XXVII

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—Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo...

Una y otra vez sin detenerse, parecía una máquina. Habían pasado ya casi dos horas y el hombre no se había separado de ahí. Hincado frente a la imagen de un Cristo crucificado, con las manos unidas, llorando.

—D-Dios te salve, María... llena eres de gracia, el señor está contigo... —musitaba con un hilo de voz.

¿Como había podido? Se preguntaba una y otra vez. El acto prohibido, con su propia hermana. ¿Cuántas veces tendría que confesar su arrepentimiento para sentirse puro otra vez?

—Deja de llorar, España.

Dios mío, ya cállate.

Él ignoró esa voz.

—Detente —volvió a hablar.

Cierra la maldita boca de una vez.

Pero él seguía. Seguía como si su vida verdaderamente dependiera de ello. Le era imposible escucharla.

—España —lo llamó una vez más, disponiéndose a que fuera la última—, no somos hermanos, deja de llorar.

El hombre se detuvo y la observó en silencio, triste.

—Amor, negar lo inevitable no hará que recibas un perdón de Dios. Solo tienes que...

—¡CÁLLATE! —le gritó, furiosa— ¡No somos hermanos, España! ¡Entiendo lo de una maldita vez! ¡Por favor!

Tras aquel último ruego, su voz se terminó quebrando dando por sobreentendido la desesperación con la que cargaba.

—Nueva España... ¿Q-qué te sucede? —le preguntó, con preocupación— Calma, ¿si? Todo estará bien. Pagaremos por esto, juntos. Jamás te dejaré sola.

—¿D-de verdad crees...? —comenzó a decir ella, pero se detuvo y suspiró— España, ¿de verdad crees que este ha sido el único pecado que has cometido? —cuestionó ella entonces con un hilo de voz— ¿En serio estás convencido de ello?

—¿A qué te refieres?

A nada, nada en lo absoluto. Imbécil.

¿Quien podría hacerte entender lo equivocado que estás?

Al sufrir, al llorar... Es todo un completo error.

¿De verdad no eres capaz de comprender tu propio egoísmo?

¿No has sentido ninguna clase de remordimiento antes?

¿Nunca?

—Francis llora —dijo ella agachando la cabeza.

El español se inclinó sobre la chica y envolvió su cabeza con sus brazos para acurrucarla sobre su pecho y posteriormente, abrazarla.

—Shh... —le cubrió los oídos— Silencio.

Silencio.

Desearía que por una vez de verdad hubiera silencio. De sus gritos y su llanto.

¿No podrías dejarlo ir? Sabes que no morirá por más que lo intentes. ¿De que sirve entonces?

Te entiendo. Yo también desearía que todo fuera como antes, pero antes cuando sonreías, antes cuando me tranquilizabas de cualquier cosa que pudiera aterrar a una niña, no provocando mi temor.

Cuando decías alejarme del peligro y verdaderamente lo hacías. Ahora tú eres el peligro.

¿Te das cuenta?

Eso terminó, pero ¿por qué nunca estás satisfecho?

Con una sola sonrisa sincera no te bastó, querías que conmigo sucediera igual.

Y lo lograste, pero aún lloras.

Lloras en silencio cada noche que me obligas a dormir contigo.

Lloraste mientras me besabas, lloraste mientras me desnudabas. Otra vez lo haces.

Tu abrazo se convirtió en un vago intento de consuelo propio que no está sirviendo de nada.

Sabes que está mal, pero no harás algo al respecto, ¿cierto? Siempre fuiste así, nunca te gustó aceptar tus errores. Nunca...

—¿P-por qué...? —musitó el hombre— ¿Por qué no puede todo volver a ser como era antes? —añadió en medio de un sollozo.

Oh... Finalmente lo hiciste.

"Todo será como antes" [SpaMex] 𝙃𝙚𝙩𝙖𝙡𝙞𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora