CAPITULO 18

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Era un día normal en la universidad, habían pasado ya un mes desde el examen, los estudiantes comenzaban a hablar de la reciente desaparición de uno de los chicos de último semestre y el cartel con su foto estaba por todos lados.

Damián seguía la pista, a pesar de que escuchaba el rumor de que salía con una mujer muy hermosa, dicha chica parecía no existir.

– Estoy seguro que es ese demonio afeminado que te atacó en esa ocasión Tamara – dijo Damián algo molesto, estaba en una vídeo llamada con ella.

–Damián, debes pensar bien, no dejes que la furia y la sed de venganza se apoderen de ti – Habló de forma tranquila.

–Ya lo sé Tamara, pero...

–¡Pero nada!, en este momento te envío la información que han recabado los demás miembros.

El sonido de un mensaje aparentemente de publicidad llegó a su bandeja de entrada, suspiro y asintió, la video llamada terminó en ese momento y Damián comenzó a revisar la información, para más comodidad, había impreso todo.

Caminaba por el departamento mientras bebía una taza de café, la información que leía era similar a lo que él había recabado, se sentó y suspiró, en un estante tenía muy pocas fotografías, en una de ellas, estaba él de pequeño y su madre, a pesar de los años, seguía extrañándola, crecer sin el apoyo de ella lo hicieron cambiar mucho.

A la mañana siguiente Damián estaba buscando el salón donde iniciaría un pequeño curso antes de las clases normales. Justo cuando dio la vuelta en una esquina, el cuerpo débil de un joven cayó al piso cuando chocó con él, Damián extendió su mano para ayudarlo, el joven se sonrojó y dejó que le ayudará.

– G....gracias – dijo el más bajo aún con sus mejillas sonrojadas.

– Disculpa, estoy distraído, además no logro encontrar el salón – en ese momento le prestó atención, al verlo sonrojado se sintió un poco incómodo.

–Yo...también estoy perdido, no logro encontrar el salón 502.

Damián le muestra la hoja donde decía el mismo número, el menor sonríe y deciden ir juntos, aunque sin éxito alguno ya que la escuela era muy grande y el mapa que venía en la hoja no era muy bueno, Damián se sentó en la banca, alejado de las personas que le veían como si fuera un modelo. El menor hizo lo mismo y se sentó a su lado, al tiempo que sacaba una lonchera con comida.

Ambos eran buenos mintiendo, ya que, sabían perfectamente donde se encontraba el salón, pero Damián no estaba de humor de ver a sus compañeros y el joven solo quería pasar tiempo con él.

–¿Gustas? –Dijo el joven mientras Damián asentía y tomaba un poco.

–Es verdad, no sé tú nombre – Damián seguía comiendo, tenía tiempo que no comía algo tan delicioso y aparentemente casero.

–Bueno, me llamo como tú moto – Ríe mientras admira el rostro de Damián.

–Un gusto... Harley, soy Damián, aunque... creo que eso ya lo sabías.

A simple vista Damián se comportaba como cualquier estudiante, pero por dentro estaba analizando, al contrario, no podía olvidar su misión, aunque quisiera tener una vida normal de estudiante, Harley le cuenta que también vive solo y que nunca conoció a su padre, que su madre estaba enferma y él debía ayudarla, ya que estaba internada en el hospital.

Damián por sentir empatía, bajó la guardia en ese momento, que alguien hablara de familia le hacía recordar el momento en que Jessica había dado su vida para protegerlo, se levantó y decidió que debía irse, Harley aprovechó el momento para quedar con Damián y pasar más tiempo juntos a lo que el mayor asiente.

Esa noche la información sobre Harley Rice comienza a salir impresora, Damián estaba consciente de su error y haber bajado la guardia. Como era costumbre, camino con una taza de café mientras con la otra mano leía la información.

–Soy un paranoico sin remedio – dijo al tiempo que dejaba las hojas en la mesa, en ellas se leía todo lo que le había contado, solo era un buen joven que se esforzaba por su madre.

En ese momento lejos de ahí en un hospital se encontraba Harley, mirando como su madre seguía internada y suspiraba al tiempo que bebía un café de la máquina del hospital.

Un hombre bastante apuesto y de traje le miraba a lo lejos, hasta que una recepcionista lo distrae de sus pensamientos.

–Señor Leo, ya puede pasar a hablar con el Presidente.

Un camino sin retornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora