Mi intriga aumentó, obligándome a acomodarme por tercera vez en la silla.

—Habla ya. —pedí impaciente.

Acomodó los codos sobre la mesa, recargando el mentón sobre sus manos entrelazadas. Dejarme en suspenso, le divierte. No puede ser más evidente.

—Es la adoptada.

La adoptada, Daniela la adoptada.

—¿Estudia en Dravrah? —me acerqué a la mesa —¿Aquí? ¿Anacortes, Washington?

Asintió, comiendo un pedazo del pastel de chocolate, que llegó hace solo segundos.

—Daniela, la huérfana estudiando en Dravrah. —suspiré asombrada. —¿El abuelo está bien?

Lo vi sonreír, limpiando sus labios con la servilleta de tela que volvió a colocar sobre sus muslos. Tocó el anillo familiar de oro en su meñique, lo hizo con reconocible nerviosismo disfrazado.

—La familia no sabe del paradero de esa huérfana. —lo confesó con desagrado.

—¿Por qué ella estaría interesada en mis cartas? Eras el que más la rechazaba...

—¿Acri?

—Sí, es nuestra Acri.

Levanté la cabeza. Dos personas idénticas me miraban con ojos brillantes. Tardé unos segundos en reconocer a los gemelos. Aunque, no sé si sí son los primos que conozco.

—¿Qué pasa con la reacción?

—Está muy emocionada.

—No, evidentemente no.

—Espera un poco, llorará de felicidad.

Es tan radical el cambio físico. Los recordaba como: dos auténticos flacuchos pálidos, de ojeras enormes y cabeza rapada. No queda nada de eso, ¡absolutamente nada!.

Miré a Axel, sin saber reaccionar al reencuentro. Es que se siente como ver a dos extraños. Su nueva apariencia me intimidó. No son mi par de copias calvos, ya no se ven fáciles de molestar y golpear.

¿Cómo debo reaccionar? —me pregunté, incómoda y muy nerviosa; aún sintiendo las miradas fijas en mí.

—Son Christian y Christopher. —Me informó Axel, sorprendido por mi inexistente reacción alegre. —¿No los recuerdas?

—¿Nos olvidaste? —preguntaron al unísono; ofendidos y dramáticos.

Apreté los dientes nerviosa, evitando mirarlos, mientras los mozos les ordenaban el sitio en nuestra mesa.

—Hola, es un gusto volver a verlos. —estiré los labios.

Definitivamente pude haberlo hecho mejor. ¡Que vergüenza!.

Ya sentados, se miraron entre los tres. Aclaré mi garganta, sosteniendo la copa de vino. Dejaron de mirarse para mirarme. Terminé el vino de un solo trago, planeando salir de este restaurante a toda prisa.

—¿Un gusto volver a vernos? —la pregunta burlona de Christian o Christopher, me hizo tragar saliva muy apenada. Mi vergüenza aumentó, porque ya no puedo diferenciarlos.

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