Dueña del viento

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23 de Septiembre

Había pasado exactamente un año de aquel momento y yo no había tocado el ukelele, seguía intacto en aquella caja de color blanco desgastado con la etiqueta aún enganchada. Era casi como un recuerdo tan doloroso que me tenía completamente enganchada. No quería abrirlo y que todo el dolor saliera de esa caja, pero tampoco me apetecía deshacerme de él porque aún tenía muchas canciones que regalarle.

Había pasado un año, y Juliana hacía siete meses que había vuelto a Oaxaca.

Estaba en el departamento con Renata viendo alguna película aburrida donde la protagonista se queda viendo por la ventana durante largos minutos de silencio.

- Renata, si hubieras buscado una película más aburrida te juro que no la encontrabas.

- Cállate, Valentina. Tú no sabes apreciar el arte. -Me dijo mientras ambas soltábamos una carcajada.

- Vamos Renata, quita eso y vamos por ahí a ver qué encontramos.

- Falta poco ya, 15 minutos y después vamos a donde quieras.

La puerta del departamento se abrió y Eva entró con unas bolsas de comida.

- Mira nadamás, que traes ahí Eva? - Pregunté

- Despensa, que si es por ustedes no comeríamos nunca y también... -Hizo una pausa mientras alzaba unas bolsas.- Chips fuego

Me levanté como rayo del sillón y fui tras ella

- Eva, creo que te ayudaré a guardar las cosas en la alacena.

Eva me miró mientras abría una bolsa de chips y colocábamos la despensa en el refrigerador y alacena.

- Val... -Alcé la vista y Eva parecía estar pensando en lo que me iba a decir..

- Eva, ¿Qué pasa? ¿Estas bien?

-Juliana se va mañana a Oaxaca. -Me esperaba todo menos lo que acababa de salir de su boca. - Veo que no lo sabes, no se si hago bien en decírtelo, pero...

- No creo que se vaya, estamos iniciando semestre.

-Es lo que yo escuché hoy que hablé con Naye.

Salí de la cocina para irme a mi habitación y tomar la primera chaqueta que encontré.

-Val espérame! ya terminó la película. -Escuché que habló Renata.

Llegué desesperada a despedirme, no podía dejar que se fuera sin despedirme de ella. Claramente, era cómo un maldito imán que a pesar de destruirme siempre conseguía de alguna manera atraer todos esos pedazos que se removían nerviosos entre el espacio y el tiempo. Así que sin mucho esfuerzo fui a su departamento, o el que era su departamento, que traía a mi mente recuerdos atractivos. Orgasmos violentos, besos sedientos y dolor en el pecho, que llevaba al desasosiego de mi mayor locura: el amor que había experimentado por aquella chica.

Juliana no esperaba para nada que yo estuviera ahí, su cara de sorpresa la delataba. Cuando entré a su apartamento no estaba nerviosa. Había sabido curarme de manera irónica y había resurgido en una Valentina completamente diferente, ya no me interesaba hacerme la magnética, ni intentar negar lo que era innegable. Ahora era libre, despreocupada. De algo malo tenía que surgir algo bueno, ¿no? Juliana y yo nos dirigimos a su habitación donde comenzó a meter algunas cosas en las cajas y yo la tumbé en la cama conmigo. Lloré durante un buen rato mientras notaba su corazón latir fuertemente contra mi nariz.

Era irónico como me rendía siempre a sus pies, como dejaba que moviera con el dedo índice la tormenta que estallaba en mi interior cuando sus ojos chocaban con los míos. Ya no tenía nada que esconderle, absolutamente nada, después de haberme callado durante tantos meses el deseo de querer que fuera mía y que yo fuera suya, ahora ya no tenía miedo. La dejaba leerme y me gustaba la imagen de su cabeza torciéndose para poder observar mejor las letras que escribía mi piel, me gustaba que frunciera el ceño asombrada del poder que tenía sobre mí. Si tan solo ella tuviese poesía escrita en su cuerpo, sí tan solo ella pudiese ser leída con la facilidad que yo le dejaba. O puede que sí, puede que su piel tuviera la prosa más transparente del planeta, pero simplemente yo no hablaba su idioma, así que no la llegaba a entender y me rompía la cabeza intentándolo.

Hielo y Fuego  [Juliantina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora