CAPÍTULO 23

1.3K 107 8
                                    

|Capítulo 23| Segunda Oportunidad

•°•

Fue fácil encontrar los edificios del internado universitario. Nadie podría no enterarse por el enorme título de la entrada: «IINTERNADO DRAVRAH».

Presenté mi carnet y pasé, observando que, a comparación de afuera, aquí las calles no estaban decoradas por autos de lujo abrumadas de un silencio refrescante. Conforme me iba adentrando caí en la particularidad que había muchos estudiantes en las calles formados en pequeños grupos o parejas. Muchos estaban sentados en los espacios verdes hablando, riendo. Otros no paraban de molestarse entre ellos mientras que la gran mayoría simplemente pasaba entrando y saliendo de los edificios. Las bicicletas abundaban en las calles al igual que los autos ordinarios.

Sabía que esté era un internado en el que abundaban los becados. Ally me lo recalcó muchas veces para convencerme de que no cometiera el mismo error de la primera vez que estuve en Dravrah, la primera vez que no recuerdo. Faby y Ally me repitieron que sería mucho mejor que ocupara uno de los muchos departamentos que Dravrah alquilaba en todas las facultades; pero, yo estaba segura que estar en el internado podría servirme para acostumbrarme más rápido a estar aquí sola.

Después de todo, ellas también debían seguir con sus vidas y confiar en mí, dejándome volver a este lugar.

Sin embargo, estar aquí, presente, observando todo... Me arrepentí de no haberlas escuchado y obedecido.

-¡Cuidado! -gritó alguien.

Una pelota de basquetbol se acercaba a gran velocidad, por suerte mis reflejos fueron buenos y alcancé a esquivarla. Había demasiado que esquivar conforme más caminaba entre los edificios. Incluso vi en una esquina a un grupo de cuatro individuos compartiendo besos entre ellos. En otra esquina vi carros de venta de comida rápida y a muchos haciendo fila para comprar lo que ofrecían. Las conversaciones que oía de los que caminaban cerca, eran del tipo que te taladra el oído hasta hacerte vomitar y luego correr muy lejos de los protagonistas.

Ingresé al edificio a toda prisa ya planeando el momento en el que me iría a uno de los departamentos de mi facultad.

Un golpe de olor asqueroso a aceite y carne podrida me dieron la bienvenida. Mi mano me cubrió la nariz con urgencia y me obligué a identificar el hedor con la mirada.

Una señora con sobrepeso estaba en recepción absorbiendo una gran cantidad de fideos, no satisfecha con ello empezó a meterse pedazos de carne aceitosa con la otra mano. Su boca se llenó tanto que al cerrarla se escurrió en sus labios la saliva contenida de aceite y aderezo.

Gracias a que no comí desde anoche no tuve nada que vomitar, pero las arcadas no faltaron.

Me apoyé en el muro blanco dándome palmaditas en el pecho, intentando asimilar el infierno en el que me metí voluntariamente.

-¿Señorita Reinhardt? -Oí la pregunta hecha por una boca todavía llena de comida.

¿Así de horrible fue hace tres meses? -pensé y apreté los dientes reusándome a respirar semejante aire.

Los pasos de la señora se oyeron y en un segundo ya estaba frente a mí, observándome con los ojos bien abiertos bajo sus grandes anteojos de lupa. Diría que estaba maravillada de verme.

-¡Señorita Acri! -exclamó abriendo los brazos.

-¡Detente! -ordené estirando el brazo con la mano abierta a centímetros de su regordete rostro -. ¿Qué crees que haces? -pregunté ofendida por el hecho de que estuvo con toda la intención de abrazarme.

Bajó la mirada junto a sus brazos sin dejar de lado la emoción. Volvió a mirarme con una enorme sonrisa de dientes chuecos; tuve la mala suerte de ver pequeños trozos de carne metidos entre los dientes y sus labios brillantes por toda la grasa que olvidó limpiarse. Me obligué a no volver a mirar su boca grasienta para no vomitar mis órganos. Fue muy difícil pasar por alto el pequeño pedazo de fideo pegado en su barbilla.

Obligué a mis ojos a apartarse y buscar una salida, encontrando como salvación el ascensor.

-Adelante, guíame a mi habitación -La apresuré moviendo la mano.

La señora asintió eufórica, acomodándose la chaqueta amarilla fosforescente que a cualquiera dañaría la vista. No la esperé y me apresuré a apretar el botón del ascensor con el objetivo de escapar lo más antes posible del mal olor.

Ingresaron dos chicas, teniendo la misma acción de taparse la nariz. Pude entenderlas muy bien cuando vi sus ojos de espanto.

-¡Ah! ¡¿Qué es ese olor?!

No fueron discretas.

La que gritó miró a la recepcionista con enojo acercándose a la regordeta que sacaba la tarjeta de mi habitación junto a un gran manojo de llaves.

-¡Sani! ¡Te hemos repetido miles de veces que no comas aquí! -le gritó con su voz distorsionada por el hecho de que se apretaba la nariz.

-Al menos deberías abrir las ventanas y las puertas si de todas maneras lo vas hacer -habló la segunda chica de cabello corto y enormes tacones. Agitando los brazos en señal a las ventanas -. ¡El olor se impregna! ¡Ahora oleremos a mierda!

Miré a la recepcionista Sani mantener una débil sonrisa en sus delgados y todavía grasientos labios. La total vergüenza era evidente en ella que no dudo en apresurarse a botar lo poco que quedaba de su comida.

-¡No! ¡Por el amor de Dios, deja de ser tan estúpida! -Chilló la chica de cabello rojizo largo. Sani tembló paralizando el movimiento de sus brazos. Su rostro sudoroso enrojeció y su mirada tembló moviendo los pequeños ojos muy rápido entre todos los rostros que tenía frente a ella, incluida yo -. ¡Ve a botar tu porquería afuera! -Sani volvió a temblar ante el grito. - ¡¿Acaso quieres que todo se pudra como la última vez?!

El ascensor se abrió.

-¡Sani! -la llamé, quitando la mano de mi nariz, dispuesta a soportar el mal olor.

Las dos insolentes repararon en mi presencia.

Ingresé al ascensor. Miré a Sani inmóvil con los ojos brillándole de lágrimas y todo el rostro rojo.

Tal parecía que los gritos eran su debilidad. Noté en Sani un pánico absoluto ante los gritos de esas dos. Estaba segura que era un trauma. Conocía muy bien los traumas.

-Sani, te estoy esperando -Mantuve el ascensor abierto.

Dejarla sola con las dos escandalosas podría ser un error. De igual manera la necesitaba para ingresar a la habitación que solo usaría esta noche, porque, definitivamente, no pensaba quedarme en este lugar.

-Vámonos -insistí.

Sani reaccionó con un respiro profundo y asintió rápido. Parpadeó nerviosa y con movimientos torpes salió de detrás del escritorio. Sin mirar a las dos gritonas dirigió sus pasos en mi dirección mientras ellas la siguieron con la mirada. Sani se vio obligada a detenerse cuando la de cabello rojizo se paró frente a ella, muy cerca, amenazante.

-¿A dónde crees que vas? -preguntó apretando los dientes sin quitarle la mirada de encima. Sani se encorvo luciendo mucho más pequeña de lo que ya era - ¡¿No vas a limpiar tu basura?! -El grito hizo que Sani se cubriera los oídos temblando y apretando los ojos cerrados.

Me fastidió, pero no lo suficiente para intervenir hasta el instante en que la vi sonreír. Ella junto a su amiga se miraron cómplices con una sonrisa. No hubo duda de que lo disfrutaban y que no era esta la primera vez.

Esas dos perras.

Salí del ascensor.

-Detesto a los gusanos. -Interrumpí sus sonrisas -. No importa el tamaño o el color -Ya me miraban -, cuando veo uno... -Me incliné hasta la altura de sus rostros, invadiendo sus espacios personales. Mis ojos se pasaban de una a la otra mientras que muy poco a poco fui formando una maliciosa sonrisa inocente, consiguiendo el atisbo de miedo en sus miradas. -¡PUM! -Le di un pisotón al piso, rompiendo con el silencio y provocándoles un gran sobresalto acompañado de chillidos ahogados -Lo piso

.CAPÍTULO COMPLETO EN LA APLICACIÓN: DREAME.

Generación Élite ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora