La de la miel con sal (II)

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30 de Julio

Vallarta

La luz del sol se escapaba de la persiana hasta iluminar, sin mucha fuerza, la habitación que olía a alcohol. Habíamos puesto un colchón en el suelo, frío y blanco, para que durmieran dos personas más. Entreabrí los ojos e, instintivamente, di la media vuelta para aplastar mi corazón contra el hombro de Juliana, pero me encontré a Eva roncando levemente.

Claro, que tonta era.

Después de que Juliana se escapara corriendo de mí, como yo sabía que iba a pasar en un momento determinado, me quedé llorando en la playa por un buen rato. No tuve el valor de levantarme, me sentí completamente destrozada. Le había confesado todo lo que sentía por ella, que la amaba y ella simplemente me había dejado ahí, sola. En algún momento recordé que mis amigos necesitaban mi llave para entrar en el apartamento. Con el corazón roto y un bloqueo mental impresionante, me levanté, caminé hasta llegar al bar y atrapé la mano de Eva.

—Val, ¿Qué pasa? ¿Estás bien? 

—No lo sé. 

— No me digas que estás así por Juliana

—La quiero, Eva.

—Val, te lo vuelvo a repetir. Tienes que decirle lo que sientes, Díselo. —Sonreí con tristeza al recordar que lo había hecho ya. —No pierdes nada con...

—Se lo he dicho ya...

Eva comprendió mis palabras, no preguntó más y no supo qué decirme, sus ojos me atravesaban, se tocó la barbilla, como si eso fuera a llevarla a alguna idea de por qué Juliana era tan cobarde, incluso más que yo, pero simplemente negó con la cabeza y me abrazó con mucha intensidad.

 — Val...

— Quédate a dormir conmigo, por favor.— Eva asintió y me ayudó a colocar un colchón viejo en el piso del cuarto improvisado.

Así que ahora que el Sol se nos incrustaba en la piel para levantarnos y avisarnos que el día era bueno, suspiré mirando al techo. Sentía un vacío en el pecho que no había experimentado nunca antes. El resto de mis amigos dormían en otra habitación. Me levanté para prepararme el desayuno. ¿Cómo iba a saber yo que Juliana se estaría preparando un café?

—Buenos días.—Murmuró con el sonido de la cafetera volando por la cocina.

Llevaba una playera blanca larga, el rimel un poco corrido de la noche anterior y una sonrisa extremadamente falsa. Me parecía que estaba ante la Juliana que conocí en Septiembre.

—Buenos...—No me dio tiempo a darle los buenos días porque me interrumpió.

—No quiero que haya mal rollo, ni que perdamos nuestra amistad por esa tontería.

—¿Tontería? —Lo que sentía le parecía una tontería.

—Ya me entiendes.—Se excusó. Ojalá la entendiera, ojalá lo hiciera.

—Me parece que has jugado conmigo.—Susurré bajo mientras abría un cajón para sacar pan tostado

—No ha sido así.—El sonido de la cafetera paro y su mirada chocó contra la mía.—Yo por ti siento, ya lo sabes.

—En realidad no lo sé. Nunca me lo has dicho, nunca me lo has demostrado.— Juliana suspiró cansada mientras yo abría el refrigerador para seguidamente untarle mantequilla a mi pan.—Te estoy diciendo la verdad.

—No estoy enamorada de ti.— Sus palabras salieron directas, y yo le di la espalda para que no viera como mi expresión facial se volvía en dolor, decepción y derrota. Me quedé en silencio y ella siguió.—Pero eso no significa que no haya sentido por ti. Simplemente creo que es mejor parar ahora y no hacerte daño... Pienso por ti.

Hielo y Fuego  [Juliantina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora