Capitulo 4

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La hora del almuerzo pasó, para mí, tan rápido como agua de río. Aún no me había preparado mentalmente como para toparme con Justin Bieber, mi profesor de historia e hijo del socio de mi padre.

-No puedo creerlo –dijo Chaz mientras nos dirigíamos al aula 210.

-Ni yo Somers. Sinceramente no me lo esperaba.

-¿Y cenaras con él el viernes?

-Sábado –lo corregí.

-Es lo mismo –blanqueó los ojos-. Tienes tres días para convencer a tu padre de que no puedes asistir a esa cena.

-¿Y quién dice que no quiero? 

-Ok, en ese caso te deseo la mejor de las suertes sobre todo cuando Bieber le diga a tu padre que no eres buena alumna.

-No lo hará –dije segura aunque una parte de mí desconfiaba.

-¿Cómo lo sabes?

-No me subestimes –reí.

-Ok, ok… 

Entremos al salón y atrás nuestro entró él. Su sonrisa era igual a la de su padre y sus ojos parecidos ya que los de mi profesor tenían un brillo peculiar. 

Historia, como odiaba esta materia. Si no fuera por el hecho de que no puedo quitarle los ojos de encima a mi profesor me habría quedado dormida al comienzo de clase.

-¿Cuándo me ayudarás con Física? –dijo Chaz mientras nos dirigíamos al estacionamiento de la Biblioteca.

-Mañana iré a tu casa, lo prometo.

-¿Por qué no ahora?

-Tengo… cosas que hacer –lo miré divertida.

-Creí que era una broma lo de tus clases extras con Bieber.

-No bromearía con eso.

-Cierto, él te gusta –dijo riendo.

-Eres un bobo –le di un leve golpe en el brazo.

-Te quiero enana –dijo dándome un corto abrazo.

-Sí, si… yo igual. Nos vemos.

-Usen protección –bromeó mientras subía a su Toyota del 98’. 

Subí los escalones que me separaban de la puerta de la Biblioteca, abrí la puerta y sentí el perfume de canela y durazno de la Srta. McCurdy.

-Buenas tardes –sonreí.

-Buenas tardes Srta. Spark –dijo observándome sobre sus diminutas gafas rojas.

Me dirigí a los escritorios entre la sección de Terror y Románticas. En una de las mesas al final estaba él sentado bebiendo una bebida de Starbucks. Caminé lentamente hasta quedar frente a él. 

-¡Oh! Hola ____, siéntate por favor –sonrió.

-Hola Profesor –sonreí y me senté frente a él. Algo que lamente al encontrarme con su dulce mirada.

-Te vi muy concentrada hoy en clases –sonrió.

-¡Oh! Sí, me pareció interesante lo que estaba enseñando aunque entendí muy poco –dije nerviosa. Estaba segura de que él no sospechaba que yo lo miraba a cada rato, hasta ese momento-. ¿Podría volver a explicarlo?

-Pos supuesto –exclamó animado.

Abrió su libro y yo imité su acción. Palabra tras palabra salían de su boca explicándome los acontecimientos de la Revolución Francesa. 

Al principio, entendí muy poco pero a medida que hablaba y hacía chistes sobre el tema fui entendiendo mucho más.

-¿Ahora entiendes? –sonrió.

-Sí, entendí todo. Gracias.

-No hay de qué, por cierto no olvides hacer tu tarea.

-Cierto, la había olvidado por completo –golpeé mi frente con la mano.

-Oye, no te maltrates –rió-. Todos nos olvidamos alguna vez de hacer algo.

-Cierto –sonreí.

-¿Quieres que te ayude?

-Pero, ¿no sería injusto para los demás?

-Sí –hizo una mueca- pero nadie se enterará ¿o sí? –una sonrisa pirata se formó en su rostro y me fue imposible negarme.

Deseo ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora