Eran las tres de la madrugada y estaba despierto. Miraba mi habitación sin entender del todo en donde me encontraba, estaba transpirado y cansado a causa de una pesadilla. Hace meses que no lograba dormir bien y la experiencia de ayer no ayudaba. Había quedado con Mia que iríamos por la tarde al Club en busca de alguna pista sobre el hombre que había invitado a Nicolás al "parque de diversiones".
Cuando estuve a punto de dormir, sentí unas voces desde la calle:
—No podemos molestarlo ahora, ¿no viste que no sale nunca?—dijo una voz femenina
—Nuestra hija tiene algo malo y es el único que nos puede ayudar—dijo una segunda voz
—Puede esperar a mañana, tengo miedo que nos haga algo, una macumba o esas cosas raras...
—No seas estúpida, es el nieto de Raquel, ella nos ayudó toda la vida.
Acto seguido sentí que golpeaban, me levanté, prendí la luz y me puse un buzo. Cuando llegué a la puerta, me encontré con una pareja, vecinos del barrio, recurrían a mi abuela con regularidad para que les tirara las cartas.
—Hola... escuché lo que decían—dije seco—¿Qué tiene su hija?
—Está muy rara, creo que inventa palabras. Transpira demasiado y... Está rara. ¿Te molestaría acompañarnos?—dijo la señora
—No soy doctor, les pido que se retiren.
—Por favor Aaron, te lo pido por tu abuela, ella siempre nos ayudó y ahora solo vos podes ayudarnos.
Me resigné y los seguí hasta su casa mientras pensaba en que podría ser tan extraño para que los padres de esta nena fueran a buscarme y pedirme ayuda a las tres de la mañana... Era probable que sólo tuviera fiebre y estuviese delirando.
Al entrar al living de la familia me sentí inseguro. Hacía frío y todo estaba a oscuras. Pregunté por qué todas las luces estaban apagadas y me dijeron que le molestaban a Victoria. Me pidieron que los siga, que me guiaban a la habitación donde se encontraba su hija. Subí las escaleras, recorrí el pasillo y llegué hasta una puerta cerrada con llave.
Antes de entrar les pedí a los padres, que trajeran dos velas encendidas y que uno de ellos fuera urgente hasta a la Iglesia y pregunte por el padre José, que llegó de Brasil hace unos días. El padre de la niña tomó la campera y salió rápido de la casa, mientras la madre buscaba velas en los cajones de un mueble cercano.
Cuando la señora encendió las velas, todavía en la puerta de la habitación, realicé oraciones sobre ellas, tal como me había enseñado mi abuela. Ya sabía lo que iba a encontrarme en la habitación, pero yo no me encargo de este tipo de cosas. Podía intentar ayudar a Victoria a estar mejor, pero cuando las energías corrompen un cuerpo, es trabajo de un experto.
Ingresé con una vela y la madre de la niña con la otra, encendí la luz y pregunté:
—¿Con quién hablo?
—Victoria ¿Quién más?—dijo la chica
—Corromper el cuerpo de una menina tan pequeña no es algo digno de una entidad poderosa.
La madre estaba temblando cuando la niña le dirigió la mirada y le dijo:
—¿Esto es lo que hacés cuando tu hija se enferma? ¿Qué clase de madre sos?
Vi como la mirada de la mujer denotaba duda y miedo, entonces tomé el control de la situación:
—Estás hablando conmigo, Victoria, tu madre acá no tiene ni voz ni voto. En cualquier momento va a llegar el Padre José y ya no vas a poder hablar con tanta libertad.
Por primera vez desde que había entrado a la habitación vi la verdadera cara de la entidad. Haber nombrado al Padre pareció alarmarla. Se tomó su tiempo para decir:
—El pequeño Aaron ¿Todavía sentís la mano en el hombro? Te está esperando en el Club, hace años que aguarda. No pienses que estás vivo por ser especial, si no por tu condenada y fallecida abuela. Siempre te protegió y al final tuvo lo que merecía...
—Todavía no me dijiste tu nombre—dije rápido para no perder la compostura
—¿Mi nombre? Ja ja ja, creo que nos vamos a volver a ver. Si sobrevivís, quizás te responda.
Se abrió la puerta, entró el Padre José y nos pidió a todos que saliéramos de la habitación. Cuando pasé junto a él, me palmeó la espalda como solía hacerlo cuando yo era niño.
La espera fue larga y silenciosa, los padres de Victoria se limitaron a agachar sus cabezas y rezar sentados en el sillón. Es increíble que la gente crea en Dios sólo cuando tiene miedo, cuando agotó todas las demás opciones y cuando necesita poner su fe en un motor inmóvil, divino y bienaventurado.
Cuando el Padre José salió de la habitación, la pareja preguntó cómo estaba su hija. Él dijo que Victoria estaba dormida y que todo estaría bien. Yo conocía de estos casos y sea lo que sea que había estado dentro de la niña se había ido por voluntad propia. También supuse que solo había venido para hablar con alguien y lo había cumplido. Entonces le pregunté:
—Padre ¿Cree qué quería hablar conmigo?
—Sí Ari, me habló de vos, pero no es momento ¿Te parece si te acompaño a tu casa?
Justo antes de irnos la pareja ofreció pagarme por mis servicios, pero me negué, no lo hice por el dinero. Nos despedimos de la familia y comenzamos la caminata a casa.
—Padre, cuénteme todo lo que sucedió, necesito entender. La entidad dijo algo sobre mi abuela, que me había protegido, y que gracias a ella pude escapar en el Club.
—Todo lo que me dijo es que ya había logrado su cometido, que se iba a ir y que dejaría en paz a la niña, siempre y cuando, no hiciera ningún rito para sacarlo.
—Usted antes dijo que habló de mí ¿Qué fue exactamente lo que dijo?
—Eso, que hizo todo esto para hablar con vos, y lo logró.
Al ver que no había conseguido ninguna respuesta a las preguntas que se me habían formulado en la cabeza, me quedé en silencio.Una cuadra después, el Padre agregó:
—Aaron, tenés que entender que El Paso es una ciudad extraña, aquí pasan cosas inexplicables. Por eso volví, la gente necesita a Dios en los lugares más oscuros.
—Sí, tiene razón. Es como si este lugar estuviese destinado a que sucedan cosas malas.
Al llegar a mi casa me despedí y volví a mi cuarto. Las palabras todavía sonaban en mi cabeza: ¿Todavía sentís la mano en el hombro?, Siempre te protegió, creo que nos vamos a volver a ver... Me costó dormir, pero me forcé a hacerlo, al despertarme tenía que dar clases y luego ir con Mia al Club.
En mis sueños apareció a ver una casa que no pude reconocer, una mujer colorada de pelo corto desmechado le gritaba a un adolescente y cuando giré estaba frente a la puerta de entrada del Club y veía el sendero principal. En el medio del camino, estaba parada una silueta negra. No podía notar rasgos, lo único que se podía ver eran sus manos blancas frente al pecho en posición de poder: las yemas de una mano se tocaban en espejo con las de la otra.
Me levanté de golpe y recordé su voz:
— Pronto...
Sonó el despertador
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La Cosa del Club
Mystery / ThrillerEsta es una historia real, no todo es lo que parece. Quizás tu vecino no es sólo un abogado o tu dentista no es lo que parece. Lo importante está en los detalles...