CAPÍTULO 28

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|Capítulo 28| Blas Spinster

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Lo he besado, ¡yo! Lo. He. Besado. ¡Qué gran error! No era la manera de convencerlo. Había tantas opciones que pude haber elegido, pero opté por la más estúpida, atrevida e increíblemente convincente que existía. Bueno, ahora ya no le quedará ninguna duda sobre mi memoria; es lo que espero. Él ya sabe mucho sobre mí y no permitiré que se entere de más. No soy la Acri de hace tres meses que se dejó descubrir con tal facilidad. Austin Lindemberg debe permanecer muy lejos de mí y de todo lo que me involucra.

Un toque en la ventana me sobresaltó, obligándome a mirar.

—¡Aah! —exclamé sorprendida. Era el mismo rostro de la persona que intentó meterse a mi auto la noche en que Dereck se fue de Dravrah.

Es el del aeropuerto —me asusté.

Rápidamente encendí mi auto, sin embargo, no pude acelerar porque él ya se había posicionado en frente. Sus manos golpearon el capó, apoyándose ahí y acercando su rostro con sonrisa maligna al parabrisas. Ni siquiera pude parpadear debido a que el miedo me estaba paralizando junto a la respiración entrecortada que me hizo arder el pecho.

—Deja de huir, cariño —me habló, mirándome como si en serio me conociera —. Estoy aquí... Estoy así... ¡Me he convertido en esto!... Yo todo lo hago solo por ti, Layla. —Golpeó por segunda vez el capó, haciéndome gritar. Sus carcajadas empezaron inundando el silencioso ambiente.

No era normal, no era nada normal. Él debía estar ebrio o quizás drogado, y es que su actitud, su trastornada expresión, nada en él se veía normal. Lo que me indicaba con dura realidad, que, me encontraba en peligro, grave peligro.

—¿Qué haces tú en un auto así? —preguntó, mostrándose totalmente enfadado —¡¿Con quién te vendes esta vez?! —Golpeó tres, cuatro, cinco veces el capó.

Chillé horrorizada ante su actitud agresiva que descargaba en el auto y que de no ser porque estoy resguardada, sé que sería yo la que estuviese recibiendo semejantes golpes.

—¡Responde! —Se subió al capó y empezó a golpear el parabrisas con sus puños. —¡¿Por qué me haces esto?! ¡¿Por qué sigues desapareciendo?! —La sangre ya había manchado el pulcro parabrisas y yo no pude hacer más que ver paralizada de miedo sus enrojecidos ojos cubiertos de lágrimas. —¡Me destruyes, maldita zorra!

Reaccioné cuando el parabrisas empezó a ceder ante los puñetazos constantes. Temblando me quité el cinturón y cuando él se paró para ahora utilizar los pies contra el cristal, abrí la puerta y salí corriendo, corriendo para salvarme de semejante desquiciado que quería dañarme.

—¡Layla! —Oí su grito a mis espaldas —¡Vuelve, Layla, vuelve! —Suplicaba persiguiéndome.

Chillé sin detenerme un solo segundo.

—¡No te vayas! —Estaba más cerca —¡Zorra!

—¡No! ¡No! —grité cuando vi sobre mi hombro que estaba a nada de alcanzarme —¡No! —rogué aterrorizada —. ¡No! ¡Por favor! ¡No! —Me alcanzó.

Sin la más mínima piedad, me levantó de la cintura y me tiró al suelo igual que una pelota sin aire. Mi cabeza se golpeó con la brutalidad suficiente para que sufriera una breve perdida de conocimiento y falta de audición que me orillaron al silencio junto a una visión borrosa. El aire se había ido unos segundos y volvió acompañado de un dolor general que me hizo gritar con desesperación. Apenas había logrado mover mi mano derecha cuando él se subió sobre mí; sus lágrimas cayeron en mis mejillas mientras encerraba mi cuello entre sus manos. Acercó su rostro y besó mis labios de la manera más repugnante intentando meter su lengua, mas no lo permití. Apreté mis labios con todas las fuerzas que me quedaban, rehusándome a tener su lengua dentro de mi boca. Las lágrimas me atacaron, mientras él más se esforzaba en besarme a la fuerza, más lágrimas salían de mis ojos. Sin lograr conseguir que cediera, sus manos finalmente empezaron a realizar lo que se espera que se realice cuando están encerrando un cuello.

