CAPITULO 13

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|Capítulo 13| La Justificable

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Fue creado para ser visto, para sobresalir en cualquier lugar y momento. Dereck se encargó específicamente de aquello. Aunque mi primo no es un heredero, se atrevió a gastar millones en aquel único collar. Se esmeró en el diseño y el significado de los diamantes que eligió personalmente para mí.

Fue un regalo que todavía no me atreví a usar por lo muy preciado que era. Temía perderlo o dañarlo, aunque sea un poco. Cuando descubrí que fue parte de lo robado, mi corazón dolió. Ya planeaba la forma de recuperarlo; y, ocurrió que Axel llegó a sacarme del internado. Secretamente sentí alivio cuando deduje que mi hermano había sido el "ladrón", porque pensé en mi más valioso collar y creí que estaba a salvo.

Nunca imaginé ver mi joya en el cuello de otra mujer. Jamás llegué a pensarlo, justo por eso, experimenté el enojo cargado de celos endurecerse violentamente en mi pecho.

Pero claro, mis pensamientos no se limitaron sólo en el collar y Dereck, también pensé en Axel. En el hecho de que sí fue sincero al no aceptar que era un "ladrón"; lo que significaba que: sacarme del internado a la fuerza y traerme a la hermandad, fueron actos genuinos de protección. Lógicamente, la culpa de estar equivocada al acusar a mi propio hermano, me terminó de enloquecer más.

Pase de casi quedar inconsciente por asfixia a tener la fuerza suficiente para empujar a Austin lejos de mí e ir a paso firme hacia la mujer que se lucía con mi joya. Estaba dispuesta a incluso cortarle la cabeza con tal de recuperar lo que me pertenecía.

La ladrona me miró y fue con alegría, pero no tardó en darse cuenta que yo me acercaba para matarla. La alegría en sus ojos fue reemplazada por el más vivo horror que cualquier presa lograba manifestar antes de ser cazada.

En cada paso más cerca de ella, noté que no sólo poseía mí collar, también usaba los aretes de diamante rosado que Ally me regaló en mi cumpleaños 15.

Pensar en que la descarada ya había usado todo lo que me robó, fue una dosis más de instinto asesino.

—¡Ladrona! —exclamé estirando el brazo con la mano abierta en dirección a su cuello.

Retrocedió, acorralándose a ella misma en la pared. El pánico en sus enormes ojos negros brilló hasta las lágrimas. Y en el segundo que mi mano atrapó todo su cuello, gritó. Su pequeño rostro no tardó en tornarse a un extremo color rojo e hincharse. La presioné del cuello contra la pared, transformando sus gritos en jadeos de asfixia. Sus manos golpearon desesperada mi brazo y con sus falsas uñas intentó arañarme la mano para que la soltase. Sin lograr nada, suplicó con la mirada enrojecida por ayuda a los que presenciaban todo atrás mío.

Levanté mi otra mano, obligándola a mirarme a los ojos, le hice saber que la única que podría salvarla de mí sería yo misma. Con una maligna sonrisa, le arranqué con fuerza mis diamantes del cuello. Gimió, llorando. Acerqué mi rostro al suyo, golpeándola con mi respiración.

—Jamás olvidaras este momento. —le susurré en los labios. Su mirada me declaró que sería así, que jamás me olvidaría.

Al sentir sus lágrimas mojar mi mano, le aprisione con más fuerza.

—Eres una repugnante ladrona. —La liberé, manifestándole extremo asco.

Cayó al piso de rodillas, tosiendo con exigencia.

Apreté el collar en mi mano, ocultándolo en un puño. También quería arrancarle mis aretes, pero de haberlo hecho, la habría herido de forma irreparable. Por lo tanto, me contuve, apretando la mandíbula.

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