CAPÍTULO 16

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|Capítulo 16| De Regreso

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Cerré la puerta del baño y caminé al espejo. Lo más resaltante fue mi frente totalmente enrojecida. Al levantar la mano para tocarla, vi la línea de sangre seca en mi antebrazo. No sentí más que gracia, pensé en todo lo que había pasado en tan poco tiempo. Incluso mi espantosa apariencia demostraba que sí había pasado por mucho. Si Ally me viera en este momento, gritaría espantada y estoy segura que lloraría desconsolada.

Faby, por el contrario, comenzaría una digna discusión con los causantes. Tomaría a Axel como principal culpable y le gritaría con insultos incluidos. Y si él responde, Faby pasaría a ejercer la violencia física, incluso sabiendo que perdería.

Así eran ellas, un fantástico complemento en mi vida. Porque, de ser Faby o Ally en mi actual situación, yo no lloraría ni maldeciría, simplemente me las llevaría muy lejos de las personas que las dañaron. Luego volvería y dañaría a los culpables de la manera más irreversible posible.

Suspiré sonriendo apenada, sabiendo por mis pensamientos que el daño mental debía ser bastante severo para planear tales tipos de venganza. La verdad era, que no sentiría ninguna culpa por dañar a aquellos que hicieron daño.

Volví a suspirar y abrí el agua del lavado. Oyéndola caer, tragué todas las pastillas que mantuve fuertemente en mi mano. Respiré profundo y me incliné a beber el agua. Supe que sí moría de sed. Sentí que era el agua más rica que nunca antes había probado, la disfrutaba tragando cada gota con exagerado placer.

No recuerdo haber tenido más sed que ahora.

Mis rodillas tocaron el piso, y es que yo no pude dejar de beber. Estaba aferrada al lavado, tomando grandes cantidades de agua sin parar un solo segundo. Pude seguir bebiendo por mucho más tiempo, pero bastó con recordar un sólo segundo a Austin y me detuve.

Ese tipo seguía en la habitación y seguiría ahí al salir del baño.

Respiré profundo, sentándome en el gélido piso. Apoyé la cabeza en la pared, sintiendo las gotas recorrer distintos caminos hasta mi pecho.

Había sido la primera vez que tomaba agua de un lavado o de cualquier grifo sin antes haber sido hervida. Reí en silencio cerrando los ojos y oyendo el agua seguir cayendo. Nadie que me conoce creería que estuve totalmente aferrada a un lavado consumiendo tal agua.

Estás acciones solo eran evidencia del estado en el que estaba. Antes ni me hubiese atrevido a pensar en beber ese tipo de agua, ahora pienso que ha sido el agua más deliciosa del mundo. Me golpeé a mí misma la cabeza, frustrada por los cambios tan drásticos de mis emociones.

—Estoy bien —me dije en voz alta, respirando profundo y volviendo a abrir los ojos. —Sí, ya estoy bien. —reforcé la mentira.

Me paré rápido y de inmediato lavé mi rostro, también me apresuré a lavar la sangre seca.

Raspé más de lo necesario mi antebrazo, dejando un extremo rojizo en mi piel blanca. Me detuve abrupta y enseguida miré mi reflejo; era la misma que sentía en el interior. Ojos traumatizados, el rostro salpicado de sangre, labios heridos, cabello cubierto de nieve, brazos y manos vestidos del líquido rojo que expulsaban mis heridas. Esa había sido yo; fue como me vi reflejada en el vidrio del edificio en el segundo que el cuerpo de Yeray aterrizó.

Bajé lentamente los ojos, para ver las pequeñas cicatrices que evidenciaban lo ocurrido. Empecé a respirar con dificultad, oyendo las carcajadas y gritos de esa noche. Mi corazón empezaba a reaccionar abrumado. Apreté los dientes, sosteniéndome en el borde del lavado con las dos manos. Me volví a ver afligida; el reflejo frente a mí seguía siendo el mismo.

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