CAPÍTULO 32

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|Capítulo 32| Sentimiento Implantado

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Me encontraba otra vez en esta situación: Hiperventilación, audición abrumada por un agudo silbido, visión borrosa, pérdida de fuerza en las piernas, corazón desenfrenado, pensamientos repetitivos, recuerdos realistas. Todo estaba regresando a causa del pánico, estaba empezando una tortura que creía poder controlar.

Lo irónico es que hace unas horas estaba segura de haber mejorado, creía que lo tenía todo controlado y que mi cabeza poco a poco volvía a normalizarse. Me sentía capaz de poder reducir las dosis de los medicamentos que evitan este sufrimiento emocional. Yo realmente esperaba dejar de depender de esas drogas que adormecen mi verdadero sentir. Quería tener el control de mí misma, decidir la intensidad de mis emociones. Creí que podría volver a ser la misma de antes.

Haber estado cerca de ellos por dos semanas me dio esperanza, una muy irreal que ahora se desvanece.

Estoy nuevamente aquí, siempre vuelvo aquí. Esta oscuridad nunca se irá y nunca se dejará controlar.

—¿Quieres olvidarme? —La voz de Yeray hizo eco en mis oídos.

Cerré los ojos con fuerza, tensando todo mi cuerpo.

—¿Me odias?

Apreté los labios temblando, oyendo a mi corazón exigiendo escapar de mi pecho.

—Acri, ¿me odias? —susurró su risa en mis oídos —¿Por qué me temes? No deberías, yo estuve a tu lado cuando ellos te olvidaron. ¿Recuerdas las noches que te abrazaba en la oscuridad? Me decías que era tu luz, la única que te quedaba.

«Todo se oscurece cada vez más, Yeray. Temo acostumbrarme a no dormir en las noches; creo que tú eres la única luz que me queda.» Oí a mi propia voz repetir esas palabras ya dichas en el pasado, los recuerdos de cuyas noches él consolaba las tinieblas gélidas de mi soledad en la mansión.

—Háblame, Acri, estoy aquí.

No es real —me repetí en la cabeza, empezando a perder la fuerza mental y física.

—No me temas. Acri, sigo aquí por ti. Te prometí que no me iría jamás.

«No iré a ningún lado sin ti» Su promesa regresó a mis oídos, acompañado del eco susurrado de nuestras risas mezcladas «Siempre seguiré tus pasos» Las palabras del pasado regresaban para arañar mi profunda herida «Nuestros corazones se conocen, mi preciosa Acri, no existirá nada más genuino y poderoso que nosotros juntos»

—Mi preciosa Acri, háblame...

—¿Por qué estás aquí?

Abrí abruptamente los ojos al oír una voz completamente ajena y real atrás de mí. El abrumador zumbido en mis oídos se extinguió y solo quedó el silbido del viento junto a los desesperados latidos de mi corazón. Mis labios resecos temblaban al ritmo de mis manos fuertemente cerradas en puños, todo mi cuerpo hormigueaba reaccionando de la tensión a la que me sometí.

—¿Ocurrió al...

Volteé de manera instintiva, respirando todo el aire que ahora sí podía.

Estaba ahí, a unos pasos de mí, observándome bajo la luz de la luna.

Es real, sí es real —concluí con alivio al ver el inolvidable color de sus ojos; su indiferente y bella mirada gélida.

Avancé en silencio unos pasos más cerca de él, apegándome lentamente a su cuerpo. Él no se movió, estaba tan perfectamente quieto como una estatua. No lo rodeé con mis brazos, pero, sí me apegué lo suficiente para oír los latidos de su corazón. Solo necesitaba oír la realidad, la vida y no la muerte. Necesitaba sentir el calor de una vida para dejar de sentir el frío de un muerto acechando mi lucidez.

Sentir su respiración en mi cabeza fue acogedor y tranquilizante.

No pasó mucho tiempo para que él retrocediera, apartándose de la cercanía sin la necesidad de tocarme.

Mis manos todavía temblaban, pero mi corazón ya retomaba su ritmo normal junto a mi respiración. El miedo había disminuido y mi lucidez se mantuvo, me había tranquilizado lo suficiente para retomar mi objetivo de volver a la fraternidad en busca de mi medicamento.

Caminar, debía caminar, era mi única alternativa.

Giré sobre mis pies, manteniéndome fuerte ante el miedo que todavía me amenazaba. Al dar el primer paso dejé de sentir el piso bajo mis pies. Mis rodillas y las palmas de mis manos se estrellaron en el duro pavimento.

No sentí dolor.

—¿Debo retomar la cuenta del número de veces que te salvo?

«—Cinco.

—¿Cinco qué?

—Te he salvado cinco veces.»

Así, tan veloz e inesperado como un, el recuerdo recuperado golpeó mi memoria.

Oí sus pasos atrás de mí.

—Te lo dije, esa era la última vez que te salvaría.

Vi sus brillantes zapatos aparecer y detenerse frente a mis manos que todavía yacían en el húmedo piso.

—No debiste haber regresado. —Su voz sonó pesada. Mi incredulidad ante su afirmación fue como recibir un baño de hielo puro. —El caos que ahora te domina, contamina a todos los que te rodean.

¿Por qué otra vez? —me pregunté, conociendo muy bien su poder. Reconocí este sentimiento; esta escena ya la viví una vez.

—Inevitablemente te he descifrado en la única semana de hace tres meses que permaneciste en Dravrah. He visto en lo que te has convertido y conozco lo que dejaste de ser; no ha sido complicado compararte con la niña de hace seis años que recuerdo. Puedo decirte con toda certeza que, en este presente, eres dueña de la tragedia. —Sentí la fría brisa en todo el cuerpo —No hay armonía cerca de ti, el mal te persigue. —Las lágrimas en mis ojos cayeron como un par más de insignificantes gotas de lluvia—No conozco el motivo que te condujo a la profundidad en la que insistes en hundirte, pero he sido testigo de que en tu perturbada mente solo habita la muerte y el remordimiento. En tu interior predomina la miseria.

Duele. En serio duele.

Apreté la mandíbula, controlando mis lágrimas y el efecto que causaron sus palabras. Me estaba lastimando sin piedad y sin esfuerzo. Presioné los dedos en el pavimento, mirando mis manos sucias con barro frente a sus pulcros zapatos hechos a la medida.

Me humillaba con una facilidad destructiva que solo él poseía.

—No hallaras la verdad que deseas en Dravrah. Para ti ya hay reservada una realidad que terminará de destruirte. —Guardó silencio unos segundos en los que oí su suave respiración. Estaba tan calmado diciéndome todo eso, consciente de que me laceraba cada palabra suya —Hay acciones que son irreversibles, no tienes ningún poder sobre lo que ya ocurrió, mas sí sobre lo que ocurrirá —continuó hablando —. Fingir valentía no significa tenerla. Acepta tu debilidad y márchate, es lo que debes hacer.

Cerré los ojos oyendo sus pasos alejarse.

Cuando su presencia ya no estuvo, cuando no hubo testigo, por fin dejé de contenerme y sollocé igual que la niña de hace seis años que él una vez lastimó, traspasada con solo palabras. Palabras del mismo hombre que ya me había herido con su maligna labia.

Sus palabras son tan letales como un veneno sin cura, se adhieren a tu memoria para siempre y el dolor que causa es inolvidable.

Austin Lindemberg sabe cómo apuñalar el corazón humano sin ensuciar sus manos de sangre.

.CAPÍTULO COMPLETO EN LA APLICACIÓN: DREAME.

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⏰ Última actualización: Sep 09 ⏰

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