12. Girasoles ~

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   Estoy aquí de nuevo.

   Hola, te extrañé. Te traje un regalo.

   Me senté frente al mármol con su nombre grabado. Sorprendentemente, el día estaba algo soleado, los pequeños rayos de sol me iluminaban el rostro y se sentían cálidos. Hoy es un buen día para ti, ¿Verdad?.

   Cerré mis ojos y dejé que el viento me acariciara. No había ruido alguno más que el de la naturaleza, algunos pájaros cantando, el sonido de las hojas danzando en los árboles o cayendo de ellos. Extrañaba oír su voz.

   La recordaba, sí, pero tenía temor de olvidarla algún día. Si algún día pasan muchos años, y me vuelvo vieja, y se me borra tu voz... ¿dónde encontraré consuelo?, ¿algún día volveré a oírla?, ¿algún día volverás a decir mi nombre, llamándome para ir contigo a casa?...
 
   Me gustaba cómo sonaba tu voz cuando estabas molesto. Solía reírme en aquellos momentos, haciéndote molestar más. También me gustaba cómo sonabas al decir mi nombre, en cualquier estado de emoción. Cuando tus labios lo pronunciaban, se sentía más real que nunca, me sentía parte de ti.

   Más que nada, me gustaba ver lados tuyos que nadie más veía. Solías ser serio y no mostrar tus sentimientos, incluso conmigo te esforzabas por ocultarlos, frío, frío como el hielo, pero cuando los demostrabas... Era lo más maravilloso del universo.

   Tengo en mis manos una flor para ti. Mi preferida. Un girasol.

   ¿Recuerdas lo que te dije que representaba para mí? Te lo dije la primera vez que te vi llorando, totalmente vulnerable. Aquellos viejos tiempos...



~ Era temprano, como siempre que salía de mi casa para entrenar. Debía encontrarme con el equipo 7 y luego buscar a Kiba, había prometido ayudarle a dar un baño a Akamaru, ya que su mamá y hermana se encontraban ocupadas en misiones.

   Esa mañana había despertado de buen humor, creía haber visto el rostro de mi madre en mis sueños, sonriéndome. Mientras caminaba, observaba a mi alrededor fascinada, pocas veces me tomaba un tiempo para contemplar y admirar la aldea y la naturaleza que la rodeaba, desde ancianitos alegres con escobas en mano que te deseaban amablemente un buen día mientras pasabas a su lado, hasta gatitos gordos y peludos que dormían en los techos o en las ventanas. Ese día sentía ganas de sonreír en cada momento.

   Encontré una flor muy bonita y la miré más de cerca, descubriendo en sus pétalos una vaquita de san antonio (mariquita, lady bug) de color rojo y pequeñas manchitas negras. Acerqué mi dedo y ella se subió en él. Se quedó ahí parada un momento y luego empezó a volar.

   Traté de seguirla para ver hacia dónde me llevaba, pero luego de unos segundos la perdí. Aún no me rendía, empecé a buscarla por todos lados, aunque iba a ser casi imposible volver a encontrarla.

   Aminoré el paso para agudizar mi oído, y escuché unos sollozos apenas audibles. Miré hacia un lado y allí se encontraba el cementerio, en donde un niño castaño lloraba frente a una tumba.

   Empecé a caminar hacia allí muy despacio, sabía quién era él, lo reconocía perfectamente. También sabía que quizás debería haberme dado la vuelta y largarme, pero no lo hice.

   Cuando estuve a unos cuantos pasos más cerca, el calló de repente y permaneció quieto como la misma lápida frente a él. Sentí cortante el aire entre nosotros. Sin darse vuelta, habló con una voz fría e intimidante.

- Vete ya mismo de aquí - ordenó furioso.

   Todos mis sentidos dudaban de qué demonios estaba haciendo, me decía a mí misma que saliera corriendo de ese lugar, pero por alguna razón no podía. Por más que sabía que si permanecía un segundo más allí, Neji probablemente me asesinaría, me mantenía estática, de pie a espaldas de él.

𝓔𝓵 𝓛𝓲𝓵𝓪 𝓺𝓾𝓮 𝓪𝓱𝓸𝓻𝓪 𝓮𝓼 𝓡𝓸𝓳𝓸  (Neji Hyūga)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora