CAPÍTULO 27

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|Capítulo 27| Sin Prevención

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TRES MESES ATRÁS

—Lamento que tengas que volver por este tipo de situación —se disculpó Ally, estando atenta a la actitud repentinamente deteriorada de Fabyana. Se acercó a ella levantando sus brazos y la abrazó por atrás, ofreciéndole todo su apoyo en silencio.

Fabyana finalmente no lo contuvo más y lloró. Se cubrió el rostro con las manos permitiéndose llorar todo lo que quiso. La realidad era que ella no había regresado al Lugar desde el fallecimiento de su amada madre. Ya se habían cumplido seis años de la tragedia que golpeó su vida a la corta edad de trece años. Lo sentía como si hubiese pasado ayer el día en que veía a su madre siendo enterrada bajo tierra; el dolor estaba tan intacto como el recuerdo.

—El aroma se ha ido —dijo entre sollozos lamentables, observando que todo estaba tal y cual estuvo hace seis años, excepto por el primordial aroma que su madre siempre mantuvo en el Lugar.

Las dos estaban en la entrada del Lugar, una pequeña casa de fina madera cuya existencia representaba toda la felicidad vivida de Fabyana Degretti. Un hogar nombrado: Lugar. El hogar que las tres mejores amigas conocieron gracias a la madre de una de ellas; la única madre que ellas conocieron y entendieron lo que realmente debía significar tener una. La madre de Fabyana Degretti fue la única adulta que las acogió y amó como amaba a su propia hija.

Ally acurrucada en su espalda, también lloró junto a su amiga. La comprendía mejor que cualquiera, a pesar de que ella nunca conoció a su propia madre, sabía lo que era la pérdida de una. Ally Bissette no solo había perdido a su madre bilógica, el destino también le arrebató a su padre. La heredera francesa se volvió huérfana a los cinco años, obligada a quedar al completo cuidado de la segunda esposa de su fallecido padre. Y justo por aquellas pérdidas, Ally sabía muy bien lo que era la muerte y lo que esta conllevaba.

Pasados los minutos de desahogo, las amigas se tomaron de la mano estando más seguras de su decisión al estar de vuelta en el Lugar. No era como en algún momento habían planeado volver al único hogar que conocieron, pero estaban muy seguras de que no habría situación más necesaria que la actual. Se tenían unas a otras y harían hasta lo imposible para proteger a Acri, incluso si aquello las orientase a vivir ocultas. No la dejarían sola, jamás se atreverían a semejante acto.

—Debes empezar a sanar... —le habló Fabyana, sentada frente a su inmóvil amiga de mirada perdida —Necesitas sanar, —su voz se quebraba junto a las silenciosas lágrimas que permanecieron formándose y cayendo —, nosotras te necesitamos. —Concluyó en un hilo de voz. Su corazón latía rápido conforme iba pensando en la posibilidad de que Acri jamás volviese, era un miedo atroz que la hacía temblar y tiritar. Volvió su vista a ella, a su rostro de expresión gris, a sus ojos vacíos —Yo... —tomó su mano, apretándola entre las suyas —Yo te necesito —afirmó llevando sus manos a su pecho, justo en el espacio donde su corazón golpeaba con fuerza.

Los días transcurrieron en silencio. La casa estaba oculta en el bosque, alejada de la ciudad y las personas. Además de ellas tres, nadie más sabía de la existencia de dicha propiedad. Fue el Lugar un obsequió para Fabyana de parte de su madre, quien sabía muy bien la presión en la que su hija estaba destinada a crecer; por ello tomó sus propias medidas de protección, pensando en el futuro. Ally y Fabyana no hablaban mucho, casi nada; hacían sus deberes en silencio, acostumbrándose a atenderse a sí mismas y también a Acri. Las dos se sumían a un horario y a la soledad de la naturaleza. Las llamadas iban en aumento junto a los mensajes, poniéndolas cada día más nerviosas y ansiosas. Sabían que no tardarían en encontrarlas, pero estaban decididas a seguir ocultando a Acri de su propia familia.

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