16 de Enero
Lucho, en la oscuridad del cine, rozaba de vez en cuando su mano con la mía, cuando se encontraban en el gran de bol de palomitas, que él, con mucho carisma, había insistido en comprarme. No es que estuviera del todo incomoda, estaba más bien insegura. Mi mente era una mezcla de Juliana, mi familia y las ganas que tenía que todo aquello se acabara, un laberinto que se perdía en los besos que me había dado hacía un par de días. Esos besos que recorrían mi piel por las noches y besaban cada rincón de mi mente, de derecha a izquierda, haciendo que me hundiera en las sabanas.
Había aceptado ir al cine con Lucho porque sabía que hoy era el día que tenía que acabar con todo aquello. El problema es que no sabía cómo, ni dónde. ¿En medio de la película? ¿En el camino de casa? ¿Cuándo llegaremos a su casa? ¿Por un mensaje, cutre y corto, al día siguiente? De todas maneras, ¿qué era exactamente lo que tenía que dejar?
Lucho era un buen tipo. Me hacia la vida más simple, con más luminosidad, además, siempre me quedaba a dormir en su casa y cocina extremadamente bien. Tenía unos ojos muy limpios y siempre estaba sonriendo. Era mi casa, mi hogar, lo quería... El problema es que nunca era suficiente. Siempre había algo, por muy pesado que fuera, que hacía que no quisiera estar en una relación con él. Y, estos últimos meses, se me estaba haciendo agotador. Tampoco hacía falta hablar de Juliana, que aunque fuera su prima no tenían nada que ver, que había llegado a mi vida y su risa había provocado hambre en mi interior. Un fuego de esos que te acalora y te llama tanto la atención, que tienes miedo de apagarlo. Juliana solo había sido el detonante, la prueba inatacable de que tenía que dejar lo que fuera que estaba haciendo con Lucho, por mucho que me doliera a mí. Por mucho que nos doliera a ambos.
Aún así, ¿qué era lo que me traía con Juliana? Solo habíamos tenido una pequeña relación de amistad llena de altibajos, como si se tratara de una película americana típica y aburrida, donde se basaba en piques, en miradas que acababan siendo agotadoras y conversaciones sueltas. Juliana me había besado contra la pared, encima de la cama y había aplastado con esas acciones, cualquier pensamientos malo que tuviera en contra de ella. Me había besado, y como consecuencia, había ampliado mis ganas de estar una noche con ella. Pero es que, era solo eso. Una noche con Juliana. Simple. Eficaz. Una noche que se desvanecería en sus pensamientos, pero, muy a mi pesar, se tatuaría en los míos. ¿Estaba dispuesta a arriesgar todo lo que estaba intentando construir con Lucho, por una simple y única noche con la pelinegra de ojos gigantes?
Cuando la película acabó y salimos, el frío me quemó los ojos, respirábamos humedad, por eso, cuando Lucho habló, pareció exhalar humo:
-¿Todo bien?
-Sí.-Respondí sin mirarle a la cara, nerviosa, sin saber muy bien cómo actuar. Me lo estaba poniendo muy fácil.
Lucho se colocó enfrente mío y sus dos manos se posaron en mis hombros, pausando mi caminata.
-Eh.-Sonrisa vidriosa como si se fuera a romper en cualquier momento.-Te conozco.
-Es que no sé muy bien cómo decirlo.-Dije.
Escruté su mirada buscando algún signo, pero su rostro seguía igual de pacifico que el primer día que lo vi. Se me aguaron los ojos y me acerqué a él para darle un beso, mi mano en su mejilla, que estaba helada. Fue un beso tan leve que me puse a llorar.
-Es una despedida.-Afirmó Lucho. Yo asentí, aún llorando. Me sentía realmente inútil.-Lo sabía, llevas un tiempo muy rara.
-Yo...No siento que te este haciendo bien.
-¡Me haces bien!-Casi grito él, cogiéndome de las muñecas y acercándome de nuevo.-No me dejes, por favor. Yo sé que puedo...Podemos.., Valentina-La voz se le cortaba de los nervioso que estaba.-Nos estaba yendo bien.
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Hielo y Fuego [Juliantina]
FanfictionEra muy callada, creo que no hay mejor manera de describirla. Sin embargo, no de esas personas calladas que son tímidas, no. Era callada porque invertía todo el tiempo necesario en observar su alrededor y analizarlo como si fuera un problema matemát...