Capitulo 25

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Al día siguiente llegué tarde al colegio ya que mi alarma no había sonado y tampoco había escuchado el timbre o los bocinazos del auto de Justin.

Entré al salón de Biología y, como era de esperar, me dieron un castigo por la tardanza. Chaz me miró extrañado y me pasó un pequeño papel. Lo abrí intentando que la profesora no lo notara, leí su contenido y esbocé una tonta sonrisa. “El señor-soy-perfecto anoche fue a tu casa, ¿cierto?” decía el papel en pequeñas y desprolijas letras negras.

“¿Acaso importa?” contesté con mi prolija letra y con bolígrafo rosado ya que sabía que Chaz odiaba que lo hiciera. Lo tiré sobre mi cabeza hacia atrás, justo donde mi amigo estaba sentado.

El resto de la clase pasó entre mensajes escritos en rosado y en negro dónde Chaz escribió todos los argumentos que pudo para decirme que debía contarle lo que había sucedido anoche aunque no quería lujos y detalles.

El timbre que anunciaba el cambio de hora sonó, me puse de pie y caminé hacia la puerta intentando escapar de Chaz.

-¿A dónde cree que va señorita? –dijo tomando mi muñeca.

-¿Qué? Yo no iba a ningún lado –contesté irónica.

-Claro, lo que digas –ironizó-. Ahora, yo tu buen y querido amigo, te acompañará a tu casillero y mientras tanto puedes hablar.

-No, gracias –dije entre risas.

Chaz pasó su brazo izquierdo por encima de mis hombros y me llevó casi a rastras hasta mi casillero. Las palabras “cuéntame”, “te lo suplico” y “no” fueron las únicas frases que usamos durante esos tres minutos.

-Okay, tú ganas –exclamé cansada de sus súplicas-. En el almuerzo te cuento.

-¡IU! No gracias, no quiero devolver mi comida –bromeó.

Le di un leve golpe en su brazo y luego seguimos caminando hacia el salón de Música donde yo tenía mi próxima clase.

-Nos vemos en el almuerzo –exclamó mientras se alejaba despidiéndose de mí con un saludo de mano.

Entré al salón y me senté delante del piano que era el instrumento que tocaba en la banda escolar y, sin contar la flauta, era el único que sabía tocar.

Unos minutos más tarde entró el profesor Smith con su cuaderno en mano y su bolso colgando del hombro derecho.

-Chicos, a sus puestos –gritó llamando la atención de todos.

Cuando el salón quedó en silencio volvió a hablar explicándonos que hoy un profesor vendría a vernos tocar y que la semana próxima íbamos a tener el concierto donde cada uno debía preparar un solo.

Tres golpes en la puerta llamaron mi atención, levanté la vista de las partituras desparramadas sobre las teclas para percatarme de que el hombre más apuesto y dulce del mundo había entrado.

-Buen día chicos –dijo Justin sonriendo.

Su mirada se posó en mí y me fue imposible no sonreír ampliamente. Él me guiñó un ojo y sentí un cosquilleo en mi estómago.

Volví mi mirada al piano intentando esconder mis mejillas sonrojadas detrás de mi cabello que, en ese momento, estaba cayendo por mi hombro izquierdo.

-No sabía que tocabas el piano –dijo con ese tono de voz que tanto amaba, una mezcla de seductor y tierno. Tocó un “do” y luego me miró esperando mi respuesta.

-Nunca preguntaste –dije encogiéndome de hombros.

-Estamos en el colegio, ¿recuerdas? –dijo soltando una leve risita.

-Lo siento, Sr. Bieber no fue mi intención tratarlo con tan poco respeto –ironicé.

Acomodé mis partituras y luego volví a prestar atención a lo que el profesor estaba anunciando.

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