Las pestañas de Juliana Valdés

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1 de Nov.

Ya comenzaba hacer frío, el aire seco me cortaba las mejillas y siempre llevaba las manos, con las uñas negro o azul eléctrico, en lo bolsillos como si fueran una hoguera. La verdad, no era una persona que disfrutara del invierno ya que era la persona más friolenta del mundo, las Navidades no me parecían gran cosa y los abrigos me molestaban. Disfrutaba como una niña el verano. Y siempre que podía me iba a Valle de Bravo con mis primos a pasar dos semanas, para zambullirme en el agua y sentir el silencio retumbarme en mis oídos, acariciar el dorso del agua y finalmente salir de esta respirando como si fuera mi primera vez.

Así que, ahora que nos encontrábamos sentados en el bar de la universidad rodeados del humo de los cigarros y con el frío acompañándonos, mi mente sólo podía pensar en lo que echaba de menos ese lago.

—Pues ni tan mal, ¿no?—Dijo Eva mientras se bebía su café matutino a las once y media de la mañana.

En realidad, en el exámen me había ido fatal. Había respondido mi nombre y había dudado hasta en que día estábamos. La mitad del tiempo me había pasado imaginando cómo sería estar en Tailandia, la otra que el cabello de Juliana Valdés era precioso y finalmente, derrotada, comencé a escribir la letra de una canción mientras mi interior se retorcía culpable. Diablos, era un desastre. Procesos de la pintura me iba a matar.

—No ha sido tan difícil.—Dijo Naye con ese acento fresa que tanto me gustaba y me daba risa al mismo tiempo.—A decir verdad, me he copiado un poco de Mayela.—Todos nos reímos y ella alzó los brazos.

—¿Y a ti, Valentina?—Preguntó Juliana, que estaba enfrente mío, mientras el pelo, que lo llevaba más ondulado de lo normal, le acariciaba los hombros.

Desde el día del bar había intentado evitarla lo máximo posible. Siempre que iba a casa de Lucho nos encerrábamos en su habitación o le pedía, con ojos de cachorro, irnos a algún lado. O simplemente intentaba quedar siempre en mi casa para no chocarme con ella. No podía ni aguantarle la mirada más de dos segundos sin que algún pensamiento guarro me atravesara la mente. Era algo así como un deseo muy odiado. Juliana me echaba alguna miradita de vez en cuando y algún piropo tonto, pero nada del otro mundo...Y yo no acababa de entender ese cambio casi imperceptible en su persona. ¿Estaba alucinando o sí existía ese cambio? Por lo pronto yo no  acababa de entender por qué diablos me gustaba tanto su voz y me preguntaba constantemente cómo sería gimiendo.

—¿Val?—Preguntó Eva, sacudiéndome como un saco.—Te has quedado en la luna.

—Nada, me ha ido fatal.—Mi respuesta fue cortante y llena de malhumor, tampoco podía culpar a nadie, la culpa había sido completamente mía.—Es que odio esa materia...—Intenté excusarme.

Se formó un silencio agridulce, acompañados por sorbos de café.

—A mi se me da muy bien, te podría ayudar si necesitas algo.—Una mirada igual de transparente que la de aquella noche en el bar fue lo que me dedicó cuando pronunció esas palabras. Juliana y su pintalabios marrón. Juliana y su silencio que grita a voces que tiene un mundo interior gigante. Juliana y su constante arrogancia. Juliana y sus cambios de humor que son más inesperados que la lotería. Bien, hoy parecía ser que le tocaba ser simpática.

"Sobretodo tu me vas a ayudar", pensé por dentro. Eva y Naye animaron la decisión, intentando mejorar mi ánimo. Ya me estaba poniendo nerviosa, entre el dinero que mi padre aún no me había devuelto, Lucho y yo discutiendo y los ojos cafés mirándome con detenimiento. Me levanté, colocándome los auriculares en cada oreja y dejando dinero en la mesa de metal. Las tres me miraron curiosas.

—Sí. Me podrías ayudar.—Dije despreocupadamente, pero como quien dice "ya nos veremos".

La canción de "Pensamiento Circular" rebotó en mis oídos con elegancia, con la frase de: "hay veces, no muchas ni tampoco pocas, que pienso en tí" tatuándose en mi mente por el resto del día.

Hielo y Fuego  [Juliantina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora