Salí del Hospital Psiquiátrico emocionado y triste. Habíamos iluminado gran parte de nuestra investigación y por fin entendía la relación entre las fechas de las desapariciones. Me sentía mal por la muerte del testigo, pero la visita nos había permitido escuchar una historia que parecía irreal. Todo había sido demasiado impactante, mi hermana por su trabajo, convive con la vida y la muerte, en cambio yo tuve un sentimiento horrible por haber impulsado al anciano a realizar tanto esfuerzo. Mi abuela siempre me enseñó que toda persona es valiosa y que hay que valorarla.
Fue difícil explicarles a los médicos que nosotros no tuvimos nada que ver con su muerte, pero mi hermana al ver que no iba por buen camino la conversación, le apoyó la mano en el hombro al jefe del Hospital y le pidió que nos dejara ir. De manera inesperada, el señor nos dijo de mala gana que nos fuéramos y no volviéramos nunca más.
Una vez en el auto, le pedí a Mia que me llevara a la Iglesia, que necesitaba hablar con el Padre José. Ella se limitó a asentir y cambió el recorrido. Había algo que daba vueltas en su mente, todavía parecía no entender lo que había pasado en el encuentro. En cambio yo si lo comprendía, ella también había heredado algo de la abuela. Admito que me sentía celoso, pero al mismo tiempo agradecía no ser el único bicho raro.
Pasaron unos minutos y ella seguía en silencio, pensativa. Ese en general era mi rol en nuestra relación, así que pensé que me tocaba a mi ser el conversador y dije:
—Hola, Tierra llamando a Mia... ¿Qué te pasa?
Ella se rió y me dio un codazo, se quedó unos segundos más en silencio y dijo:
—Es que no entiendo que pasó, hice lo que me dijiste y logré hacer hablar a un viejo catatónico ¿Vos lo sabías? ¿Sabías que podía hacer esto?
—No lo supe hasta ese momento y no sé muy bien como funciona. Lo que yo puedo hacer tampoco lo controlo por completo, pasa cuando tiene que pasar. Algo importante, es que entiendas que así como no sos dueña de este don tampoco podés abusar de este él.
—No, no... Cómo me voy a abusar, solo quiero entender... Y no funciono bien si no entiendo—dijo Mia y me sonrió asustada.
—Tranquila, hay tiempo para que te acostumbres, el que no tiene tiempo es Nicolás ¿Qué vas a hacer mientras voy con el Padre José?
—Yo... Mmm... Tengo algo que hacer y después me reúno con vos en tu casa ¿Está bien?
Llegamos a la puerta de la Iglesia y nos despedimos. Dentro no había nadie, me acerqué al confesionario y también estaba vacío. Seguí hasta el altar y vi que en un costado se abría una puerta que daba a un largo pasillo. Avancé hasta allí y vi que en la primera puerta del lado derecho había una reunión. Algunas mujeres empezaban a salir, al parecer esta había finalizado. Me adelanté y entré en la habitación.
De pie delante de una anciana estaba el Padre José, al ver que sólo quedaban ellos dos me animé a acercarme. Cuando me vieron, pararon la conversación y el Padre me presentó:
—¡Aaron! Qué linda sorpresa, te presento a Alice Thompson. Ella es la encargada de organizar las reuniones en la Iglesia. Este grupo de buenas señoras se encarga de todo, donaciones, caridad, brindar ayuda a los chicos más pobres con sus tareas y mantener un centro de búsqueda de trabajo para los desempleados. Son el ejemplo de la ciudad.
La señora se sonrojó y sonrió, llevaba puesto un vestido negro abotonado sobre el torso que le llegaba hasta los tobillos, encorvada no debía medir más de un metro cincuenta, tenía el pelo blanco y un bastón de madera junto a un rosario negro que envolvía su mano derecha.
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La Cosa del Club
غموض / إثارةEsta es una historia real, no todo es lo que parece. Quizás tu vecino no es sólo un abogado o tu dentista no es lo que parece. Lo importante está en los detalles...