Algo así como el infierno

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13 de Enero

Sergio estaba eufórico, creo que esa era la palabra perfecta para describirlo. Sus ojos, pequeños, no dejaban de mirar emocionado la televisión de su apartamento, estaba rojo por las lágrimas que brotaban y resbalaban por su cara y no dejaba de sonreír. Todos, a su alrededor, gritábamos, aplaudíamos y nos reíamos. Y él, con el pelo desordenado y la barba casi inexistente, no podía estar más agradecido.

Le habíamos hecho un video de lo más tonto, con toda su familia (que estaba repartida por todo el mundo) y todos sus amigos. Habían videos graciosos, algunos tiernos que nos hacían suspirar y otros que te dejaban con un sabor de felicidad en la boca. Cuando el video, que acabó siendo bastante largo, finalizó, Naye se levantó y dijo:

—Vamos a dejarnos de tonterías y vamos a comenzar a beber.—Se volvieron a oír risas.—Sergio, no hay mejor manera de celebrar que has publicado tu primer libro, que con un buen alcohol de por medio.

La noche transcurrió de lo más divertida. No podíamos dejar de bailar, cantar, beber y hablar entre todos. En total, en ese pequeño apartamento debían de haber, por lo menos, treinta personas, celebrando con mucho gusto que Sergio había publicado su primer libro con lo joven que era. El piso pronto se convirtió en una mezcla de suspiros cansados, vasos derramados y voces afónicas que se perdían en la noche de la ciudad.

Y yo, a pesar de que mi subconsciente me decía que dejara de mirarla, no podía evitar hacerle un repaso descarado a Juliana cada vez que la tenía enfrente. O detrás. O al lado. Esta bien, cada vez que la tenía en el campo de visión. ¿Cómo iba a evitarlo? Llevaba un sujetador  negro y un pantalón del mismo tono. Era imposible no mirarla, con su abdomen al descubierto y moviéndose al ritmo de la música de los 90's. Me había saludado al principio de la noche cordialmente con dos besos, pero a lo largo de esta no había pasado mucho más allá de alguna mirada tranquila por parte de ella y sonrisas. Juliana, de todas maneras, había estado muy ocupada, desapareciendo con aquella chica que sabía que era la misma a la que había escuchado la noche anterior.

Desde aquel día habíamos vuelto al punto de retorno. Toda la semana Juliana había estado radiante conmigo, cariñosa, divertida y no dejábamos de hablar por mensajes y, aunque me costara entenderla, comprendí que esa Juliana solo aparecía cuando yo le dejaba entrar y no le ponía un 'stop' en grande. Así que, sin más dilemas, después de salir del examen en el que me había estado ayudando, y, al ver que me había salido tan bien, decidí invitarla al cine como agradecimiento. 

FLASHBACK

— Juliana, vamos al cine —Solté sin titubear, aunque por dentro estuviera más nerviosa de lo que quisiera aceptar. Juliana me volteo a ver con una mirada que me costaba descifrar— Vamos, si no fuera por tí hubiera reprobado esta materia. De alguna forma tengo que agradecerte. —Yo tenía claro que el motivo de mi invitación iba más allá de eso, quería pasar tiempo con ella. 

Ella, enterrando sus ojos en una sonrisa radiante, aceptó. 

— Palomitas o nachos?

— Besos 

— ¿Cómo?

Juliana comenzó a reir —Sí, esas galletas se llaman besos. No las conoces?

— Cla Claro. Contesté tartamudeando —Mientras Juliana seguía riendo y yo no pude no reírme también

— No sé en que estás pensando, pero yo quiero mis galletas

— Vaya que eres rara ¿galletas en lugar de palomitas o nachos? Pero ser rara es bueno.

— Si tu lo dices.

Sin decir más entramos a ver la función, trataba de poner atención a la película y no al perfil de Juliana Valdés y fue entonces cuando supe que no podía evitarlo, que tenía tal atracción por ella que si no hacía algo, me consumiría. Pero, por miedo o por orgullo, ese día no pasó nada más que algún tonteo más y una despedida extremadamente fría.

Hielo y Fuego  [Juliantina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora