Ella realmente no fuma

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5 de Junio

Esmeralda tenía los ojos verdes, la mirada limpia y traslúcida. Me podría, literalmente, quedar horas observando el cambio que producían sus ojos cuando la luz del sol absorbía sus colores. El verde oscuro pasaba a ser verde miel, y yo, una cierva enamorada de su ser.

Estaba recostada contra el cabezal de mi cama mientras oíamos de fondo el karaoke, Renata había decidido molestar a todo el vecindario y tampoco iba a ser yo quien se iba a quejar. El cabello de Esmeralda chocaba contra la pared blanca, creando una estampa digna de dibujar. Estaba mordiéndose las uñas mientras me miraba deshacer la maleta, una maleta desordenada llena de ropa que sabía que iba a substituir por los bikinis.

—¿Qué?—Pregunté.—¿Tengo algo en la cara?

Ella se rió.

—Te he echado de menos.

Abrí los ojos sorprendida y dejé a medias el pantalón que estaba sacando de la maleta.

—¡No me creo que Esmeralda me haya dicho algo bonito!

—Casi tan bonito como la canción de RBD que esta cantando tu compañera.—Susurró, señalando con el dedo la puerta.

—Ahora no lo intentes esconder con bromas...—Bromeé.

—Es la verdad.—Noté cómo se sonrojaba y yo le devolví, embobada, una sonrisa.

—Y eso que sólo han sido cinco días.—Luego añadí.—Que ganas tengo de que nos vayamos en agosto a Canadá.

—Mmm...Tendría que comentarlo con mis padres.

La miré seria y alcé una ceja. Primero, odiaba a sus padres. Segundo, ya habíamos hablado de este plan semanas antes. Tercero, ¿sus padres?

—¿Y eso?

Titubeó un poco antes de comenzar a hablar.

—He trabajado pero me falta un poco de dinero...

—Yo te pago lo que te falte.

—No.—Dijo rotundamente.

—¿Por qué no?

—Ya le suplicaré a mis padres que me dejen lo que necesiten.—Su mirada atravesó la mía.—En serio.

—Déjame invitarte, será como un regalo de cumpleaños adelantado.—Insistí mientras volvía a desdoblar la ropa.

—Val, mi cumpleaños es el cuatro de febrero.—Comenzó a reírse tímidamente.

—Bueno, ¿que más da?

—¿Siempre eres así de pesada?—Acabó diciendo, resbalándose levemente y cayendo rendida en la cama.

Arrugué la nariz y asentí.

—Y contigo más.

Acabé dejando la maleta a medias y me coloqué encima suyo. Desprendía un calor que iba a juego con mi habitación, ya que el ventilador se lo había robado Renata. Me acarició con tranquilidad, porque ella en sí era calma, jugó con mi cabello a hacer trenzas. Cerré los ojos y disfruté de esa sensación de que todo iba a estar bien. Le rocé con dulzura el cuello y noté como se tensaba.

—Bésame, anda.—Murmuró contra mí frente.

No hacía falta que me lo dijera más de una vez. La besé profundamente y acaricié sus caderas, luego, con firmeza, metí las manos dentro de su camiseta para tocar los omóplatos.

La había conocido a principios de septiembre, comenzando mi cuarto año y afianciando ya mi especialidad en música. Esmeralda era tres años mayor que yo y trabajaba en una cafetería  donde tenia conectes porque su tío también trabajaba ahí.

Hielo y Fuego  [Juliantina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora