Capitulo 14

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Justin miró mi expresión y soltó una leve risita. Golpeé su brazo amistosamente y seguí a Justin a través de la vivienda sin dejar de observar todo lo que me rodeaba.

-¿Te gusta? –rió.

-Sí, es hermosa… ¿Quién vive aquí? 

-Era de mi madre, cuando murió yo me mudé aquí.

-¿Y todos los días vas hacia la ciudad? –pregunté sorprendida.

-Antes sí, ahora vengo los fines de semana –contestó sonriendo-. ¿Café, té, jugo u otra cosa?

-Es lo mismo, tomaré lo mismo que tú.

Él asintió y luego encendió la cafetera roja, me hizo una seña para que me sentara y así lo hice.

-¿Qué es lo que sucede entre tú y Chaz? –preguntó después de un largo tiempo en silencio.

-¿Entre Chaz y yo? –reí-. Nada, es mi mejor amigo.

-¿Segura? –arqueó una ceja.

-¿Por qué te mentiría? –dije irónica.

La cafetera hizo un leve ruidito y Justin se puso en pie, nuevamente. Lo observé verter el café en dos tazas y luego dirigirse a la heladera para sacar un pie. Mis ojos se posaron en sus brazos, en la manera en la que se tensaban y relajaban. ¿Por qué tenía que ser tan jodidamente sexy?

-Espero que te guste –dijo colocando una taza y una porción de pie delante de mí.

Bebí un sorbo de café, estaba amargo y muy caliente pero no quería decirle a Justin. No entendía muy bien el por qué pero me daba vergüenza.

-No te gusta ¿cierto? –preguntó adivinando mis pensamientos.

-No tiene azúcar –contesté en un susurro.

Posé mi mirada en el oscuro líquido sin moverla de ahí. Sentí una leve risita escapar de los labios de Justin mientras buscaba el azúcar en la alacena.

-Ten –dijo sonriendo ampliamente-. Si necesitas algo no muerdo, ¿si?

-Okay… -dije entre risas.

El silencio volvió a reinar en el lugar, algo que odiaba tanto. El ambiente se sentía tenso y la verdad eso me frustraba mucho.

-Quiero hablar contigo sobre lo de anoche –dijo Justin rompiendo el silencio, nuevamente.

-Dime… -contesté en un susurro sintiendo la sangre acumularse en mis mejillas.

-Preparé un discurso y todo pero te diré la verdad. Creo que no debería haber sucedido… ya sabes, soy tu profesor y tú mi alumna.

-Lo sé, pero no estoy arrepentida –dije mirándolo fijamente a los ojos, algo de lo cual me arrepentí segundos después cuando me percaté del peculiar brillo que habitaba en esas esferas de color miel.

-Yo tampoco lo estoy –dijo sonriendo-. Odio admitirlo, pero hasta me gustó…

-¿Qué a ti qué? –exclamé asombrada elevando el tono de voz.

-¿Qué hay de malo con eso? –dijo arqueando una ceja.

-Nada, pero me sorprende.... creí que me regañarías –admití avergonzada.

-Bueno, eso no era lo que quería decirte… Aunque me haya encantado no podemos permitir que vuelva a pasar. No solo te afectaría a ti sino a mi carrera, a nuestros padres.

-Okay… ya entendí –hice una mueca y nuevamente el silencio se apoderó del momento.

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