Me estaba estrangulando, quitándome el aire que necesitaba para seguir viviendo. Sus pulgares me aplastaban la tráquea y en su mirada notaba el odio con el que lo hacía. No quería morir, no todavía, y lo manifestaba intentando defenderme inútilmente con las manos en su rostro, mis uñas rasgando su piel facial con desesperación, reclamando el aire que me impedía inhalar. Mi visión cargada de lágrimas se empezó a tornar de un rojo oscuro mientras que las fuerzas ya me habían abandonado y lo único que simplemente me quedaba, era aceptar la muerte que ya estaba inevitablemente cerca.

No me he despedido —fue lo último en lo que pensé.

Oía gritos lejanos que muy pronto se volvieron cercanos, pero todavía los oía como si estuvieran resguardados en un túnel acompañados de zumbidos. Sentía mi rostro siendo golpeado por incontables gotas de agua que no paraban de atacarme. Los insultos y gritos no cesaban junto a mi nombre siendo repetido una y otra vez. El tacto de otra piel hacía contacto en mis mejillas. Manos, eran manos encunando mi rostro. Distinguí el aroma de tierra húmeda, olí la fragancia de la lluvia; pero, también distinguí el característico olor de la sangre, sintiendo el sabor metálico en la boca.

—Acri —se volvió a repetir mi nombre junto a un pitido doloroso que no dejaba de repetirse en mis oídos —. Acri —Continué siendo llamada.

Sentía sus pulgares sobando mis mejillas con una delicadeza protectora que me motivaba a intentar abrir los ojos. Poco a poco pude despegar los parpados encontrando la imagen totalmente borrosa de una persona sosteniéndome la cabeza en su regazo. La imagen se fue volviendo más nítida hasta el punto en que pude reconocer los ojos azules de uno de los gemelos. Vi el cambio en su mirada, un cambió que se presentó en cuestión de segundos tras apenas poder terminar de abrir los ojos.

—Acri —Su mano me presionó más la mejilla, acercando su pulgar a mi ojo, mientras que en los suyos se formaba el brillo de la furia mezclada del horror que le provocaba mirarme. Levantó la cabeza y exclamó: —¡Desgraciado! —hacia el grupo frente a nosotros.

Pude reconocer a Axel, gritando histérico y con los puños levantados. También reconocí al otro gemelo, él sujetaba a Axel, pero también insultaba con evidente ira contra el que reconocí como Austin Lindemberg, quien agitadamente sujetaba con fuerza a un chico totalmente inconsciente y con el rostro cubierto de sangre. Visualicé a otras personas observándonos, se protegían con sus paraguas susurrando entre ellos.

No entendía lo que sucedía, no podía entender el por qué uno de los gemelos me sostenía y me miraba como si estuviese muriendo, como si fuese la criatura más delicada del universo. No comprendía el por qué Axel se veía tan enojado y el por qué Austin era al que Axel insultaba e intentaba agredir. No podía recordar nada que me acerque a la respuesta de lo que sucedía, era como un sueño, uno en el que te sientes tan vacía e invisible como el aire.

La debilidad estaba tan presente en mí como la lluvia en el cielo gris. Entonces, todo volvió a ser oscuro y el ruido se volvió a alejar, dejándome únicamente con los pitidos que no cesaron en mis oídos hasta que drásticamente caí a la entera inconsciencia

.CAPÍTULO COMPLETO EN LA APLICACIÓN: DREAME.

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